Todos los caminos llevan a la soledad incluso en Brasil

La edad avanzada, la dependencia del celular, la viudez, las familias cada vez más reducidas y el individualismo estimulado por el neoliberalismo se suman a otros factores que conducen a la soledad de una cuarta parte de los adultos mayores en todo el mundo y de 5 % a 15 % de los adolescentes, en un fenómeno del que no escapa Brasil. Imagen: Joédson Alves / Agência Brasil

RÍO DE JANEIRO – La soledad como factor de sufrimiento era antes una aflicción de la población anciana, hoy es también un síntoma a veces agudo entre niños y adolescentes, constató el psicoanalista Felipe Celestino.

Los niños que antes jugaban en las calles y plazas, ahora limitan sus interacciones sociales prácticamente a la escuela o por medio de los juegos electrónicos, cambio impuesto por cuestiones de seguridad y el tipo de urbanización adoptado, explicó.

La Organización Mundial de Salud (OMS) estimó que un cuarto de las personas mayores viven en aislamiento social en todo el mundo, sin grandes diferencias entre las regiones, al reconocer la soledad como una prioridad de la salud pública mundial y crear una comisión para promover la conexión social, en noviembre de 2023.

“Nunca se dispuso de tantos medios de conexión, pero nunca estuvimos tan aislados unos de los otros”: Felipe Celestino.

Entre adolescentes el índice seria de 5 % a 15 %, posiblemente más elevado. Se trata de un síndrome que amplía el riesgo de accidentes cerebrovasculares, ansiedad, depresión y suicidio, entre otras enfermedades mentales y físicas, según la OMS.

El riesgo de enfermedades cardiovasculares aumenta en cerca de 30 %, alerta la organización, que creó una comisión especializada para definir programas de fomento de la conexión social, para mitigar la soledad en el mundo, que también está asociada el incremento de 50 % en la demencia, por deteriorar la cognición.

La proliferación del teléfono celular y la pandemia de covid-19 se confabularon para ampliar la soledad incluso entre los jóvenes, un problema que antes afectaba más a las personas de 65 años y más. Imagen: Rovena Rosa / Agência Brasil

Incremento reciente

No es un problema nuevo, pero aumentó mucho la población afectada desde la década pasada y principalmente después de la pandemia de covid-19, que exigió el aislamiento de las personas y diseminó nuevos hábitos, como el trabajo remoto, observó Celestino en su actividad clínica, en la región metropolitana de Río de Janeiro.

“Nunca se dispuso de tantos medios de conexión, pero nunca estuvimos tan aislados unos de los otros”, señaló, para realzar que el teléfono celular prácticamente universalizado y las plataformas digitales tienen mucho que ver con la propagación del malestar.

Ocurrió una “virtualización de la vida”, con la mengua del contacto físico y la proximidad entre las personas de todas las edades, acotó a IPS. Pero es también consecuencia de elecciones personales en una sociedad que valora especialmente la prosperidad financiera.

Es el caso de una señora que priorizó su exitosa carrera empresarial, con dedición plena incluso en los fines de semana, en desmedro de la convivencia con los hijos y que hoy lamenta ese pasado, en una soledad agravada por el hecho de los hijos se alejaron para estudiar o vivir en otras regiones, ejemplificó.

Entre adolescentes, destacó como típico el aislamiento de uno que se siente fracasado en sus intentos de corresponder al modelo que las redes sociales “demandan”, de éxito sin fallas, un imaginario lejano de la realidad alcanzable.

Niños cada vez más aislados y pendientes de sus celulares es una estampa común en Brasil como en muchos otros países del mundo. Un problema que busca combatir una nueva ley, vigente desde este curso escolar, iniciado este mes de febrero, que prohíbe el uso de celulares y otros dispositivos móviles en las aulas de todo el país y que cuenta con muy amplio apoyo político y de los padres. Imagen: Telesur

Mal del siglo

“Es un mal del siglo XXI”, definió Adriana Rezende, también psicoanalista en Río de Janeiro, a la soledad que no coincide necesariamente al hecho de estar solo. “Muchas veces hay soledad en la convivencia a dos”.

“Puede ser la peor forma de soledad”, en que ya no se conversa y uno depende totalmente del otro, apuntó Christan Dunker, profesor de psicología en la Universidad de São Paulo y psicoanalista de gran audiencia en sus charlas por YouTube.

La sociedad moderna se construyó en “un proceso de individualización, del individuo como un valor, con independencia y autonomía para tener una vida bien vivida”, sostuvo a IPS, por teléfono desde São Paulo. Una variante en esa evolución genera la soledad como vulnerabilidad.

Dunker, un teórico de los fenómenos psicológicos, además de clínico, maneja y distingue los conceptos, especialmente la solitud, la capacidad de uno estar consigo mismo y una condición para la creatividad, y la soledad que es el aislamiento como punición, sacar del convivio social como se hace con los presos.

Pero trata de matizar o precisar la “soledad patológica”, para que no se la confunda con el simple hecho de estar solo. Uno puede vivir en una grande familia, pero si hay “un vacío de palabras”, las conversas escasean y se almuerza viendo el teléfono celular, no ocurre una verdadera convivencia, que no es solo estar juntos.

Para detener la soledad que contribuye al creciente deterioro de la salud mental en todas partes, Dunker recomienda promover la convivencia, con mediación, es decir conversas, desestimular la hiperinvidualización e incitar experiencias comunitarias.

La cultura tiene un gran papel en el tema. Japón, por ejemplo, es conocido por el aislamiento y consecuente suicidio de jóvenes y adolescentes. “Pero tiene también una compensación, la adhesión a las familias y las empresas, con relaciones fuertes”, contrapuso el profesor.

Dunker destaca también la necesidad de promover experiencias de intimidad y de comunalidad, como forma de “conciliar deseos” y tener una vida más colectiva. “Intimidad es estar con el otro sin una relación instrumental, compartir incertidumbres y angustias”, mientras comunalidad es compartir caminos comunes, “más importante que la identidad individual”.

Los adolescentes en general conviven con muchos amigos y conocidos, se juntan en fiestas y otras actividades, pero sin intimidad, lamentó.

El psicoanalista brasileño Felipe Celestino destaca que la soledad como factor de sufrimiento es un viejo problema que se acentuó en la última década y especialmente tras la pandemia de covid-19. Imagen: Cortesía de Felipe Celestino

Desamparo

“Mi experiencia es que la gente se queja de soledad, pero hablan del sentimiento de desamparo, del miedo de estar sola, sin nadie al lado para ayudar en una emergencia”, apuntó Rezende.

Un caso ejemplar es de una mujer que, tras divorciarse, cayó en una depresión profunda, aunque convive hoy con más gente y con amigos sólidos que no tenía antes, contó.

“La soledad asociada al desamparo aumentó mucho tras la pandemia, pero no a causa del aislamiento para evitar el contagio, sino por la dificultad de mantener los vínculos afectivos, la idealización del otro que hace repelerlo por no ofrecer lo que uno necesita”, dijo la psicoanalista a IPS.


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El gran problema actual es la escasez de convivencia entre las personas, resumió. En eso juega un papel decisivo el teléfono celular, que “está disponible para todos, todo el tiempo y en cualquier lugar”.

Además de harta conexión pero más soledad, otra paradoja que identifica Rezende es el déficit de convivencia en grandes ciudades donde multitudes viven lado a lado, con desafíos compartidos.

“No hubo tantas quejas de soledad cuando tenía mi clínica en un poblado y asistía a la gente de una comunidad rural, unos ocho años atrás”, concluyó.

ED: EG

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