SHILLONG / BHUBANESWAR, India – Cuando suena la campana para el almuerzo en la escuela, 40 pequeñas personas ansiosas ‑más el perro de la escuela‑ irrumpen en la galería. Los espera una pila de platos de metal, donde se les servirá un almuerzo nutritivo y delicioso, compuesto por la tradicional cocina indígena del noroeste de India.
Anteriormente, en esta escuela de primaria inferior en las Colinas de Khasi Oriental, en el nororiental estado indio de Meghalaya, las comidas escolares financiadas por el gobierno y destinadas a reducir la malnutrición infantil consistían solamente en arroz, papa y lentejas amarillas.
En una región montañosa al pie del Himalaya rica en biodiversidad, con sistemas basados en alimentos cultivados y recolectados localmente, la comida saludable de las comunidades indígenas vuelve a ser reconocida y se incorpora a las comidas escolares.
Los sistemas alimentarios indígenas, adaptados durante años a crisis para los alimentos como sequías, frío extremo y nevadas, perseveraron incluso frente a décadas de asedio de cultivos comerciales respaldados por el gobierno, es especial arroz y trigo.
Estas guerreras indígenas por la biodiversidad se aferraron a sus sistemas alimentarios a través de sus habilidades culinarias únicas y extremadamente localizadas.
Una gran parte de los alimentos ancestrales y productos forestales tienen propiedades medicinales y las mujeres de las tribus fueron sabias en este aspecto.
Hoy en día, muchos se envasan en “nutracéuticos”, que combinan nutrientes y productos farmacéuticos como productos preventivos para problemas de salud generales y del estilo de vida.
Un simple ejemplo son las hojas de moringa (moringa oleifera), que ahora se envasan y se venden en polvo y en comprimidos. Contienen minerales, vitaminas A, B6 y mucho hierro; razón por la cual las mujeres embarazadas han estado pidiendo por años que se las incluya en su dieta.
El mayor reconocimiento a su esfuerzo de cinco años desde la Revolución Verde en la India llega con la declaración de las Naciones Unidas de 2023 como el Año Internacional del Mijo, luego de una propuesta india, apoyada por más de 70 países, para concientizar sobre los múltiples beneficios del mijo, desde nutrición y salud hasta sostenibilidad medioambiental.
Para ponerlo en perspectiva, a partir de la década de los años 60, la Revolución Verde transformó los sistemas alimentarios, lo cual dio como resultado la enorme expansión del monocultivo y la producción general de trigo y arroz en Asia y otras regiones, y se remplazó así el mijo y otros cultivos en muchas áreas.
En la actualidad, el gobierno indio por su parte ha incluido el mijo en el programa público de asistencia alimentaria para los sectores más débiles en términos económicos, que alcanza millones de familias pobres.
Dadas las crecientes enfermedades relacionadas con el estilo de vida en India y el hecho de que ahora se la conoce como la capital mundial de la diabetes, algunas de las clases altas en India están cambiando rápidamente hacia el mijo y otros alimentos con propiedades medicinales.
Además, el gobierno está otorgando más etiquetas de Indicación Geográfica (IG), un reconocimiento oficial de un producto único de alimentos, arte o artesanía originario de una ubicación específica.
Varias preparaciones de alimentos y granos que las mujeres de las comunidades tribales han preservado durante generaciones están recibiendo esta certificación, lo que trae sostenibilidad y continuidad a los productos IG al abrir mercados y ofrecer protección comercial relacionada con los derechos de propiedad intelectual.
El más reciente en la lista (enero de 2024) es el condimento chutney del estado oriental de Odisha hecho a base de hormigas tejedoras rojas, una pasta semisólida conocida en la región por sus propiedades medicinales y nutricionales, cosechada de manera sostenible y consumida por ciertas comunidades tribales.
Gobierno y organizaciones promueven lo que mujeres custodiaron siglos
“Hay una tendencia clara de que la actitud del gobierno se está volviendo más positiva hacia la promoción de alimentos indígenas en los últimos dos o tres años”, dijo a IPS Bhogtoram Mawroh, un responsable de investigación de la organización no gubernamental con sede en Meghalaya, la Sociedad de Alimentación y Agrobiodiversidad del Noreste (Nesfas, en inglés).
“Los comestibles indígenas, locales y de temporada, se están reintroduciendo en las comidas escolares que habían desaparecido de la dieta de los niños en el hogar en los últimos años. Incluyen verduras y hierbas nutritivas y medicinales, cultivadas y recolectadas, como jatira (apio de agua), jamyrdoh (menta de pescado), jali (verdura de hoja silvestre), khliang syiar (Centella asiática), shriewkai, jalynniar yjJa miaw (verduras de hoja silvestre)», explica Mawroh.
Consideró que «el mejor desarrollo es que ahora las madres también están cocinándolos en casa».
Alimentos indígenas de Meghalaya
Nesfas, que está poniendo a prueba la comida escolar indígena en 11 escuelas con 414 alumnos de siete aldeas, apunta a aumentar la cobertura a 500 escuelas.
