COTONOU, Benín – Un grupo de adolescentes de entre 15 y 17 años siguen atentamente la lección que les imparte un mualim (maestro islámico) en una madraza (escuela coránica) improvisada en uno de los empobrecidos municipios de Cotonou, la ciudad más poblada de Benín y su capital económica.
Las adolescentes llegaron a Benín recientemente, huyendo de la pobreza, el hambre, el cambio climático y el aumento de la inseguridad en su país de origen, Níger, tras el golpe militar que en julio de 2023 derrocó al presidente Mohamed Bazoum, elegido democráticamente.
Entre ellas se encuentran Saida, de 15 años, y Aminata, de 16, que ya están «casadas» con Abdou, de 22, y Anwar, de 25, dos jóvenes nigerinos que llevan algún tiempo viviendo en Benín. Terminan las clases y Saida sale del recinto superpoblado donde su marido, Abdou, la ha venido a recoger en una destartalada motocicleta.
«Últimamente no se encuentra bien y creo que está embarazada», dice Abdou sin avergonzarse. Cuando se le pregunta por las circunstancias que llevaron a la pareja a convertirse en marido y mujer, asegura: «Si en Benín o de donde vienes esto te parece extraño, en Níger es normal que una joven se convierta en la esposa de alguien en cuanto cumple 15 años».
Níger tiene una de las tasas de prevalencia de matrimonios infantiles más altas del mundo: 76 % de las niñas se casan antes de cumplir los 18 años y 28 % antes de los 15, según datos de Girls Not Brides.
El matrimonio infantil es más frecuente en Maradi, la tercera ciudad más poblada de Níger y donde 89 % de las mujeres de 20 a 24 años ya estaban casadas a los 18, seguida por Zinder (87 %), Diffa (82 %) y Tahoua (76 %).
En algunas regiones, las niñas nigerinas ya están casadas a los 10 años y, a partir de los 25, solo un puñado de mujeres jóvenes están solteras, según las estadísticas de Girls Not Brides.
Aumento constante
Abdou afirma que se ha producido un aumento constante de estos casos desde el golpe militar debido al colapso social y económico provocado por las sanciones regionales e internacionales, que dejaron a la economía de Níger en una situación crítica.
Francia, la antigua potencia colonial, suspendió la ayuda al desarrollo y presupuestaria a Níger, prometiendo no reconocer a las nuevas autoridades militares.
Además, el Banco Mundial advirtió de que 700 000 personas más caerán en la pobreza extrema este año en Níger, un país de África occidental con 25,5 millones de habitantes. Además, casi dos millones de niños podrían quedarse sin escolarizar, entre ellos 800 000 niñas.
Las múltiples suspensiones de la ayuda al desarrollo de varios países y organizaciones provocarán un déficit de casi 1200 millones de dólares en 2024, más de 6 % del producto interno bruto (PIB) del país, detalló el Banco Mundial.
«La vida se ha vuelto invivible desde el golpe y el cierre de fronteras. Además, la inseguridad ha aumentado, obligando a los agricultores a alejarse de sus campos. En otras partes, el cambio climático ha inutilizado las tierras de cultivo; es una triple tragedia para Níger, pero las autoridades siguen diciendo tonterías en la televisión», afirma un profesor islámico residente en Benín, quien pide ser identificado solo como Oumarou y que huyó a Cotonou tras el golpe.
Como consecuencia, dice, «muchas familias se han quedado sin dinero y dependen de la ayuda humanitaria. Por ello, algunas familias piden ayuda a sus parientes y amigos que viven en Benín y Togo para que se hagan cargo de sus hijas. Los nigerinos se ayudan mucho entre ellos y dan prioridad a la vida comunitaria sobre los intereses individuales».
«Las niñas llegan a estos dos países y son enviadas rápidamente a los hogares de nigerinos, donde trabajan como empleadas domésticas sin remuneración. Sí, no cobran porque comen y duermen allí y las hacen sentir como si fueran parte de la familia», detalla.
Sin embargo, Oumarou afirma que, con el paso del tiempo, estas personas de acogida empiezan a sentir que ya no soportan más la carga. Es entonces cuando pasan un mensaje a través de los ancianos de la comunidad a los jóvenes nigerinos que quieren una esposa para que vengan a hablar al respecto.
Se buscan pretendientes
«En cuanto encontramos un pretendiente, informamos a los padres de las chicas, que en la mayoría de los casos no dudan en permitir que se celebre el matrimonio. Como personas temerosas de Dios, no podemos permitir que los jóvenes se lleven a una chica sin celebrar una ceremonia religiosa formal», explica Oumarou .
Cuando se le pregunta si es consciente de estar cometiendo un delito al actuar como cómplice de los matrimonios infantiles, el profesor islámico se pon a la defensiva y politiza la cuestión: «¿Qué hay de delictivo e ilegal en ese procedimiento? ¿Cómo puede calificar de delito nuestro buen gesto de ayudar a esas niñas pobres a rehacer sus vidas?»
«De acuerdo, si es un delito, ¿qué opina de Francia, que lleva décadas robando nuestros recursos naturales, sobre todo nuestro uranio, sin darnos nada a cambio? ¿Y qué me dice de los crímenes cometidos por Occidente durante la época colonial en África? ¿Alguien ha investigado esos crímenes y ha llevado a los autores ante la justicia o ha reparado lo que hicieron?», dice, saliendo furioso de la sala donde tiene lugar la entrevista.
