Líderes mundiales que optaron y optan por no acudir a las Naciones Unidas

Los líderes mundiales están invitados a concurrir a la acristalada sede de la ONU en Nueva York desde el 22 de septiembre, para participar en la Cumbre del Futuro y luego en la sesión de alto nivel de la 79 Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero un número creciente de gobernantes no concurrirá, por desinterés, o porque su presencia resulta hostil. Imagen: ONU

NACIONES UNIDAS – Cuando se celebró la sesión de alto nivel de la Asamblea General de la ONU en septiembre del año pasado, hubo varios líderes mundiales clave desaparecidos en acción (MIA, en inglés), incluidos, sobre todo, los líderes de los cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, el órgano político más poderoso de las Naciones Unidas.

Solo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, estuvo presente, mientras que Emmanuel Macron, de Francia, Xi Jinping, de China, Vladimir Putin, de Rusia, y Rishi Sunak, del Reino Unido, faltaron a las sesiones de la ONU, ya fuera por motivos personales o políticos.

Como señaló entonces un artículo del diario francés Le Monde: «Ausencias tan notables reflejan la crisis que afecta a los órganos de la ONU, con el telón de fondo de una escena internacional que se desmorona».

El diplomático jubilado Gérard Araud, que fue embajador de Francia ante las Naciones Unidas, declaró: «El multilateralismo está seriamente comprometido en un mundo cada vez más multipolar».

«La ausencia de los líderes del Consejo de Seguridad es un síntoma más, pero no el único, de una ONU impotente, provocada por la guerra de Ucrania y la rivalidad entre Estados Unidos y China», añadió.

¿Se repetirá la historia este año, cuando comience el 24 de septiembre la serie de sesiones de alto nivel del 79 periodo de sesiones de la Asamblea General?

Con la impotencia de la ONU en el contexto de la continua carnicería rusa en Ucrania y con más de 40 000 personas asesinadas, en su mayoría civiles, en Gaza, ¿está el mundo empezando a perder la confianza en las Naciones Unidas como el principal artífice de la paz en el mundo?

Al respecto, el portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, declaró a la prensa en agosto: «Esperamos fervientemente que todos los Estados miembros estén representados al más alto nivel posible, sobre todo teniendo en cuenta no solo lo que está ocurriendo en el mundo hoy, sino el hecho de que tenemos la Cumbre del Futuro,  que es fundamental para saber cómo funcionará esta organización en las próximas décadas».

Esa cumbre, que tendrá lugar el 22 y el 23 de septiembre, como preámbulo de las sesiones de alto nivel, es una apuesta especial del secretario general de la ONU, António Guterres.

Andreas Bummel, cofundador y director ejecutivo de Democracia Sin Fronteras, dijo a IPS que el alto nivel de participación de los Estados miembros en el debate general de las Naciones Unidas cada septiembre envía una señal de que la ONU es valorada como la sede multilateral más importante del mundo.

La presencia este año en la Cumbre del Futuro es crucial.

«Esperamos que la cumbre sea una oportunidad para que los líderes mundiales escuchen las ideas y propuestas de la sociedad civil, que se ha comprometido firmemente con el proceso de la cumbre», dijo Bummel.

Entre los líderes mundiales, señaló, hay agresores, autócratas, dictadores y asesinos en masa. A su juicio, no les interesa fortalecer la ONU y menos aún lo que la sociedad civil tiene que decir. «Si vienen, habrá que confrontarlos con sus crímenes», dijo.

Se recuerda que Yasir Arafat, el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), si participó en una sesión especial de la ONU. Pero nunca lo hicieron algunos de los líderes autoritarios del mundo, como el iraquí Saddam Hussein, el sirio Hafez al Assad y su hijo Bashar al Assad, y el norcoreano Kim il Sung y su nieto Kim Jong-un.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Palitha Kohona, exjefe de la Sección de Tratados de la ONU y ex representante permanente de Sri Lanka ante las Naciones Unidas, dijo a IPS: «Es realmente preocupante que algunos líderes mundiales decidan no asistir a la Asamblea General de la ONU».

Reconoció que otros asuntos puedan reclamar su atención al mismo tiempo, especialmente cuestiones internas críticas, y algunos se enfrentan a elecciones o intentan ser reelegidos.