Si bien se utiliza la financiación gubernamental para comidas escolares, The Indigenous Partnership for Agrobiodiversity and Food Sovereignty (TIP), es decir, la Asociación Indígena para la Agrobiodiversidad y Soberanía Alimentaria, con sede en Roma, es un socio importante.
“Aunque todavía se consume, estos últimos años ha disminuido este uso de las verduras, especialmente entre las generaciones más jóvenes. La innovación en la preparación para atraer a los jóvenes de vuelta a sus alimentos ancestrales es un componente principal de su reintroducción”, expresó Mawroh.
Aquí también, se trata de los sistemas de conocimiento de las mujeres que encabezan la innovación. Mientras los cocineros escolares reciben capacitación, los Comités de Gestión de la Biodiversidad juegan un papel fundamental.
En una de las pocas sociedades matrilineales que perduran, las mujeres ancianas en la comunidad Khasi que principalmente forman estas comunidades son depositarias del conocimiento tradicional sobre la biodiversidad hiperlocal.
Han recolectado alimentos del bosque por generaciones y poseen conocimientos de la ubicación, estacionalidad y propiedades. Dan consejos acerca de qué puede incluirse en los menús escolares para el almuerzo en cada temporada.
Al reconocer esto, la agencia de biodiversidad del gobierno estatal, junto con organizaciones locales e internacionales sin fines de lucro, ha creado recientemente 71 Comités de Gestión de la Biodiversidad en la zona rural de Meghalaya para documentar formalmente en Registros de Biodiversidad de las Personas todos los conocimientos de biodiversidad local, especialmente centrados en especies en peligro inminente de extinción.
Emprendedoras alimentarias indígenas
Todavía hoy algunas mujeres indígenas invierten audazmente en sus sistemas alimentarios a un nivel superior. Se han convertido en emprendedoras de alimentos indígenas, y han abierto cafeterías exclusivamente tribales que ofrecen comidas auténticas con siglos de antigüedad, e incluyen algunas recetas experimentales dirigidas a atraer el gusto popular.
Aruna Tirkey es una de ellas. Preocupada por la marginalización de la comida étnica, y con ella la identidad, costumbres y cultura, hace ocho años decidió reactivarla, sin importar los desafíos o costos financieros.
Originaria de la tribu oraon en el estado indio de Jharkhand, Tirkey, profesional del desarrollo con unos 40 años, dijo a IPS que comenzó con solo 500 rupias (6 dólares), vendiendo empanadas rellenas a base de mijo en un carrito móvil.
Poco tiempo después, Tirkey decidió abrir su propio restaurante en Ranchi, ciudad capital de Jharkhand, donde se servía exclusivamente preparaciones de alimentos de oraon, Con el nombre “Ajam Emba”, cuya traducción es “gran sabor” en el dialecto hablado de su tribu, dio el paso valiente con una profunda fe y esperanza de que resonaría con los conocedores de la gastronomía.
Así fue. De un ingreso de unas pocas miles de rupias, las ganancias actualmente están alcanzando los cinco millones de rupias (alrededor de 59,932 dólares) al año.
“Durante los últimos dos o tres años, las ventas de Ajam Emba se han disparado porque luego de la pandemia por covid, más personas son conscientes de sus opciones de alimentos saludables”, explicó Tirkey a IPS. “Nuestro negocio de catering para bodas, fiestas personales o laborales, además de las ventas en el restaurante, está en auge”, añadió.
Actualmente opera en un lugar alquilado, pero Tirkey ha invertido todos sus ahorros, complementados por préstamos bancarios, en la construcción de su propio establecimiento.
“Una vez que el edificio esté terminado con la decoración auténtica de oraon, mis ganancias se cuadruplicarán. Así es la demanda actual por la novedad que ofrece la cocina tribal”, sostuvo Tirkey.
Añadió que “soy la chef principal y seguiré experimentando e investigando nuevas recetas y las mejores combinaciones de ingredientes”.
Es por este motivo que su clientela incluye un gran número de personas originarias de la tribu oraon que se han mudado por cuestiones laborales. En Ajam Emba, vienen a redescubrir los sabores de su niñez. Los turistas extranjeros también vienen a probar una cocina única conocida por su huella de carbono mínima.
Tirkey capacita y da empleo de cocineras, ayudantes y camareras a mujeres de su comunidad. Cientos de agricultores y recolectores se han beneficiado de proveer ingredientes a la cocina de Ajam Emba.
Dial Muktieh, de 44 años, es otra emprendedora, que está ocupada cortando brotes frescos de bambú para saltearlos con carne de res ahumada y servirlos junto a una ensalada verde de hierbas silvestres como jamyrdoh, hojas de cebollín, perilla, limón, sal y tomate, y jugo de grosella para acompañar.
