Bolivia supera alzamiento militar sin disparar un tiro

El presidente Luis Arce -con lentes, a la derecha de la imagen- esgrime una bandera ante la multitud que acudió, frente a la sede del gobierno en La Paz, a expresar su respaldo a la democracia. Bolivia acaba de conjurar un nuevo intento de golpe de Estado. Imagen: Presidencia de Bolivia

LA PAZ – Bolivia superó sin un solo disparo, con relevo de mandos castrenses y un baño de masas en favor del presidente civil Luis Arce, el insólito alzamiento militar a la mitad de la tarde del 26 de junio, que de ese modo no pudo inscribirse en la larga lista de golpes de Estado que marcan la historia de este país.

“Nuestro más sincero agradecimiento a nuestras organizaciones sociales y a todo el pueblo boliviano, que salieron a las calles y se expresaron a través de medios de comunicación, manifestando su rechazo a la intentona golpista”, dijo Arce ante miles de simpatizantes congregados para celebrar el fracaso de la asonada.

También agradeció la inmediata reacción de condena de la sublevación y solidaridad con la democracia boliviana de muchos gobiernos y líderes de América Latina y el Caribe, de Europa, de la Organización de Estados Americanos, y la preocupación de la secretaría general de las Naciones Unidas.

Al superar el trance con atinada evaluación de sus fuerzas, arrojo personal y  respaldo nacional e internacional, Arce se apuntó una victoria que deberá administrar ahora de cara al malestar económico y la confrontación política que sirven de telón de fondo en la prueba a la que se sometió la democracia boliviana.

Ocurrió que a plena luz del día, el recién destituido comandante del Ejército, el general Juan José Zúñiga, desplegó soldados y blindados en la plaza de Murillo, frente a la sede del gobierno en La Paz, para apoyar sus reclamos de cambios en el gabinete y libertad de algunos militares y civiles.

“Estamos escuchando el grito del pueblo porque desde hace muchos años una élite ha tomado el control del país: miren en qué situación estamos, qué crisis nos han dejado”, dijo Zúñiga ante cámaras que cubrían el suceso, y agregó que “las Fuerzas Armadas pretenden restaurar la democracia, convertirla en una verdadera”.

Un vehículo blindado del ejército embistió una puerta de Casa Grande, sede gubernativa junto al presidencial Palacio Quemado, donde Arce había declarado que “algunas unidades” militares lo rodeaban, al tiempo que pedía al pueblo que se movilizase en defensa de la democracia.

“Aquí estamos firmes para defender la democracia. Pedimos al pueblo que se organice”, dijo Arce, y de inmediato sindicatos comenzaron preparativos para una huelga general, mientras muchos bolivianos acudían a tiendas y bancos para aprovisionarse de víveres y dinero en efectivo.

Zúñiga ingresó a la sede gubernamental para plantear su demanda, pero el presidente le salió al paso, en un careo le increpó por sublevarse y le ordenó que retirase a los efectivos de la plaza, retirándose el general sin cumplir la orden.

Tras ese pulso, Arce llamó y juramentó a nuevos comandantes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, las tropas regresaron a sus cuarteles, Zúñiga fue arrestado y miles de civiles llegaron a la plaza para respaldar al Gobierno y la democracia.

La rebelión duró apenas tres horas.

“Bolivia vivió un golpe fallido. Ahora todo está bajo control”, dijo al anochecer el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, rodeado de los nuevos mandos militares.

Los golpes de Estado, exitosos unos, fracasados otros, conspiraciones develadas a veces, han signado la historia de este país, y se cuentan alrededor de 40 desde 1946.

La presidencia de Arce siguió a un proceso detonado por el último de esos golpes, contra el presidente Evo Morales (2006-2019) en noviembre de 2019, al que siguieron un interinato, de Jeanine Añez, y la elección de Arce en octubre de 2020.

Ahora el país experimenta tensiones políticas marcadas por la confrontación entre Morales y Arce por el control del Movimiento al Socialismo, partido gobernante, con la mirada puesta por ambos líderes en la elección presidencial de agosto de 2025.

Esa lucha también se produce en medio de una grave crisis económica, marcada por una aguda escasez de dólares que dificulta la importación de bienes esenciales, desde medicamentos hasta combustibles y repuestos.

La escasez de dólares, en parte debida a menores exportaciones de hidrocarburos y otros minerales, ha llevado a multitudinarias manifestaciones, bloqueos de carreteras y hasta huelgas en sectores como el de los transportistas.

Las reservas internacionales, hasta 15 000 millones de dólares a mediados de la década pasada, están ahora por debajo de 2000 millones, según el Banco Central.

Arce -ministro de Economía en el Gobierno de Morales y gestor del “milagro boliviano” cuando hubo auge de exportaciones- ha admitido que escasean las divisas pero no que exista una crisis económica generalizada.

Sin embargo, mientras se superaba el alzamiento del 26 de junio, el Banco Central eliminó restricciones al uso de criptomonedas y habilitó el uso de instrumentos electrónicos para transacciones con esos activos digitales, en busca de dinamizar la actividad económica.

La fallida sublevación -Zúñiga habría dicho que no llegó el apoyo esperado de varias unidades clave- gravitará sobre todo el quehacer de Arce en el año largo que aguarda a su gobierno antes de las próximas elecciones generales.

La asonada no solo implica mayor atención al panorama castrense sino al debate sobre las características inéditas de su desarrollo y desenlace, pues Zúñiga dijo a periodistas que su actuación fue una especie de teatro producto de un convenimiento con Arce para ayudar a levantar el hundido respaldo y la popularidad del presidente.

A-E/HM

 

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