«Pero en un momento en el que el mundo, la humanidad misma, se enfrenta a una miríada de desafíos urgentes, muchos de ellos provocados por el hombre o resultantes de acciones humanas», planteó.

Entre esos desafíos citó «la amenaza existencial del cambio climático, la avalancha de más de 160 millones de refugiados, la matanza indiscriminada que está teniendo lugar en Gaza, el tambaleante progreso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los ODS, los preocupantes signos de una intensificación de la carrera armamentística y otros etcétera».

«No se puede subestimar el impacto moral de la presencia de los líderes mundiales, en particular de los líderes de las potencias clave, en la Asamblea General de las Naciones Unidas», dijo Kohona.

La Agnu, el acrónimo con que conoce a esa Asamblea General, «es el único foro mundial que tenemos», afirmó.

«En lugar de contribuir a los deseos de quienes pretenden denigrar este único órgano mundial que tenemos, y diluir su importancia, que tiene muchos éxitos que justifican su existencia, deberíamos esforzarnos por reforzarlo», sentenció.

Desde luego, no es el momento de desestimar el valor de la ONU, consideró Kohona, quien hasta su reciente jubilación fue embajador de Sri Lanka en China.

Cuando los líderes mundiales se reúnan en la ONU, se enfrentarán a otro año de crisis y conflictos complejos, ante la mirada de un mundo profundamente dividido, según la Fundación de las Naciones Unidas, una organización no gubernamental con sede en Washington, que desde hace 25 años coopera con las actividades de la ONU.

«La ONU es el único lugar de la Tierra donde los países -grandes o pequeños- tienen voz y voto. Los debates y conversaciones que se desarrollarán durante la 79 Agnu darán forma a las soluciones que pueden redefinir nuestro futuro», destacó.

«El progreso depende de que los líderes asuman su responsabilidad y corrijan el rumbo. Pero también depende de que la gente -especialmente los jóvenes- tenga voz en las decisiones que afectarán a nuestro futuro», añadió.

Y a juicio de la Fundación de la ONU, «el futuro depende de la participación de todos, tanto de los responsables de la toma de decisiones como de los ciudadanos de a pie. Depende de todos nosotros actuar ahora por las personas, por el planeta y por nuestro futuro común».

Pero queda una pregunta pendiente: ¿hasta qué punto es eficaz la ONU, donde el Consejo de Seguridad, compuesto por 15 miembros, sigue en un punto muerto que recuerda a la época de la Guerra Fría?

Al dirigirse por videoconferencia al Consejo de Seguridad de la ONU en 2022, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, no se anduvo con rodeos cuando dijo a los delegados que los propósitos de la Carta de la ONU, especialmente el Artículo I -mantener la paz y la seguridad internacionales-, «están siendo violados flagrantemente por la Rusia de Vladimir Putin».

«¿Qué sentido tienen todos los demás artículos (de la Carta de la ONU)? ¿Están dispuestos a cerrar las Naciones Unidas? ¿Creen que el tiempo del derecho internacional ha pasado?. Si no es así, tenéis que actuar de inmediato», dijo el mandatario de un país que en febrero de ese año fue invadido por Rusia, dando inicio a una guerra que aún se mantiene.

Para apoyar la paz en Ucrania, argumentó Zelenski,  el Consejo de Seguridad debe o bien expulsar a la Federación Rusa de la ONU, tanto como agresor como fuente de guerra, para que no pueda bloquear las decisiones que se tomen sobre su propia guerra, o bien el Consejo puede «disolverse por completo» si no hay nada que pueda hacer más que entablar conversaciones.

«Ucrania necesita paz. Europa necesita la paz. El mundo necesita la paz», insistió.

Mientras tanto, cuando las Naciones Unidas decidieron ubicar su Secretaría de 39 plantas en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, como país anfitrión, firmó en 1947 un «acuerdo de sede» que garantizaba la inmunidad diplomática a los representantes extranjeros.

Además, también se comprometía a facilitar las actividades cotidianas de los Estados miembros sin ningún impedimento, incluida la expedición de visados estadounidenses para entrar en el país.

Pero hubo varios casos de abierta violación de este acuerdo por las sucesivas administraciones estadounidenses.

Estados Unidos, que está legalmente obligado a respetar las normas diplomáticas internacionales como país anfitrión de las Naciones Unidas, ha sido acusado de imponer injustas restricciones de viaje a los diplomáticos de la ONU en el país.

