Datos sobre crecientes desastres climáticos asustan en Brasil

La gran inundación de Porto Alegre, capital del extremo sur de Brasil, en mayo de 2024, sumergió en las aguas a barrios, el aeropuerto y hasta el aparcamiento de la imagen de vehículos ya retirados. Imagen: Rafa Neddermeyer / Agência Brasil

RÍO DE JANEIRO – Los eventos extremos están aumentando en frecuencia e intensidad en Brasil, según la jerga de los climatólogos que adquirió ahora un efecto temible al ser traducido en datos comparativos durante las tres últimas décadas.

En la década de los 90 se registraron 725 desastres climáticos como promedio anual. De 2020 a 2023 ese promedio subió a 4077 al año, es decir un aumento de 104 casos cada año, constató un informe de la Alianza Brasileña por la Cultura Oceánica, una red de alcaldías, variados gestores públicos, organizaciones sociales e investigadores.

En otra comparación, la primera década del período considerado (1991-2023) registró 6523 desastres y en los cuatro últimos años (2020-2023) 16 306.

“Los desastres climáticos se multiplican no solo por los eventos extremos en sí mismos, sino porque aumentó la vulnerabilidad de la población, expuesta al riesgo en áreas inundables o derrumbes en las cuestas”: José Marengo.

Los datos, originados en los municipios, son del Sistema Integrado de Informaciones sobre Desastres (S2ID) del Ministerio de Integración y Desarrollo Regional, procesados por la Alianza en la primera publicación de una serie sobre “Brasil en transformación – impacto de la crisis climática”.

Se trata de una iniciativa en el ámbito de la Década de la ciencia oceánica, instituida por las Naciones Unidas.

La larga sequía en la región semiárida del nordeste de Brasil, entre 2012 y 2018, confirma el aumento de los desastres climáticos en las últimas décadas en el país. En este caso la región estaba mejor preparada para esos eventos que en las sequías anteriores que provocaron millones de muertes. Imagen: Mario Osava / IPS

Océanos dictan el clima

Los desastres climáticos son un tema prioritario de la Alianza por la Cultura Oceánica porque las condiciones de los océanos influyen en el clima, incluso lejos del mar, explicó el biólogo Ronalto Christofoletti, secretario ejecutivo de la red.

“El océano regula el clima. Si el océano no está bien, así será con el clima”, 2024 fue el año más caliente por el deshielo de la Antártica, “el aire acondicionado del mundo”, observó a IPS por teléfono desde Santos, ciudad portuaria de 420 000 habitantes, donde es profesor de la Universidad Federal de São Paulo.

De los mares del sur vienen las masas de aire, las llamadas “frentes frías”, que regulan la temperatura y el ciclo de lluvias en Brasil, desde el meridional estado de Rio Grande do Sul a la Amazonia, ejemplificó.

Por cada 0,1 grado centígrado de aumento en la temperatura global de la superficie del océano ocurrió un aumento de 584 registros de desastres climáticos en Brasil, señala el estudio de la Alianza.

Las estadísticas apuntan que 5117 municipios sufrieron daños a causa de esos fenómenos entre 1991 y 2023, es decir casi todo el país, que se compone de 5570 municipios. Los afectados sumaron 219,7 millones de personas, lo que significa que muchas vivieron el drama más de una vez, ya que Brasil tiene actualmente 212 millones de habitantes.

Las muertes identificadas como consecuencia directa no fueron muchas, un total de 4923, pero también aumentaron, ya que en los últimos cuatro años sumaron 1034 víctimas, cuatro veces las 249 registradas en los años 90.

Bomberos intentan controlar uno de los miles de incendio que destruyeron buena parte de los bosques amazónicos de Brasil en 2024, incluso en tierras indígenas como la de la foto. Imagen: Mayangdi Inzaulgarat / Ibama

Muertes invisibles de la sequía

Eso se explica quizás porque la mayor cantidad de los desastres notificados se relacionan con la reducción de las lluvias: estiaje, sequía, incendios forestales y baja humedad del aire. Fueron 32 010 casos en el período 1991-2023, o 49,8 % del total de 64.236 registros.

Son eventos que, en general, no se apuntan como causa directa de las muertes.

