BULAWAYO, Zimbabue – Las recientes elecciones en Zimbabue han puesto en evidencia la debilidad de las políticas de género tanto a nivel de partidos políticos como de gobierno, ya que las mujeres fueron dejadas de lado a pesar de que constituyen más de la mitad de los 6,5 millones de electores.
Zimbabue celebró sus comicios presidenciales, legislativos y municipales los días 23 y 24 de agosto.
Solo 22 mujeres resultaron elegidas para los 210 escaños de la Asamblea Nacional, de las 70 que se presentaron frente a 637 candidatos masculinos, según el Centro de Recursos Electorales.
El número de mujeres que compitieron por los escaños de la Asamblea Nacional muestra un descenso en comparación con las anteriores elecciones de 2018, en las que el número de mujeres que compitieron contra hombres fue de 14 %.
En las elecciones de 2023, el número total de mujeres fue de 11 %.
Las 22 mujeres que fueron debidamente elegidas como diputadas representan un escaso 10 por ciento de las mujeres en la Asamblea Nacional, lo que significa que solo 30 % de las mujeres que compitieron ganaron, según la Academia de Mujeres para el Liderazgo y la Excelencia Política (Walpe, en inglés).
Esta cifra ha caído desde las 25 mujeres, el 11,9 %, que obtuvieron escaños en las elecciones de 2018.
«Hay una falta de voluntad política por parte de nuestros líderes políticos para promover la igualdad de género», afirmó a IPS la directora ejecutiva de Walpe, Sitabile Dewa.
A su juicio, «el entorno político en Zimbabue se caracteriza por la violencia, el patriarcado, el miedo, el acoso y la marginación de las mujeres en los procesos electorales”.
“Estos desafíos son algunos de los principales impedimentos para que las mujeres asciendan a puestos de liderazgo en todos los niveles de gobierno del país», añadió.
Dewa dijo que para que Zimbabue cierre la brecha de género, los líderes de los partidos políticos deben hablar de igualdad nivelando genuina y sinceramente el campo electoral para permitir que las mujeres, las jóvenes y las discapacitadas participen libre, activa y plenamente como candidatas y votantes.
Como ejemplo de prácticas patriarcales negativas, hace poco se hizo viral un vídeo en el que un activista del partido gobernante, la Unión Nacional Africana (Zanu PF), utilizaba nombres despectivos para referirse a Judith Tobaiwa, candidata por Kwekwe Central, una circunscripción situada a 215 kilómetros de Harare, la capital de Zimbabue.
El elevado coste de las tasas de inscripción también supuso un obstáculo para muchas mujeres que deseaban ser candidatas.
En las elecciones generales de 2023, la Comisión Electoral de Zimbabue elevó las tasas de nominación más allá del alcance de muchas mujeres que ya están en desventaja económica en comparación con sus homólogos masculinos en el país.
Las candidatas presidenciales pagaron 20 000 dólares estadounidenses, mientras que las parlamentarias desembolsaron 1000 dólares y 100 dólares las candidatas a concejales.
En cambio, en 2018, los candidatos presidenciales pagaron 1000 dólares, mientras que los legisladores pagaron 50 dólares.
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Linda Masarira, del partido opositor Laboristas, Economistas y Demócratas Africanos, es una de las dos aspirantes a la presidencia que este año tuvo dificultades para reunir los 20 000 dólares de tasas de nominación exigidos por la Comisión Electoral.
Mientras que los escaños para la Asamblea Nacional se repartieron entre la opositora Coalición de Ciudadanos por el Cambio (CCC) y el Zanu PF, los de los partidos más pequeños y las candidatas que se presentaron como independientes no consiguieron ningún escaño en las urnas, lo que muestra las dificultades fuera de los principales partidos políticos.
Todas estas cifras están por debajo del umbral mínimo de 30 % establecido en la Declaración sobre Género y Desarrollo de la Comunidad para el Desarrollo del África Meridional (SADC) de 1997, la Constitución de Zimbabue y el 5 Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, que pretende promover la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas.
