Vida o energía: la disyuntiva hidroeléctrica en el Brasil amazónico

Un igapó, área boscosa inundable en la Vuelta Grande del río Xingu, con frutas en el suelo seco. Es donde debía ocurrir la piracema, es decir la reproducción de los peces, frustrada por la escasez de agua liberada por la central hidroeléctrica de Belo Monte en ese tramo del río en la Amazonia oriental de Brasil. Las frutas se pierden y dejan de alimentar los peces al caer en el suelo y no en el agua. Imagen: Mati / VGX

BELÉM, Brasil – La batalla de una década y media por la vida en la llamada Vuelta Grande del Xingu, un tramo del río deshidratado por la central hidroeléctrica de Belo Monte, en la Amazonia brasileña, tiene una posible solución, aunque sea parcial.

El megaproyecto energético dividió las aguas del río Xingu. Acaparó su mayor parte y vació el ahora denominado Tramo del Caudal Reducido (TVR, en portugués) de 130 kilómetros en forma de U, en cuyas orillas viven dos grupos indígenas y una población ribereña, todos afectados por la merma de los peces, la base de su sobrevivencia.

Una propuesta elaborada por esos pobladores e investigadores científicos permite, según sus autores, rescatar las condiciones mínimas para la reproducción de los peces, que menguaron desde que la central inició sus operaciones en 2016. Se busca así mitigar los impactos negativos del proyecto para los pobladores de su entorno.

“Nos volvimos analfabetos del río, así como los peces, ya no sabemos leer lo que pasa en el río”: pescador ribereño.

Pero Norte Energía, la empresa concesionaria de Belo Monte, estima que esa alternativa le costaría la reducción de 39 % en su generación eléctrica. La disyuntiva opone necesidades vitales de la población ribereña a la viabilidad económica de la empresa.

Belo Monte, 700 kilómetros al sudoeste de Belém, es uno de los grandes proyectos energéticos y logísticos que proliferaron en América Latina en las dos primeras décadas del siglo. Se trata de la tercera mayor hidroeléctrica del mundo, con una capacidad de potencia de 11 233 megavatios y una generación efectiva prevista de solo 40 % como promedio.

Josiel Juruna, en una charla en julio durante la reunión de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, en la ciudad de Belém, en la Amazonia brasileña. El dirigente indígena vive en la Vuelta Grande del Xingu y coordina localmente el Monitoreo Ambiental y Territorial Independiente, que mide efectos de la deshidratación del río, especialmente en los peces. Imagen: Mario Osava / IPS

El río Xingu, en la región de la Amazonia Oriental, despertó el interés energético por su caudal de 7966 metros cúbicos por segundo, como promedio, y el declive que le permitió a Belo Monte tener su planta generadora principal con una caída del agua de 87 metros.

Pero su flujo varía demasiado, con crecidas 20 veces más caudalosas que el estiaje. Con menos de 1000 metros cúbicos por segundo en el estiaje, rebaja el promedio anual de generación de la central.

Para evitar la inundación de la Vuelta Grande del Xingu (VGX) y dentro de ella, de las dos tierras indígenas, de los pueblos juruna y arara, se construyó un canal que une las dos puntas de la curva y desvía cerca de 70 % de las aguas del río, desangrando la vida en el tramo curvo.

Un sarobal, isla de piedras y arena, inundable en las crecidas en la Vuelta Grande del Xingu, en la Amazonia oriental de Brasil. Era sitio de reproducción de peces y perdió esa función ante la merma de agua provocada por la central hidroeléctrica Belo Monte, que desvió 70 % de las aguas del río por un canal que sirve a la generación eléctrica. Imagen: Mati / VGX

La central y su desiquilibrio del ecosistema

Además de restar el agua, el proyecto perturbó del ambiente, especialmente de los ciclos hídricos, y por ende la vida humana, animal y vegetal. “Nos volvimos analfabetos del río, así como los peces, ya no sabemos leer lo que pasa en el río”, dijo un ribereño en una audiencia promovida por el Ministerio Público (fiscalía) en agosto de 2022.

La piracema, la migración de los cardúmenes de peces río arriba durante la cría para el desove, es vital para sostener el modo de vida en la VGX, destaca el indígena Josiel Juruna, coordinador local del Monitoreo Ambiental Territorial Independiente (Mati).

Belo Monte deterioró la calidad de vida de los ribereños al hacer inviable la piracema.

Por eso el Mati, ejecutado por una treintena de científicos de instituciones universitarias e investigadores locales, priorizó el monitoreo y la recuperación de las piracemas, entendidas como local de la procreación, además de acompañar y medir otras dimensiones de la ecología en el tramo más afectado por la hidroeléctrica.

Un equipo del Monitoreo Ambiental y Territorial Independiente observa puntos críticos del tramo de caudal reducido del río Xingu, al que se le desviaron sus aguas al canal que alimenta la central hidroeléctrica de Belo Monte, en la Amazonia brasileña. Imagen: Cortsía de Juarez Pezzuti

Producto de su investigación participativa, iniciada en 2014 por el pueblo juruna y el no gubernamental Instituto Socioambiental, los componentes del Mati presentaron en 2022 a las autoridades ambientales el Hidrograma de la Piracema, que apunta el caudal necesario para la reproducción de los peces en la VGX.