Sin embargo, no todo el mundo en Níger es temeroso de Dios y, por tanto, no sigue el procedimiento religioso. Anwar cuenta que su mujer le dijo que le debía la vida «tras rescatarla de la familia maltratadora en la que trabajaba como burra».
«Desde entonces cuido de ella como esposa y hermana pequeña. No necesito el permiso ni la bendición de nadie para convertirla en mi esposa. Vivimos bajo el mismo techo desde el año pasado y eso es señal de matrimonio», dice con una amplia sonrisa.
Aminata describe el infierno que vivió mientras trabajaba para una de estas familias. «Te hacen trabajar como una esclava, desde Fajr (oración islámica del alba) hasta Isha (oración de la tarde) e incluso más allá. Es muy estresante. La mayor parte del tiempo, ni siquiera comes bien. Te gritan cada vez que cometes un pequeño error. Anwar es un buen hombre y un marido cariñoso», dice mediante un traductor.
Anwar precisa que la mayoría de estas chicas no tienen una educación formal (occidental). Por eso no entienden el francés. Solo hablan su lengua vernácula y algo de árabe porque solo van a la escuela coránica.
Níger tiene una de las tasas de analfabetismo más altas del mundo, y muy pocas niñas asisten a la escuela formal, ya que se da prioridad a los niños. La tasa de alfabetización de Níger para 2021 fue del 37,34 %, un 2,29 % más que en 2018.
Los factores que contribuyen a ello, como las altas tasas de deserción escolar, las elevadas tasas de analfabetismo, la insuficiencia de recursos e infraestructuras, la falta de cualificación del profesorado, la debilidad de las estructuras de gobernanza local y la alta vulnerabilidad a la inestabilidad, se señalan como responsables del bajo nivel educativo, según la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).
«Quiero asegurarme de que reciba una buena educación ahora que está en Benín, lejos de ese país podrido, donde el sistema no permite que las niñas, especialmente en las zonas rurales, asistan a la escuela», afirma Anwar, quien él mismo no terminó la escuela secundaria.
Las niñas de Níger ya no son «temerosas de Dios»
Mientras las niñas y las adolescentes se pelean por conseguir maridos que las cuiden lejos de su país empobrecido y azotado por la hambruna, en otras partes de Benín la vida en la calle se ha convertido en la forma de supervivencia de algunas mujeres nigerinas.
«Los hombres nigerinos solían burlarse de nosotras, diciendo que sus mujeres eran temerosas de Dios y no inmorales como nosotras. Ahora la tendencia se ha invertido. Mira cómo se empujan esas dos chicas nigerinas de ahí fuera para conseguir un cliente rico», dice Susan, una trabajadora sexual beninesa.
Pude leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Afirma que las chicas nigerinas llegan al «lugar de trabajo» cada noche bien cubiertas de la cabeza a los pies, pero se quitan ese ropaje y se ponen vestimenta sexy, para volver a cubrirse al terminar el turno. «Bien, ¿quién teme más a Dios? ¿Los hipócritas o la gente como nosotras, que no tiene nada que ocultar?», inquiere.
En Benín la prostitución es ilegal, pero sigue estando muy extendida en las grandes ciudades y cerca de los principales emplazamientos mineros y militares. Onusida, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida, calcula que hay 46 630 profesionales del sexo en el país.
Algunas fuentes afirman que la pobreza, los matrimonios forzados, el aumento de la inseguridad y el cambio climático siguen empujando a muchas niñas a la prostitución, a veces con la complicidad de sus familias y los «marabouts (hechiceros)».
Una fuente cercana a los sindicatos de proxenetas nigerianos y marfileños afirma que existe un gran apetito por las niñas nigerinas en varios países de la región, como Nigeria, Costa de Marfil, Benín y Ghana.
Al preguntarle la razón, la fuente afirma: «Por lo que he oído, las chicas de otros países, como Benín, Togo, Ghana y Nigeria, han sido utilizadas muchas veces y son testarudas, mientras que las de Níger parecen frescas, disciplinadas, respetuosas y dóciles. Por eso son buenas esposas. La demanda ha crecido desde el golpe de Estado».
Según la misma fuente, el deseo de Malí, Burkina Faso y Níger de abandonar el bloque regional, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), tendrá un impacto negativo en el negocio del tráfico sexual, ya que limitará la libre circulación de personas y mercancías en la región.
Según un informe de 2022 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), las mujeres y las niñas constituyen 69 % de las víctimas y supervivientes del tráfico y la trata en Níger.
Mientras las autoridades militares de Níger se afianzan en el poder y fustigan la actitud neocolonialista e imperialista de Occidente y la injerencia de la Cedeao en los asuntos internos del país, la vida parece cada vez más difícil en esta nación productora de uranio de África Occidental.
Ello obliga a miles de niñas y mujeres menores de edad a buscar una vida mejor en otros lugares.
Un investigador que acaba de regresar a Benín desde Níger afirma: «Hay que vivir en Níger ahora mismo para entender lo que está pasando allí. Olvídate de lo que ves en la televisión estatal. Si los habitantes de las grandes ciudades, como Niamey, la capital, se esfuerzan por sobrevivir, en el campo hay mucha gente desesperada porque la situación humanitaria es terrible».
«Los que dicen que la ayuda al desarrollo no funciona mienten porque nunca han estado sobre el terreno para verlo por sí mismos», sentencia.
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T: MF / ED: EG