BELÉM, Brasil – Faltarán hoteles y otras comodidades para los participantes en la 30 Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático, la COP30, en esta ciudad del norte de Brasil en 2025, pero lo fundamental es que vivirán una experiencia singular en la Amazonia.
Debatir sobre la Amazonia en la misma Amazonia distingue la COP30 de sus predecesoras y contribuye tanto a debates más objetivos sobre la crisis climática mundial como a la solución de viejas demandas de Belém, una verdadera capital amazónica, según Elizabete Grunvald, presidenta de la Asociación Comercial del Pará (ACP).
Belém es la capital del estado de Pará, en el este de la Amazonia brasileña.
“La conferencia es una oportunidad para desbloquear muchos proyectos paralizados hace décadas en la ciudad”, sostuvo Grunvald en entrevista con IPS. Como ejemplo apuntó al hotel de lujo que emergerá de la adaptación de un edificio de 18 pisos cerca del puerto, que sirvió de sede de la Secretaría de Renta Federal hasta su incendio en 2012.
“Ninguna ciudad, a excepción de megalópolis como Nueva York o Tokio, tiene infraestructura para eventos como las COP. Pero las deficiencias y fallas no anulan la impresión de la visita a la Amazonia, el contacto con los peculiares bienes y la cultura, distintos del resto del mundo. Los participantes se volverán nuestros propagandistas”: Elizabete Grunvald.
Doce años después el gobierno nacional cedió el inmueble al estado de Pará que lo entregó en concesión al sector privado para la conversión en el hotel. Un efecto de la COP30, como iniciativas de drenaje, ampliación y reparación de calles, la construcción de parques urbanos y de un gran centro de convenciones.
Pero el nuevo hotel, con 255 habitaciones, una suite presidencial de 230 metros cuadrados y otras seis suites especiales de menor dimensión, reducirá muy poco el déficit hotelero de la ciudad.
“Belém posee 18 000 camas en sus hoteles, necesitaríamos otras 30 000”, evaluó Grunvald, quien considera una exageración estimaciones de que llegarán a la urbe 80 000 participantes en la COP30. Trabaja con la expectativa de 60 000, nada comparable a los casi 100 000 que estuvieron en la COP28 de 2023 en Dubái.
Una solución ya planificada es la contratación de tres navíos de cruceros para servir como hoteles, con capacidad para entre 7000 y 8000 huéspedes. Se podrán añadir otros tres navíos, según la presidenta de ACP. Para eso se hará el dragado de la bahía de Guajará que baña el oeste de Belém y es la puerta de entrada al Atlántico.
Para alojar los participantes de la COP30 se promoverán campañas para que los residentes, incluso los ricos dueños de mansiones, hospeden o alquilen sus casas a los visitantes. “Ganarán dólares o euros y podrán disfrutar agradables vacaciones”, argumentó Grunvald.
Escuelas y otros edificios públicos serán destinados a los participantes con escasos recursos, incluso porque habrá vacaciones escolares durante la conferencia y trabajo a distancia para los funcionarios públicos, a fin de aliviar la movilidad urbana.
Un parque para la COP30
La conferencia oficial, a cargo de la Convención de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (Cnmucc), tendrá lugar en el Parque de la Ciudad, actualmente en construcción y que contará con un aeropuerto y un área de 560 000 metros cuadrados que acogerán dos centros de convenciones, así como otros de gastronomía y de cultura, con teatros y museos, incluso de aeronaves.
Es la principal obra urbana que se suma a otros 12, a cargo de la alcaldía y del gobierno del estado de Pará. En total las inversiones previstas suman el equivalente a 750 millones de dólares.
Grunvald, quien acompaña toda la preparación del megaevento climático y moviliza el empresariado, es optimista en relación al vuelco que la COP30 podrá representar para el desarrollo de Belém y de la Amazonia. Atraerá inversiones y pondrá Belém en la ruta del turismo internacional, anticipa.
“Ninguna ciudad, a excepción de megalópolis como Nueva York o Tokio, tiene infraestructura para eventos como las COP. Pero las deficiencias y fallas no anulan la impresión de la visita a la Amazonia, el contacto con los peculiares bienes y la cultura, distintos del resto del mundo. Los participantes se volverán nuestros propagandistas”, confió Grunvald.
