LA PAZ, México – El jubilado Sergio Pérez cuenta las semanas que quedan para que llegue el calor a la ciudad de La Paz, en el noroeste de México, porque significa que empezará el viacrucis de la falta de agua en la zona.
A partir de marzo, cuando el termómetro inicia su recalentamiento en la capital del estado de Baja California Sur, el agua se ausenta de los grifos y la población almacena el líquido como el tesoro más preciado, situación que empeora cuando en junio arriba el verano boreal.
“Ahora hay agua, porque es invierno. La época calurosa es la más crítica, porque no hay presión. Solo cae en la noche, es desvelada segura. En verano, es imprescindible. Hay otras colonias (barrios) que tienen agua todo el tiempo, es muy disparejo. Vivir con poca agua es terrible”, dijo a IPS Pérez, de 60 años, casado, padre de dos hijos y quien hasta su jubilación fue jefe de lavandería de un hotel.
En época seca, Pérez pone el despertador a medianoche y se levanta cada hora a ver si hay agua. Si llega, llena garrafones y cuánto recipiente puede para echar en dos depósitos de unos 500 litros de capacidad. Si no, vuelve a dormir frustrado. Cada mes, la factura del servicio es implacable: unos seis dólares, haya o no servicio.
En esa temporada, las tuberías solo transportan aire y expectativas invisibles para una ciudad con 292 241 habitantes, según el último censo, de 2020, y que está sujeta a la distribución programada por días del recurso para administrar el déficit. Pero el esquema no es puntual y hay barrios que pasan varios días sin agua.
“Ahora hay agua, porque es invierno. La época calurosa es la más crítica, porque no hay presión. Sólo cae en la noche, es desvelada segura. En verano, es imprescindible. Hay otras colonias que tienen agua todo el tiempo, es muy disparejo. Vivir con poca agua es terrible”: Sergio Pérez.
De hecho, más de la mitad de México enfrenta algún grado de sequía. Pero oficialmente eso no sucede en la península de Baja California, según el Monitor de Sequía de la gubernamental Comisión Nacional del Agua. Ello pese a que por sus características desérticas, la península registra baja pluviosidad y baja recarga de sus acuíferos.
De los 39 acuíferos que tiene este territorio, 21 padecen déficit, pues la extracción rebasa a la recarga, entre ellos los depósitos subterráneos de Cabo San Lucas, La Paz y San José del Cabo. El estado cuenta con seis represas para embalsar agua, dos en las inmediaciones de La Paz.
En Baja California Sur operan 1247 concesiones de aguas superficiales, de las cuales la mayoría, 612 del total, recae en la categoría “diferentes usos” y que ampara varios destinos del recurso; 506 al sector pecuario; y 92 al agrícola.
Mientras, funcionan 3289 permisos de agua subterránea, de los cuales diferentes usos acapara 1297, el agro, 950; el pecuario, 782, y el doméstico, 100.
Además de la escasez, la red pública sufre fugas voluminosas, que rebasarían 40 % del fluido, según las organizaciones hídricas, debido a las tuberías viejas y la insuficiente inversión pública.
El empresario Juan Trasviña, miembro del colectivo no gubernamental Frente Ciudadano en Defensa del Agua y la Vida, padece la habitual crisis de suministro, pues para tener agua toda la semana ha tenido que instalar una gran cisterna, ya que recibe el equivalente a ocho horas de aprovisionamiento cada cuatro días.
Especialista en soluciones hídricas, su negocio vende sistemas de reciclaje de agua y de tratamiento del agua de lluvia.
”El tema es crítico para nosotros, pues es el estado que menos agua tiene. Hay cada vez menos agua, resultado de una pésima administración en los municipios. El desempeño ha sido bastante deplorable, porque invierten en otros asuntos, cuando se olvidan que lo más importante es el agua. En vez de reparar tuberías, se han dedicado a hacer otras obras”, criticó a IPS en la capital sudcaliforniana.
Tierra sedienta
En México, un país de 129 millones de habitantes y casi dos millones de kilómetros cuadrados, la franja del centro hacia el norte, hasta la frontera con Estados Unidos, enfrenta el panorama más delicado debido al déficit hídrico, que tenderá a agudizarse a mediano y plazo, según varias plataformas de investigación. De hecho, esa zona ya presenta estrés hídrico.
La llamada brecha nacional: la diferencia entre el consumo y la recuperación, suma casi 45 kilómetros cúbicos, incluyendo los usos doméstico, industrial y de irrigación. Ocho de ellos en Baja California Sur.
