Árboles como culpables de los apagones en la mayor ciudad de Brasil

La oscuridad se adueñó de varios barrios de la región metropolitana de São Paulo el 11 de octubre. Una tempestad de lluvia y viento de hasta 107 kilómetros por hora derrumbó árboles sobre los cables y dejó sin electricidad a 2,1 millones de inmuebles residenciales y empresariales. Cuatro días después, 158 000 seguían sin luz. Imagen: Paulo Pinto / Agência Brasil

RÍO DE JANEIRO – En el banquillo de los ausados está la empresa italiana Enel, la mayor distribuidora de electricidad en la región metropolitana de São Paulo, pero los apagones seguidos y prolongados también pusieron en tela de juicio a los árboles y los cables aéreos que aún congestionan el paisaje urbano de Brasil.

Los árboles caídos durante la tempestad de lluvia y vientos de hasta 107 kilómetros por hora rompieron los cables que privaron de electricidad a 2,1 millones de edificios residenciales y empresariales en São Paulo y algunas ciudades vecinas, la noche del viernes 11 de octubre.

El evento climático extremo, que se va repitiendo con mayor frecuencia, provocó además la muerte de ocho personas y dejó barrios enteros sin iluminación por lo menos una noche. Los semáforos inactivos agravaron además  la congestión del tránsito.

La lentitud de Enel en restablecer sus servicios irritó los usuarios y las autoridades municipales, regionales y nacionales. Tras cuatro días de apagón, cerca de 158 000 puntos de consumo seguían sin electricidad la noche del 15 de octubre, admitió la empresa.

“La culpa no es de los árboles, sino de la falta de poda y cuidados con esa vegetación urbana”, reaccionó Rodrigo Souza, gerente del restaurante Graveto’s Paulista, en el barrio Campo Limpo, uno de los más afectados por la tempestad en São Paulo.

La ciudad necesita más árboles, y no su supresión como forma de proteger los tendidos eléctricos aéreos como quieren muchos, opinó a IPS por teléfono desde su restaurante, que quedó sin luz hasta el lunes, es decir durante tres días.

Pérdidas

Además de la inactividad en los días del fin de semana, los de mayor facturación, el restaurante perdió las carnes y otros alimentos perecederos por falta de refrigeración. Souza estimó las pérdidas en cerca de 40 000 reales (7200 dólares), “lo que es mucho en un negocio de barrio pobre”.

La situación molesta también la vive la mayoría de los 20 empleados del restaurante, pobladores del barrio. A muchos en la vecindad la empresa distribuidora anunció que solo reanudará el suministro eléctrico el jueves 17, tras seis días de apagón.

“La culpa no es de los árboles, sino de la falta de poda y cuidados con esa vegetación urbana”: Rodrigo Souza.

La Federación del Comercio del estado de São Paulo estimó en 1600 millones de reales (290 millones de dólares) las pérdidas del sector en los tres primeros días sin energía eléctrica en barrios de economía dinámica.

La Enel tiene la concesión para distribuir electricidad en 24 de los 29 municipios de la región metropolitana de São Paulo, lo que representa a 18 de sus 21,5 millones de habitantes. El municipio paulista concentra 11,9 millones de personas.

La poda de los árboles es responsabilidad de la alcaldía, se defendió la empresa en un intento de atenuar sus culpas. Pero el alcalde de São Paulo, Ricardo Nunes, señaló que la poda de 6000 árboles está pendiente de respuestas de la Enel, como suspender la corriente eléctrica donde se hace la tala para evitar descargas.

La convivencia entre los árboles y la red eléctrica aérea en las ciudades brasileñas lleva al conflicto ante la creciente frecuencia e intensidad de los fenómenos climáticos extremos. Soterrar los tendidos eléctricos y cuidar los árboles son exigencias de la adaptación a los nuevos tiempos climáticos. Imagen: Mario Osava / IPS

Millones de afectados

Además los pecados de la transnacional italiana no se limitan a la prolongación del actual apagón. En noviembre de 2023, São Paulo vivió el mismo drama, cuando otra tempestad interrumpió la electricidad de otros 2,1 millones de inmuebles, en algunos casos por hasta siete días.