Ella también personifica transformaciones que ya vive la capital de Pará. Es la primera mujer en presidir la ACP, fundada en 1819 como la segunda asociación empresarial de Brasil, precedida por la del nororiental estado de Bahía.
Aunque tenga el adjetivo comercial en el nombre, es un gremio multisectorial único en el país, que incluye también la industria, los servicios e incluso los negocios hídricos. De eso resulta sus amplios intereses en la conferencia climática.
La COP30 también confronta a Belém y sus 1,3 millones de habitantes con sus adversidades climáticas. Será la segunda ciudad más caliente del mundo hacia 2050, con 222 días de temperaturas peligrosas al año, con más de 32 grados Celsius o 89,6 grados Fahrenheit, previó Carbon Plan, una organización no gubernamental estadounidense.
Solo Pekanbaru, en Indonesia, la superará, con 344 días de calor extremado. En tercer lugar, con 189 días, estará Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, la sede de la COP28.
Infraestructura precaria
En la actualidad, Belém es una ciudad pobre, que añora su prosperidad del pasado, como puerta de entrada y de salida de mercancias y pobladores en la Amazonia, reflejada en su centro histórico, ampliado en el período áureo del caucho natural a fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Enfrenta ahora el desafío de recibir miles de autoridades extranjeras, incluyendo decenas de jefes de Estado y de gobierno, para la COP30, en noviembre y diciembre de 2025, con una escasa infraestructura no solo hotelera, sino también de transporte y saneamiento básico. Canales de aguas residuales a cielo abierto atraviesan la ciudad.
El agua tratada llega a 71,5 % de su población, pero el alcantarillado a solo 15,7 % y el tratamiento de aguas residuales se limita a 3,5 %, destacó la geógrafa Olga Castreghini, profesora universitaria jubilada, actualmente involucrada en proyectos amazónicos, durante la reunión anual de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, que acogió Belém, del 7 al 13 de julio.
Megaeventos y sus elefantes blancos
Los dilemas de la ciudad ante la COP30 fue el tema de un panel compartido por dos geógrafas y dos urbanistas de universidades locales, que forman parte de un grupo de investigadores que se congregaron para analizar los proyectos, la organización y el legado de la cumbre para Belém y la Amazonia.
El boletín “Foco en la COP” divulga el monitoreo académico de lo que Castreghini definió como “megaevento de nicho y no de masa”, que atrae participantes volcados al ambiente y el clima, “con mucho interés por la Amazonia”.
La geógrafa busca acompañar “los conflictos entre las urgencias de la sociedad local y las demandas del megaevento”, que pueden afectar la sostenibilidad de los proyectos después de la COP30.
Recordó los elefantes blancos y las numerosas obras inacabadas que dejaron dos megaeventos masivos de la década pasada en Brasil: la Copa Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro.
El sistema de transporte ligero sobre carriles quedó abandonado tras obras iniciales en Cuiabá, capital del estado centro-occidental de Mato Grosso, algunos estadios sobreviven subutilizados, un Parque Olímpico se deteriora sin uso en Río de Janeiro, al igual que barrios y aeropuertos construidos para la Copa en el nordeste.
Para la arquitecta y urbanista Helena Tourinho, el temor es que, como suele ocurrir en esos megaeventos, se acelere el proceso de gentrificación, con la valorización de algunos barrios y la consecuente expulsión de sus pobladores pobres hacia la periferia de la ciudad.
La COP30 desató una oleada de obras que privilegian algunos barrios en desmedro del centro histórico de Belém. Las inversiones en el centro, a cargo de la alcaldía, suman el equivalente a 14 millones de dólares, mientras en otros barrios trepan a 185 millones de dólares, comparó Tourinho a IPS.
El centro histórico sufre su paulatina degradación desde los años 70, acentuada por una invasión de comercio callejero e informal, en general de productos asiáticos baratos.
“No se alteró el ambiente construido ni su vaciamiento, pero si la naturaleza de sus actividades”, acompañado de desastres como incendios y derrumbes de viviendas, resumió la urbanista.
Sin programas de revitalización o restauración, el centro histórico de Belém, un activo urbanístico, parece olvidado y bajo cerco creciente de los negocios inmobiliarios en el entorno, concluyó.
ED: EG