Se trata de una alternativa a los hidrogramas A y B, que rigen el flujo de las aguas que Belo Monte libera para la VGX, en cantidades definidas para cada mes, para cumplir las condiciones acordadas para la operación de la central hidroeléctrica. También son llamados hidrograma de Consenso, aplicados según distintas coyunturas pluviométricas.

Esos flujos se definieron en los estudios de impacto ambiental realizados por empresas especializadas, pero pagados por Norte Energía, para obtener la autorización de construcción y operación de la central.

Muestra de los varios hidrogramas que deberían regir la cantidad de agua destinada cada mes a la Vuelta Grande del río Xingu para sostener sus funciones ecológicas. En violeta y con cifras del caudal en cada mes, el hidrograma propuesto por el grupo de indígenas, pobladores ribereños e investigadores científicos para recuperar las piracemas más bajas y más productivas, para cortar la reducción de los peces en el área. Gráfico: Mati / VGX

Piracema, clave de la vida fluvial

Los indígenas siempre discreparon de esos hidrogramas, por no asegurar el caudal necesario para el mantenimiento del ecosistema que es indispensable para los peces, la base de su alimentación y del ingreso que obtenían con la venta del pescado excedente.

Libera agua insuficiente y en momentos inadecuados, al ignorar la dinámica de la piracema, según Juruna.

“El hidrograma de Belo Monte solo permite la crecida en abril, pero la piracema exige agua en cantidad entre enero y marzo, para que llene los sarobales y los igapós donde arriban los peces hembras para desovar y luego los machos para la fecundación”, explicó a IPS en Belém.

El vocablo sarobal define en Brasil a una isla de piedra y arena, inundable y con una vegetación de hierbas y arbustos que ofrecen alimentos a los peces, mientras que el igapó es un área también inundable de las orillas y pequeños cauces, de árboles y vegetación que producen frutas y otros alimentos.

Sin el agua en esos espacios, los peces no acceden a sus locales de reproducción ni a las frutas, que caen en el suelo seco. Juruna suele exhibir un video que muestra una curimatá, un pez abundante en el Xingu, con huevas secas en el vientre. “No logró desovar” porque no había agua en la piracema en la época debida, señaló.

Además de más agua, el Hidrograma de la Piracema requiere adelantar en por lo menos tres meses la liberación de más agua para la Vuelta Grande. Y mantener la crecida por algunos meses es indispensable también para alimentar los peces con las frutas cayendo en el agua y no en el suelo seco.

En realidad, es necesario aumentar el caudal de la VGX con el “agua nueva” a partir de noviembre, para que los peces empiecen a migrar. “Sin la cantidad de agua en el momento adecuado, no hay piracema”, base de la vida fluvial y ribereña, destaca un informe de Mati.

Peces muertos por la reducción del caudal de agua en el río Xingu en su Vuelta Grande, con crecidas y bajadas según las necesidades de generación de la central hidroeléctrica de Belo Monte, en la Amazonia brasileña, en desmedro de los ciclos vitales de la fauna fluvial. Imagen: Mati / VGX

Modo de vida irrecuperable

El Hidrograma de la Piracema no recuperará el modo de vida anterior en la Vuelta Grande, eso exigiría restaurar las condiciones del pasado, sin la central hidroeléctrica, admitió Juruna. Su meta es rehabilitar “las piracemas más bajas”, es decir de los sarobales y los igapós inundables con un poco más de agua de lo que libera Belo Monte.

“Las piracemas más altas ya no existirán más”, lamentó.

No habrá pescado como antes, los jurunas ya se transformaron en agricultores y cultivan principalmente el cacao. Una recuperación de las piracemas permitirá pescar para la alimentación propia, pero difícilmente para la venta y obtención de ingresos, sostuvo.

Disminuyó la vida comunitaria entre los indígenas, que se alimentan crecientemente de “productos de la ciudad” y se desplazan cada día más a Altamira, la ciudad que se ubica a 50 kilómetros de la tierra indígena Paquiçamba, donde viven los jurunas.

Con Belo Monte también se construyó la carretera que lleva a la ciudad y se multiplicaron las motocicletas en la aldea indígena, observó Juruna. El modo de vida se alteró profundamente, pero los indígenas resisten a la muerte de su río y el Mati sumó su conocimiento tradicional a la investigación científica.

Para el biólogo Juarez Pezzuti, profesor de la Universidad Federal de Pará, con su sede en Belém, y miembro del Mati, es necesario desmitificar Belo Monte y las demás centrales hidroeléctricas, especialmente las amazónicas, como fuentes de energía sostenible.

“Ellas emiten gases del efecto invernadero en una proporción similar a las termoeléctricas a combustibles fósiles”, sostuvo a IPS. Además de inundar la vegetación al formarse el embalse, siguen haciéndolo después, porque al bajar sus aguas se renueva la vegetación que luego será inundada.

Sus impactos aguas abajo solo ahora empiezan a ser estudiados. En la Amazonia hacen secar los igapós, ya se comprobó en la central de Balbina, cerca de Manaus, capital del vecino estado de Amazonas.

Se trata de una tecnología en descenso, cuyos costos sociales, ambientales y climáticos tienden a ser mejor reconocidos y ponen en tela de juicio sus beneficios, concluyó.

ED: EG

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