En su cafetería Mei-Ramew, o cafetería Madre Tierra, en la aldea de Khweng, en las colinas del distrito de Ri-Bhoi, en Meghalaya, la mayoría de los jóvenes vienen buscando este plato caliente que está ganando terreno frente a la comida chatarra moderna.
También son populares las preparaciones indígenas como el chutney de pescado seco, pescados pequeños locales fritos, gusanos de seda fritos y pastel de tapioca o yuca.
Junto con Muktieh, que aprendió la cocina y los ingredientes tradicionales de su abuela, Plantina Kharmujai, la cafetería Madre Tierra y otra de similares características son centros de reactivación de la comida étnica hiperlocal en Meghalaya.
Populares y con más cafeterías por venir, están “más arraigados a la economía local y su rentabilidad está en aumento” en los cuatro o cinco años después desde su establecimiento.
La reactivación y promoción de cocinas étnicas puede contribuir a sistemas alimentarios más saludables, más sostenibles y más equitativos, alineados con los objetivos de sistemas de alimentos sostenibles en las Naciones Unidas, según indican varios estudios del Centro International para el Desarrollo Integrado de las Montañas.
Las cocinas étnicas también están estrechamente vinculadas al manejo sostenible de la agrobiodiversidad y agroecosistemas. La toma de conciencia puede ayudar a transformar la manera en que el mundo produce, consume y piensa sobre los alimentos.
Jaque mate: Los vaivenes del cambio climático
A lo largo del Himalaya, a medida que los patrones climáticos se vuelven impredecibles, los agricultores están descubriendo que los cultivos tradicionales regenerados, los sistemas de preservación de alimentos y lo alimentos silvestres son más resistentes a las variaciones de la naturaleza.
Amba Jamir, desde Nagaland, otro estado del noreste al pie del Himalaya, comentó a IPS: «Los alimentos del bosque, como muchos tubérculos regenerativos, hongos y verduras, afortunadamente todavía están disponibles aquí y no han desaparecido como ya lo han hecho varias especies en regiones de gran altitud”. Jamir, asesor de políticas ambientales y de desarrollo especializado en la gestión de recursos en las tierras altas del este del Himalaya, agregó que “ahora las comunidades prevén tomar medidas más fuertes de conservación y popularizar opciones alimenticias que sean sostenibles para el planeta.
La diversidad alimentaria, donde todavía prospera, significa que aún se gestionan y mantienen los diversos ecosistemas, tanto fuentes naturales como cultivadas de alimentos.
No hay mejor ejemplo de esto que las prácticas de la comunidad tribal ancestral Dongria Kondh en las altas cadenas montañosas de los Ghats Orientales de la India.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
En las aldeas de montaña del distrito de Rayagada en el estado oriental de Odisha, en la India, las mujeres ancianas de la comunidad afirman que hace apenas diez años, su cultivo principal, el mijo, contaba con 10 variedades, en comparación con las 45 variedades que se cultivaban localmente hace casi 70 a 80 años.
En un año particularmente seco, cuando descubrieron que solamente les quedaban dos variedades, comenzaron su iniciativa de reactivar las cepas patrimoniales perdidas.
Las mujeres, tradicionalmente responsables de mantener seguras las semillas de la comunidad, se pusieron en modo “misión urgente”, y viajaron arduamente a pie a aldeas forestales remotas luego de obtener información previa de que uno o dos agricultores todavía conservaban una variedad de mijo que otros habían abandonado. El mijo tiene una viabilidad de semilla muy alta, por lo cual puede almacenarse por cinco o seis años en caso de sequía, según expertos en agrobiodiversidad.
Perdido por casi cinco décadas, rescataron el mijo Kodo, rico en fibra y contenido energético e ideal para diabéticos; dos variedades de sorgo; y un mijo de cola de zorra. Y siguen en la búsqueda de sus semillas patrimoniales perdidas.
“En un mundo donde la seguridad alimentaria es cada vez más incierta en algunas partes, estos alimentos (mijo) pueden ser un cambio radical”, sostuvo Bill Gates en su blog GateNotes. “¿Es posible que un grano más antiguo que la rueda sea el futuro alimenticio?”.
Asia alberga el 55 % de las personas en el mundo afectadas por el hambre. Según un estudio reciente de 2024 del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), uno de los 15 centros de investigación del Banco Mundial y del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR) financiado por el gobierno, más de 400 millones de personas enfrentan amenazas continuas a la seguridad alimentaria.
Según el estudio del IFPRI, Asia tiene el potencial de expandir significativamente la producción de mijo y así ayudar a cumplir sosteniblemente la creciente demanda por alimentos en la región y el globo.
Hasta 2022 (la última cifra disponible), la producción asiática de mijo fue de alrededor de 15,6 millones de toneladas métricas (TM), en comparación con 699 millones de TM para arroz y 343 millones de TM para trigo.
En los principales productores como China, India y Nepal, el área cosechada y la producción de mijo son mucho menores que las de arroz y trigo. Por lo tanto, claramente hay espacio para crecer, subraya el estudio.
T: PI / ED: EG