En marzo apagones limitados a algunos miles de consumidores se repitieron en variados puntos del centro de la metrópoli. Esa vez se atribuyó la desdicha a las islas de calor excesivo, otra manifestación de la crisis climática.

Pero la Enel enfrenta quejas de la morosidad en otras ciudades y regiones donde presta sus servicios, como cinco municipios pequeños y medianos del estado de Río de Janeiro y otros en el nororiental estado de Ceará.

En Goiás, un estado del centro-oeste brasileño, la empresa perdió la concesión en 2022, tras una investigación de la Asamblea Legislativa regional que recomendó el cese de su contrato, vigente desde 2017.

Ahora enfrenta idéntica amenaza en São Paulo, ante presiones de los gobiernos nacional, municipales y del estado de São Paulo. Diversas autoridades estudian formas de cancelar su contrato que va de 2018 a 2018, por incumplimiento de normas y metas de la concesión.

La estatal Agencia Nacional de Energía Eléctrica (Aneel), que regula el sector, ya le impuso multas acumuladas de 320 millones de reales (58 millones de dólares) por fallas en São Paulo desde 2018.

Ahora el gobierno central busca también reformar el órgano regulador por haber fracasado en la inspección y corrección de las insuficiencias de la Enel, que alimentan también los argumentos contra la privatización de los servicios públicos, siempre enarbolados por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y la izquierda en general.

Los árboles hacen más vivible el clima y el paisaje urbano en São Paulo, pero se convirtieron en obstáculos en las calles y factores de riesgo de apagones y muertes durante la última tempestad en la mayor metrópoli de Brasil. Imagen: Leandro Paiva / FotosPúblicas

Negocio con riesgos crecientes

La dificultad será presentarse algún candidato a reemplazar la Enel, ante los crecientes riesgos que afectan la distribución energética, según Péricles Pinheiro Filho, director de Desarrollo de Negocios de la CHP Brasil, una empresa que produce pequeños generadores  a gas, con sede en Río de Janeiro.

A la complejidad del sistema eléctrico brasileño, aún encabezado por las centrales hidroeléctricas pero con una participación de acelerado crecimiento de la fuentes intermitentes, eólica y solar, se agregan ahora las tempestades climáticas, cada día más frecuentes e intensas, resumió Pinheiro, un estudioso de la evolución sectorial.

Los apagones estimulan las soluciones individuales, representadas por los generadores con que, por ejemplo, hospitales y centros comerciales buscan su asegurar sus actividades.

Pero es una alternativa limitada a un máximo de cuatro o cinco horas, porque en una emergencia como esa de São Paulo, que dura varios días, colapsa también el suministro de combustibles, señaló Pinheiro a IPS. La mayoría de los generadores particulares son a diésel.

La constatación de que la crisis climática ya es una realidad mundial, con eventos extremos urgiendo adaptaciones, cables subterráneos en lugar de las redes aéreas se hacen una prioridad, especialmente en las grandes ciudades.


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En Brasil solo 1 % de los cables eléctricos urbanos están bajo tierra. En São Paulo se limitan a 0,3 % de los 20 000 kilómetros de la red, según la Asociación Brasileña de las Prestadoras de Servicios de Telecom Competitivas. En 2005 se aprobó una ley municipal que dictaba que todos los cables de la ciudad deberían estar soterrados.

Se trata de una medida muy costosa y encargarla a las empresas distribuidoras alzaría las cuentas de luz a sumas inviables. Los contratos de concesión no incluyen ese compromiso.

La vulnerabilidad de la red aérea desató un intenso debate sobre como financiar las redes subterráneas. Será un largo proceso.

Mientras, los árboles siempre apuntados como parte de la solución, incluso para reducir las islas de calor urbano, se ven ahora como factores de apagones.

La tempestad del 11 de octubre derribó 386 árboles en São Paulo, en un total de 650 000 existentes en las calles y plazas de la ciudad, excluidas las existentes en áreas de protección ambiental.

Cuidar los árboles, podarlos regularmente, elegir los más adecuados a la realidad urbana, monitorear su salud y sustituir las envejecidas o dañadas se hizo indispensable ante los vientos más fuertes que acompañan los eventos climáticos, recomiendan los botánicos.

ED: EG

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