Por ejemplo, en agosto de 2000, la Federación Rusa, Iraq y Cuba protestaron por el trato «discriminatorio», que según sus gobiernos  se dirige a países que desagradan a Estados Unidos.

Alegando motivos de seguridad nacional, Washington impone desde hace tiempo estrictas restricciones a los diplomáticos de varias naciones «hostiles», incluidas las consideradas «Estados terroristas», en particular Cuba, Iraq, Irán, Corea del Norte, Sudán, Siria y Libia.

Los diplomáticos de la ONU de estos países tienen que obtener permiso del Departamento de Estado estadounidense para viajar fuera de un radio de 41 kilómetros de la ciudad de Nueva York.

Cuando al expresidente sudanés Omar Hassan al Bashir, acusado de crímenes de guerra, se le denegó un visado estadounidense para asistir al segmento de alto nivel de las sesiones de la Asamblea General en septiembre de 2013, Hassan Ali, un alto diplomático sudanés, registró una enérgica protesta ante el Comité Jurídico de la ONU.

«El presidente de Sudán, elegido democráticamente, se había visto privado de la oportunidad de participar en la Asamblea General porque el país anfitrión, Estados Unidos, le había denegado el visado, en violación del Acuerdo de Sede entre la ONU y Estados Unidos. Fue una violación grave y deliberada del Acuerdo de Sede», acusó.

La denegación de visado al presidente sudanés fue también una mina política, porque Al Bashir había sido acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional (CPI).

Pero una pregunta quedó sin respuesta: ¿Tiene Estados Unidos derecho a actuar implícitamente en virtud de una sentencia de la CPI cuando Washington no es parte en el Estatuto de Roma que creó la CPI?

Cuando en 1988 se denegó a Yasser Arafat un visado estadounidense para visitar Nueva York y dirigirse a las Naciones Unidas, la Asamblea General desafió a Estados Unidos trasladando temporalmente a Ginebra -quizás por primera vez en la historia de la ONU- el máximo órgano de formulación de políticas de la ONU.

Proporcionó así un entorno político menos hostil para el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Arafat, que se dirigió por primera vez a la ONU en 1974 en su sede central en Nueva York, atacó a Washington al comenzar su declaración diciendo: «Nunca se me ocurrió que mi segunda reunión con esta honorable Asamblea, desde 1974, tendría lugar en la hospitalaria ciudad de Ginebra».

En su visita de 1974, evitó los cientos de manifestantes a favor y en contra de la OLP y el propio Arafat frente al edificio de la ONU llegando en un helicóptero que aterrizó en el jardín norte del campus de la ONU, junto al East River.

Cuando se dirigió a la Asamblea General, hubo noticias confusas sobre si Arafat llevaba o no una pistola en la funda – «en una casa de paz»- que, al parecer, no era visible para los delegados.

Algunas informaciones decían que se había visto a Arafat «llevando su cinturón y su funda y quitándose la pistola a regañadientes antes de subir a la tribuna».

«Hoy he venido portando una rama de olivo y una pistola de luchador por la libertad. No dejéis que la rama de olivo caiga de mi mano», dijo en el estrado del gran salón de la Asamblea. Pero algunos delegados negaron que Arafat llevara realmente un arma.

Para aclarar las cosas, Samir Sanbar, ex subsecretario general de la ONU y jefe del Departamento de Información Pública, dijo a IPS que se había acordado discretamente que Arafat conservaría la funda mientras que la pistola sería entregada a Abdelaziz Bouteflika, más tarde ministro de Asuntos Exteriores y presidente de Argelia (1999-2019).

El discurso, redactado en árabe por el poeta palestino Mahmud Darwish, hacía hincapié en la ortografía en árabe formal de la «rama verde», que el presidente de la OLP seguía escribiendo mal.

Por cierto, cuando los manifestantes anti-Arafat de Nueva York gritaban en la Primera Avenida: «Arafat Go Home (Arafat vete a casa)», sus partidarios respondieron que eso era precisamente lo que él quería: un hogar al que pudieran ir los palestinos.

Pero ese sueño aún no se ha hecho realidad, ya que miles de palestinos siguen siendo asesinados desde el pasado 7 de octubre por Israel, utilizando en gran medida armas suministradas por Estados Unidos.

T: MF / ED: EG

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