Las mujeres asumen el liderazgo de la resistencia civil baluche

Mahrang Baloch durante una de sus muchas apariciones públicas. Esta mujer de 30 años se ha convertido en uno de los rostros más conocidos del movimiento baluche. Imagen: Mehrab Khalid / IPS

ROMA – Una joven de 30 años habla ante de decenas de miles de personas congregadas en algún lugar del sur de Pakistán. Hombres de todas las edades escuchan sus palabras en un silencio casi reverencial, y muchos enarbolan su retrato antes de corear su nombre.

Se llama Mahrang Baloch.

Ocurrió el 24 enero en Quetta, la capital provincial de Baluchistán, a 900 kilómetros al suroeste de Islamabad. Más allá del elevado número de asistentes sorprendía el hecho de que aquella multitud entre la que los hombres eran la mayoría se congregara para recibir a un grupo de mujeres.

Eran recibidas de vuelta en casa, tras liderar una marcha hacia Islamabad que duró varios meses exigiendo justicia y reparación por los desaparecidos baluches. En conversación telefónica con IPS y desde Quetta, es Mahrang Baloch la que aporta el contexto tras la que se dio en llamar “marcha contra el genocidio baluche”.

“Las fuerzas de seguridad pakistaníes llevan dos décadas dirigiendo una brutal operación militar contra activistas políticos, disidentes, periodistas, escritores e incluso artistas para reprimir la rebelión por un Baluchistán independiente, y eso incluye a miles de desaparecidos”.

Divididos entre las fronteras de Pakistán, Irán y Afganistán, los baluches suman entre 15 y 20 millones de personas con una lengua y cultura propias. Tras la retirada británica de India, declararon un Estado propio en 1947, antes incluso de que lo hiciera Pakistán.

Pero siete meses más tarde, aquel territorio fue anexionado por Islamabad. Hoy viven en la provincia más grande y más despoblada del país, así como la más rica en recursos, pero también la más sacudida por la pobreza y la violencia.

«Mahrang y Sammi son muy carismáticas, por lo que emularlas se considera hoy algo honorable en sectores tanto urbanos como tribales de la sociedad”: Mohamad Ali Talpur.

Mahrang Baloch, actualmente cirujana de profesión, recuerda que tenía 15 años cuando su padre, un funcionario de la administración conocido por su activismo político, fue detenido en 2009. Dos años más tarde encontraron su cuerpo salvajemente mutilado en una cuneta.

“No hay familia baluche que no haya perdido a uno de los suyos en este conflicto”, asegura Mahrang Baloch, quien visitó Noruega el pasado mes de junio tras recibir una invitación del PEN Club Internacional, una asociación mundial de escritores con estatus consultivo en la ONU.

Sammi Deen Baloch en Dublín, tras recibir el reconocimiento a la defensa de los derechos humanos en junio. No sabe nada de su padre desde que fue secuestrado en 2009. Imagen: Cortesía de SDB

Acoso

Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional o Human Rights Watch han acusado a las fuerzas de seguridad pakistaníes de cometer graves violaciones de los derechos humanos que incluyen detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales.

Las autoridades pakistaníes declinaron responder a las preguntas trasladadas por IPS vía email. Mientras tanto, la Voz para las Personas Baluches Desaparecidas (VBMP), una plataforma local, apunta a más de 8000 desapariciones forzosas en las últimas dos décadas.

La secretaria general de esa organización es Sammi Deen Baloch, una baluche de 25 años que encabezó la marcha del pasado invierno hasta Islamabad junto a Mahrang.

Sammi Deen también participó en otras conducidas en 2010, 2011 y 2013. Su padre desapareció en 2009, pero no ha vuelto a saber nada de él desde entonces.

“Quince años después, sigo sin saber si soy huérfana, y mi madre tampoco sabe si es viuda”, apunta la joven.

El pasado mes de mayo, Sammi Deen recogió en Dublín el Asia Pacific Human Rights Award, un premio concedido anualmente a destacados defensores de los derechos humanos.

Pero colocar a Baluchistán bajo el foco internacional no sale gratis.