Además, entre los 11 candidatos a la presidencia no hubo en los comicios de agosto ninguna mujer, después que Masarira y otra aspirante fueron bloqueadas por la Comisión electoral por cuestiones técnicas vinculadas al supuesto retraso en el pago de las tasas de nominación.
Oficialmente, el actual presidente, Emmerson Mnangagwa, de Zanu PF, seguirá en el poder tras obtener 52,6 % de los votos, frente a su mayor rival, Nelson Chamisa, de la CCC, que obtuvo 44 %.
Pero la oposición ha rechazado los resultados, que se han visto empañadas por la intimidación de los votantes, el retraso de las papeletas en bastiones opositores como Harare y Bulawayo, las dos principales ciudades del país, y el fraude del organismo electoral a favor del partido gobernante, el Zanu PF.
Múltiples informes de observadores, incluida la SADC, declararon las elecciones no creíbles, no libres y no justas.
El reelegido presidente solo ha nombrado a seis mujeres de los 26 puestos en el nuevo gabinete, designado en septiembre, lo que equivale a 23 % del consejo de ministros.
«Va a ser una tarea colosal para Zimbabue alcanzar el equilibrio de género de 50 %, tal y como consagra la Constitución», indica Masarira.
Según la especialista, esto se debe a que el país carece de una «Ley de Igualdad de Género que haga operativos» algunos artículos de la Constitución.
«En segundo lugar, hay una aplicación selectiva de la Constitución por parte de los partidos políticos y del propio gobierno, especialmente cuando se trata de cuestiones relacionadas con el equilibrio de género, la igualdad de género y la no discriminación», afirma Masarira.
Kembo Mohadi, el vicepresidente que se vio obligado a dimitir en 2021 por un escándalo sexual, recuperó su lugar de principal aliado de Mnangagwa.
Se filtraron a los medios de comunicación locales supuestas llamadas grabadas de Mohadi solicitando sexo a mujeres que estaban casadas y eran sus subordinadas. Mohadi no ha sido acusado de ningún delito sexual y ha desmentido el audio afirmando que fue víctima de un complot político y de una clonación de voz.
«Es evidente que a Mnangagwa no le molestan los escándalos sexuales de Mohadi ni de nadie», afirma Gladys Hlatywayo, alta representante de la opositora CCC. «De hecho, siempre hemos sabido que los escándalos sexuales nunca fueron la razón por la que se vio obligado a dimitir y que fueron una mera tapadera de un motivo político», añade en entrevista con IPS.
“El mensaje que envía Mnangagwa al volver a nombrar a Mohadi es que no le importan en absoluto los derechos de las mujeres», dice.
Además, aduce, Mnangagwa manda un mensaje claro con el nuevo nombramiento de Mohadi como vicepresidente, sobre que no está dispuesto a considerar el bienestar de las mujeres.
El nombramiento de Mohadi, es una medida “que apesta para todas las sobrevivientes de abusos sexuales cometidos por los hombres” y resalta que para el más alto cargo del país “los derechos de las mujeres no tengan importancia», afirma Hlatywayo.
«El cargo de vicepresidente exige los más altos niveles de integridad y probidad moral por parte de quienes lo ejercen», asegura.
La Constitución de Zimbabue de 2013 introdujo un sistema de cuotas femeninas, reservando 60 de los 270 escaños legislativos para las mujeres.
Esta disposición de representación proporcional, que expiraba en 2023, se prorrogó dos ciclos electorales más mediante una enmienda introducida en la Constitución por el régimen de Mnangagwa el año pasado.
Algunas mujeres prefieren estos escaños de representación proporcional a los disputados en las urnas.
Dewa afirma que es necesaria una revisión completa del actual sistema electoral para promover la igualdad de género en la política.
«Hay que cambiar el sistema de votación electoral, del sistema mayoritario al de la representación proporcional, con una lista en formato cebra (o cremallera, que alterna a varones y mujeres), ya que así se garantiza la igualdad de género. Los ciudadanos deben votar a partidos políticos, no a individuos, ya que esto también aísla a las mujeres de la violencia política y la compra de votos», afirma.
T: MF / ED: EG