“La sequía no mata en los registros”, incluso porque se extiende por amplias áreas, al contrario de inundaciones que tienen locales y víctimas fácilmente identificados, comentó José Marengo, coordinador de investigación del Centro de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden).

Pero hay excepciones, cuando se habla de millones de muertos a causa de sequías, como la que ocurrió en países como India y China, además de Brasil, en los últimos años de la década 1870, en el siglo XIX, recordó.

Para Marengo, un experto en meteorología, es “interesante” la compilación histórica de las estadísticas de los desastres naturales, para destacar su evolución, pero “el aumento de los registros no corresponde necesariamente a un mismo incremento en la cantidad de desastres”.

Los municipios no registraban tales eventos décadas atrás, el conocimiento y las tecnologías avanzaron mucho en años recientes, además un evento meteorológico anormal no siempre equivale a un desastre, matizó.

“Una lluvia intensa no es desastrosa, pasa a serlo si cae sobre una población vulnerable. Puede beneficiar la Amazonia o provocar muchas víctimas en Petrópolis”, comparó, en una referencia a la ciudad montañosa cercana a Río de Janeiro, de 290 000 habitantes, donde lluvias torrenciales mataron a más de 230 personas en 2022.

“Los desastres climáticos se multiplican no solo por los eventos extremos en sí mismos, sino porque aumentó la vulnerabilidad de la población, expuesta al riesgo en áreas inundables o derrumbes en las cuestas”, sostuvo Marengo a IPS, por teléfono desde São José dos Campos, sede de Cemaden, a 90 kilómetros de São Paulo.

De la misma forma, no siempre una interrupción de las lluvias equivale a una sequía, que ocurre cuando un desbalance entre precipitaciones y evapotranspiración seca y calienta el suelo, definió.

Son fenómenos extensos. La región semiárida en el noreste de Brasil comprende 1477 municipios y sufrió una sequía prolongada de 2012 a 2018.

Algunas flores alimentan la esperanza de la resiliencia de la naturaleza, en un área de protección ambiental en Brasilia, destruida por incendios en 2024. Imagen: Matheus Ferreira / Agência Brasilia

Ciudades, inundaciones, calor

Las lluvias en exceso o escasez concentran tres cuartos de los desastres registrados en el informe de la Alianza por la Cultura Oceánica. Además de las sequías, los eventos hidrológicos, como torrentes, inundaciones y anegamientos, suman 26,5 % del total de desastres climáticos en 1991-2023.

Otros fenómenos extremos que componen el balance, entre ellos tempestades, olas de calor y frio, derrumbes, erosiones costeras o continentales, epidemias y plagas, representan menos de 25 % del total de desastres.

El informe de Cemaden sobre sus alertas y el estado del clima en 2024 es también alarmante. En septiembre, Brasil tenía 4748 ciudades, 85 % de sus municipios, en situación de sequía, siendo 1349 en un grado severo o extremo.

En consecuencia, los incendios forestales alcanzaron 30,8 millones de hectáreas, lo que supera el territorio de Italia.

La cifra representó un récord en la historia del país y supuso un crecimiento de 79 % en relación a 2023, según el MapBiomas, una plataforma de monitoreo creada por una red de organizaciones no gubernamentales, universidades y empresas de tecnología.

Pero fueron las lluvias excepcionales de mayo en el estado de Rio Grande do Sul que provocaron los daños más graves, 183 muertes, 27 desaparecidos, 18 864 heridos y 834 645 desalojados.


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La tragedia desnudó la vulnerabilidad de la mayoría de los 10,8 millones de habitantes de ese estado meridional brasileño, que se concentran en áreas inundables, cercanas a los ríos y lagos hacia donde convergen las aguas precipitadas en las sierras del norte que transforman en torrentes la humedad proveniente del sur.

Las ciudades tienen que adaptarse al aumento de los eventos extremos que proliferan como efecto de la crisis climática, que no se limitan a las inundaciones y anegamientos, pero incluyen las olas de calor, destacó Christofoletti.

En Rio Grande do Sul se duplicó la frecuencia del calor extremo, en las tres últimas décadas. Entre el9 y el 12 de febrero la Justicia ordenó la suspensión de las clases escolares debido a ese fenómeno. En el centro-oriental estado de Espírito Santo la repetición de ese evento “casi se triplicó” en sus ciudades costeras, concluyó.

ED: EG

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