SANTA MARÍA OSTUMA, El Salvador – Los efectos causados por el fenómeno de El Niño en la agricultura de América Central ponen de nuevo la presión sobre miles de familias campesinas que sienten cómo la variabilidad climática las vuelve más vulnerables económica y alimentariamente, al perder sus cosechas.
Pero no solo eso. Además de la obviedad de que las malas cosechas conllevan un aumento en los precios de los alimentos y de la inseguridad alimentaria, también generan falta de empleo en el campo, abriendo más la ventana a la migración, apuntaron varios de los expertos entrevistados por IPS.
El fenómeno de El Niño Oscilación Sur no se presentaba desde 2016 en el área, pero ahora reaparece en una fase que preocupa, la fuerte, como definen los meteorólogos a la peor de las tres modalidades de la oscilación y cuyas consecuencias ya se están percibiendo en el terreno.
Impacto familiar
“La falta de agua nos hizo sembrar más tarde, en junio, ahí nos afectó una seca (sequía) y nos arruinó el cultivo del maíz y también el frijol”, contó a IPS el agricultor Gustavo Panameño, de 46 años, mientras veía desconsolado las pocas plantas que lograron mantenerse en pie en su maizal.
Todo el maíz lo perdí, prácticamente, y los frijoles también, no sirvieron, nacieron pero no dieron nada”: Héctor Panameño.
La parcela que arrienda Gustavo para cultivar, de menos de una hectárea, está ubicada en Lomas de Apancinte, una colina en las cercanías de Santa María Ostuma, en el departamento de La Paz, en el centro de El Salvador.
“El frijol se perdió, no dio nada, esperaba cosechar unas 300 libras (136 kilógramos)”, acotó.
La cosecha de maíz y frijoles “era para el consumo de la familia, parientes cercanos, y de vez en cuando para vender”, dijo Gustavo.
En esa misma área se encuentra también la parcela en arriendo de Héctor Panameño, que perdió casi por completo su cosecha de maíz y lo poco que había sembrado de frijoles.
Esos dos granos son la base de la alimentación de la población salvadoreña, de 6,7 millones de habitantes, así como en el resto de los países centroamericanos, con una población de algo más de 48 millones.
Se trata de una región subtropical con dos estaciones: la húmeda, de noviembre a abril, y la seca el resto del año, donde la agricultura aporta 7 % del producto interno bruto (PIB) y 20 % del empleo, según datos del Sistema de Integración Centroamericano (Sica).
“Todo el maíz lo perdí, prácticamente, y los frijoles también, no sirvieron, nacieron pero no dieron nada”, aseguró Héctor, de 66 años, pariente lejano de Gustavo.
En esta fase, el tallo de las plantas de maíz ha sido ya “doblado”, una práctica campesina que ayuda a secar la mazorca, la fase final del proceso antes de su cosecha.
Y lo que debería ser un maizal nutrido de plantas ya secas, alineadas en un surco, apenas muestra un puñado por aquí y otro por allá, para tristeza de Héctor.
Ambos agricultores aseguraron que además de las sequías, los cultivos fueron también golpeados por varias tormentas que trajeron consigo ráfagas violentas de viento, que terminaron tumbando las plantas de maíz.
“Las matas ya estaban grandes, de 45 días, ya a punto de soltar la flor, pero vino un ventarrón y las botó (tumbó)”, se lamentó Héctor.
Y añadió: “Después de eso quedaron unas matas en pie, y cuando la mazorca ya empezaba a llenar el grano, vino otro nortazo (viento fuerte) y terminó de botar toda la siembra”.
Hace unas semanas tanto Gustavo como Héctor resembraron maíz y frijol, tratando de recuperar algo de lo perdido. Ahora le apuestan a la postrera, como se llama en América Central el segundo ciclo de siembra, a finales de agosto, cuya cosecha es en noviembre.
Los ventarrones a los que aludieron ambos agricultores serían parte de esa variabilidad climática extrema generada en el contexto del cambio climático y El Niño.