“Recurren a todo tipo de estrategias para silenciarnos, desde campañas de difamación a amenazas dirigidas también contra nuestras familias. Incluso formulan informes policiales falsos contra nosotras constantemente”, explica a IPS Sammi Deen Baloch por teléfono y desde Quetta.

Mahrang Baloch fue acosada incluso durante su visita en Noruega, lo que obligó a la policía de aquel país a intervenir en varias ocasiones. A pesar de la presión que soportan, Sammi Deen apunta a “avances significativos” en la actitud de su pueblo tras la última marcha por los desaparecidos.

“Hasta hace muy poco, la mayoría miles de familias afectadas guardaban silencio por miedo a las represalias, pero la gente se sumó de forma masiva a la protesta, y hoy son cada vez más los que alzan su voz para denunciar lo ocurrido”, resume la activista.

Khair Bux Marri posa en su residencia en la ciudad pakistaní de Karachi en 2009. Hasta su muerte en 2014, fue uno de los líderes más influyentes y respetados del pueblo baluche. Imagen: Karlos Zurutuza / IPS

Sed de liderazgo

La baluche ha sido una sociedad históricamente organizada en claves tribales. Algunos de sus líderes más carismáticos, como Khair Bux Marri, Attaullah Mengal o Akbar Khan Bugti, pagaron con la cárcel, el exilio e incluso la muerte su oposición a la que ellos veían como una situación de ocupación por parte de Pakistán.

“El problema es que todos esos líderes históricos ya están muertos, y los que quedan en Baluchistán son vistos como gente cercana al establishment por gran parte de la sociedad baluche. Ya no representan a su pueblo”.

Son las palabras de Muhammad Amir Rana, analista de seguridad y economía política y presidente del Instituto Pakistaní de Estudios para la Paz. En conversación telefónica con IPS desde Islamabad, Rana apunta a cierta “necesidad de liderazgo” como una de las claves tras el masivo apoyo a las activistas baluches.

Asimismo, el experto destaca también la irrupción de una “emergente” sociedad civil baluche vertebrada en torno al Comité por la Unidad Baluche (BYC), que lideró la marcha, la Organización de Estudiantes Baluches (BSO Azad) o el VBMP.

“Mahrang Baloch esa una mujer joven y con formación académica que ha conseguido poner en el foco la cuestión de los desaparecidos baluches, pero que también aglutina el sentir de su pueblo y parece ser capaz de canalizarlo hacia un movimiento político”, asegura el experto.

Karima Baloch, quien solía ocultar su rostro por seguridad, durante una protesta en Baluchistán. La lideresa estudiantil se exilió en Canadá, donde murió en circunstancias aún no esclarecidas en 2020. Imagen: BSO Azad

Se trata de una lectura que comparten muchos, entre ellos Mir Mohamad Ali Talpur, un reconocido periodista e intelectual baluche.

“Los partidos políticos tradicionales intentan suplantar a la sociedad civil pero no hacen sino colaborar con el estado en la explotación de nuestros recursos. Por otra parte, los líderes tribales baluches que quedan en el territorio no son más que marionetas del poder”, explica Talpur a IPS por teléfono desde Hyderabad, a 1300 kilómetros al suroeste de Islamabad.

También destaca los cambios producidos tras la última marcha liderada por mujeres.

“Cada arresto arbitrario desde marzo ha sido respondido con movilizaciones en las calles. Mahrang y Sammi son muy carismáticas, por lo que emularlas se considera hoy algo honorable en sectores tanto urbanos como tribales de la sociedad”, explica. Añade que ambas dan “continuidad al legado de Karima Baloch”.

Se refiere a aquella líder estudiantil baluche forzada al exilio en Canadá, donde murió en 2020 en circunstancias aún no esclarecidas. La BBC, la cadena pública británica, la llegó a incluir en su lista de “las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes de 2016”.

Volviendo al presente más inmediato, Talpur es tajante en cuanto al impacto social de la marcha liderada por mujeres: “El cambio más sustancial entre la gente es que todos se han dado cuenta de que la situación solo irá a peor si guardan silencio”.

ED: EG

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