“Las autoridades no se toman el problema en serio, no sé qué tienen en la cabeza. Lo peor es que no hay política para tiempos de sequía, el modelo de gestión está muy mal”: Delia Montero.
Por razones diferentes, Ciudad de México, con más de ocho millones de habitantes según el último censo, que suben a 20 millones al sumar su área metropolitana, se ve reflejada en la situación de todo el norte nacional, y se arriesga a quedarse sin agua en los próximos meses, según varias estimaciones.
La crisis radica en el empobrecimiento del sistema Cutzamala, integrado por siete presas en el contiguo estado de México y el occidental estado de Michoacán, y que aporta 27 % del agua utilizada en la metrópoli, además del acaparamiento irregular de industrias y el ramo inmobiliario.
Ese gran sistema, que bombea el recurso sobre los cerros y que requiere de una gran cantidad de energía, opera a 40 % de su capacidad por la sequía. Además, 56 % del aprovisionamiento capitalino procede de 976 pozos.
La víctima es el acuífero del valle metropolitano y que sufre de déficit crónico, dado que la extracción supera a la recuperación.
La existencia de políticas inadecuadas refuerza la crisis, destaca Delia Montero, académica de la pública Universidad Autónoma Metropolitana, en el campus Iztapalapa, una de las áreas capitalinas que más sufren la escasez hídrica.
Las autoridades “no se toman el problema en serio, no sé qué tienen en la cabeza. Lo peor es que no hay política para tiempos de sequía, el modelo de gestión está muy mal. Si no hay límites, difícilmente uno lo haga. Para eso está el Estado, para regular y sancionar. La gente se las arregla como puede. Si no hay crisis, no ahorra”, señaló a IPS la especialista, integrante de la Red de Investigación en Agua.
Paliativos
Lo peor sobre la situación del agua en México es que el viento del futuro no trae humedad, sino resequedad.
La firma de calificación financiera S&P Global Ratings prevé que la cantidad de estados con estrés hídrico casi se duplicará hasta alcanzar a 20 del total en 2050, frente a 11 en 2020. Eso significa que más de 60 % del territorio mexicano estará afectado.
En la década presente, los más expuestos son Baja California, Baja California Sur, el central Aguascalientes y Ciudad de México.
En Baja California Sur, el Organismo Operador Municipal del Sistema de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de La Paz construye desde octubre una planta potabilizadora con una inversión de 8,46 millones de dólares y capacidad de 70 litros por segundo.
Además, el mimo organismo de Los Cabos erige desde 2022 una nueva planta desaladora en Cabo San Lucas, dentro de esa localidad situada en el extremo sur de la península, con capacidad de 250 litros por segundo, que operaría desde 2025.
Su costo es de unos 60 millones de dólares de capital mixto, en una inversión en la que el gubernamental Fondo Nacional de Infraestructura aporta 24 millones.
Los Cabos ya posee otra planta desaladora, de 200 litros por segundo de capacidad.
Los entrevistados coincidieron en la importancia de la reparación de fugas, la captura de lluvia y la reutilización de agua para enfrentar una crisis que no va a desaparecer por arte de obras.
“Es mucho más económico reparar tuberías, porque el porcentaje que se deja de perder alcanzaría para abastecer a la población. Además, el costo del metro cúbico tratado es cinco o 10 veces menos que el del agua potable”, refirió Trasviña.
Las soluciones no son descubrimientos innovadores.
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El Estudio hidrológico del estado de Baja California Sur de 1995 propuso ya estimular la eficacia de las plantas de tratamiento, fomentar el reúso en la agricultura, promover la desalación de agua de mar, priorizar la demanda de agua potable y a las actividades que generan mayor ingreso por metro cúbico de agua.
Asimismo, sugirió reparar fugas, impulsar acciones para modificar patrones de desperdicio y optimizar el uso del líquido, para reducir la extracción.
La académica Montero planteó aprovechar la lluvia y fomentar el reciclaje. Las autoridades “sacan todo el agua de lluvia y eso es un error. Sería el momento de prever de cómo agarrar más lluvia. Se puede usar agua tratada para regar”.
“Cada alcaldía podría manejar su propia agua e instalar pequeñas tratadoras y así recargar acuíferos. Mover agua es muy caro y no tiene sentido”, puso como ejemplo.
Ante el panorama seco, el jubilado Pérez no espera medidas del cielo, solo un trato más justo. “Deben reparar las fugas, todos tenemos que cuidar el agua”, reclamó junto a sus dos depósitos en su vivienda en un barrio de clase media baja en La Paz.
ED: EG