Defensoras de DDHH de Sudán necesitan solidaridad para detener derramamiento de sangre

Este es un artículo de opinión de Madiha Abdalla, periodista y defensora de los derechos humanos de Sudán.

Una madre carga a su bebé en una ciudad de la costa sudanesa. La escalada de violencia y las nuevas atrocidades en Sudán han llevado la crisis humanitaria a niveles sin precedentes, con un desplazamiento que supera los 11 millones de personas en medio de informes de asesinatos en masa y violencia sexual sistemática en varias regiones, dijeron funcionarios de la ONU en octubre de 2024. Imagen: Abubakar Garelnabei / PMA

JARTUM –  El 15 de abril de 2023, el estallido de la guerra entre el ejército de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, en inglés) alteró drásticamente el rostro de la sociedad del país. Los combates dejaron miles de muertos, heridos, desplazados y refugiados.

La gente desde estonces ha pasado hambre, se han violado los derechos civiles de las formas más horribles y se ha practicado la discriminación por motivos de género, raza y tribu.

En todo el país, las infraestructuras quedaron destruidas en ciudades y pueblos -ni siquiera los hospitales y las escuelas se salvaron- y la capital, Jartum, se convirtió en una ciudad destrozada, no apta para la vida.

Según estimaciones de la ONU, unos 10,9 millones de personas están desplazadas dentro de Sudán. Otros 2,2 millones de personas han huido a otros países desde que comenzó el conflicto. La inseguridad alimentaria es generalizada, y las partes beligerantes atacan y matan regularmente a civiles.

A pesar de este terrible panorama, la atención internacional al conflicto ha decaído y la ayuda humanitaria se ha visto obstaculizada: a principios de noviembre, Rusia vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pedía un alto el fuego y ayuda humanitaria crucial.

Pocos han sufrido más durante esta guerra que las mujeres defensoras de los derechos humanos.

La autora, Madiha Abdalla

Como defensora de los derechos humanos y periodista de larga trayectoria, desde el estallido de la guerra estuve expuesta a los riesgos de perder el derecho a la vida, mientras las balas y los proyectiles seguían cayendo sobre mi zona residencial en un suburbio de Jartum, situado cerca de una zona militar que fue testigo de violentos enfrentamientos entre las partes en guerra desde su inicio.

Al principio, mi familia y yo fuimos desplazados a una zona relativamente segura del centro de Sudán y, junto con otros compañeros defensores de los derechos humanos, trabajé como voluntaria en centros de acogida, contribuyendo a prestar servicios a los desplazados y a concienciar sobre los derechos civiles.

Tras la invasión de la zona por la RSF, volvimos a ser desplazados, y viajé a Uganda después de que aumentaran los riesgos para la seguridad al extenderse la guerra.

Desde febrero de 2024, continúo mi trabajo periodístico y civil con grupos de derechos humanos y periodistas para detener la guerra y proteger a los civiles.

Las defensoras de los derechos humanos en Sudán se enfrentan a numerosos riesgos como consecuencia de este conflicto en curso y ampliado.

Son objeto de amenazas armadas, liquidaciones y detenciones; los organismos de seguridad amenazan con procesar a las defensoras que trabajan en salas de emergencia que prestan servicios y apoyo a los desplazados.

A veces, estas amenazas se extienden también a los familiares.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Los organismos de seguridad acechan y persiguen a las mujeres defensoras, dirigiéndose personalmente a ellas y a sus familiares.

Esto es especialmente cierto en el caso de quienes trabajan en el ámbito jurídico y vigilan las violaciones; a menudo se ven obligadas a huir y buscar refugio en otras regiones y países, lo que provoca el cierre de oficinas jurídicas y la pérdida del derecho a trabajar.

Las defensoras sudanesas corren el riesgo de ser acusadas de espiar para un bando de la guerra contra el otro, lo que lleva a que hombres armados confisquen sus teléfonos, así como a una mayor inseguridad en el uso de las redes sociales y a la exposición al riesgo de ser pirateadas.

Muchas defensoras se ven obligadas a abandonar sus hogares con familiares enfermos en duras condiciones, sin dinero ni medios de protección, y aunque odian abandonar su tierra natal, se ven obligadas a buscar refugio en otros países.

Muchas de quienes se ven obligados a huir de sus hogares debido a los combates lo hacen a pie, sin pertenencias; se desplazan a otras zonas o viven con familiares, corriendo siempre el riesgo de sufrir violencia y saqueos por parte de hombres armados en sus rutas de desplazamiento.

Su libertad de movimiento está restringida, con amenazas de muerte y violación por parte de hombres armados y el saqueo de teléfonos, lo que les obliga a guardar silencio y a no revelar sus violaciones por miedo.

Como consecuencia, a menudo pierden el contacto con familiares y otros grupos de mujeres defensoras de derechos humanos durante largos periodos de tiempo.

El círculo cada vez más amplio de los combates ha hecho que muchas defensoras se vean sometidas a repetidas experiencias de desplazamiento, lo que conduce a la evacuación de enormes complejos de desplazados que incluyen a miles de personas, entre ellas estas defensoras y sus familias.

En su camino, están expuestas a los peligros de las balas y los proyectiles y a las heridas de niños y pacientes, lo que conlleva una constante sensación de terror, a menudo provocada al oír sonidos ordinarios.

Además del riesgo de ser saqueadas y atacadas, al verse obligadas repetidamente a dejar atrás sus hogares y refugios, las defensoras de los derechos humanos corren el riesgo de verse separadas de sus familias y de perder oportunidades laborales.

Estas duras condiciones han afectado negativamente a las defensoras de los derechos humanos desde el punto de vista económico, social y psicológico, y han repercutido en su labor de vigilancia de las violaciones y de defensa y protección de los derechos humanos en medio de una guerra mortífera.

La comunidad internacional debe mostrar su solidaridad con el pueblo de Sudán -en particular con nuestras defensoras de los derechos humanos- y apoyar nuestros esfuerzos para detener la guerra y construir la paz en Sudán.

Madiha Abdalla es una periodista y defensora de los derechos humanos sudanesa. Acaba de vsitar Irlanda para hablar de sus experiencias en el marco de la Plataforma de Dublín de Front Line Defenders, cuyo objetivo es dar voz a los defensores de los derechos humanos en peligro de todo el mundo.

T: MF / ED: EG

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