El Niño 2.0
“Eso es parte del mismo proceso, el calentamiento de la superficie del agua genera esos vientos”, dijo Pablo Sigüenza, ambientalista de la Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria de Guatemala (Redsag).
En Guatemala también se ha percibido lo que ya está siendo evidente en la región y detectado por los expertos: debido a que El Niño viene en su modalidad fuerte, en que la variabilidad climática es aún más pronunciada: periodos de sequías más prolongadas con lluvias más intensas.
Con eso, la cosecha de postrera corre peligro, aseguraron los expertos entrevistados.
Eso significa que si previamente se consideraba que El Niño se presentaba como sequía en los primeros meses del ciclo agrícola, ahora golpea con más fuerza en el segundo periodo, en agosto, cuando la cosecha postrera está en pleno desarrollo.
“Para los campesinos era evidente desde abril que estaba lloviendo menos, comparado con otros años”, acotó Sigüenza a IPS desde Ciudad de Guatemala.
“Después, en agosto, tuvimos las primeras alertas desde altiplano y la costa sur de que las plantas no estaban creciendo bien, que estaban bajo estrés hídrico”, subrayó.
La región más afectada, detalló, es la del Corredor Seco, que en el caso guatemalteco abarca los departamentos de Jalapa, Chiquimula, Zacapa, El Progreso, parte de Chimaltenango y de Alta Verapaz, en la zona central del país.
El Corredor Seco es una franja de 1600 kilómetros de largo, que atraviesa de norte a sur porciones de México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
Se trata de una zona altamente vulnerable a eventos climáticos extremos, donde periodos largos de sequía son seguidos de lluvias intensas que afectan fuertemente los medios de vida y la seguridad alimentaria de las poblaciones locales, según define la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Sigüenza dijo que se prevé que la seguridad alimentaria por falta de granos básicos afectará a unos 4,6 millones de personas en Guatemala, un país de 17,4 millones de habitantes.
Incluso la estadounidense Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés), “previó que los meses de agosto, septiembre y octubre iban a ser los meses con mayor presencia de El Niño”, acotó Luis Treminio, presidente en la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios.
Treminio dijo que en este momento está sembrada 75 % de la producción de frijol, y por ser menos resistente a sequías y lluvias que el maíz y que el sorgo, hay más posibilidades de pérdida en esa leguminosa.
“Entonces el riesgo ahora es la postrera, pues de cumplirse todo ese escenario vamos a tener una producción de postrera bajísima”, señaló.
Las estimación de Treminio es que El Salvador tendrá un déficit de granos básicos de 6,8 millones de quintales, que el país tiene que suplir, como siempre, con importaciones.
Nicaragua, el más golpeado
Nicaragua, con 6,8 millones de habitantes, es el país de América Central que ha resultado más golpeado por El Niño, aseguró a IPS el brasileño Adoniram Sanches, coordinador subregional para Mesoamérica de la FAO.
Como en otros países de la región, los agricultores nicaragüenses perdieron en la primera siembra, en mayo, y volvieron a perder en la segunda, la postrera, “y todo eso desequilibra fuertemente la economía campesina”, dijo el funcionario de la FAO desde Ciudad de Panamá.
Sanches sostuvo que El Niño ya está instalado en 93 % en la región hasta marzo del 2024 y, además, su presencia es en 71 % “fuerte”.
Agregó que en el Corredor Seco 64 % de las fincas son de menos de dos hectáreas de extensión. Es decir, hay muchas familias concentradas en agricultura de subsistencia, y con menos cosechas, enfrentarían desempleo y buscarían válvulas de escape, como la migración.
“Todo eso generaría entonces una bomba migratoria”, dijo Sanches.
Sobre los impactos en Nicaragua, el investigador Abdel García, experto en clima, ambiente y desastres, aseguró que, en efecto, el país está recibiendo “el coletazo negativo” de El Niño, es decir, menos lluvia en los meses que deberían ser más copiosos, como septiembre.
García aseguró que las afectaciones climáticas no solo se perciben en la agricultura y por ende en la economía, sino también en el medio ambiente.
“El ecosistema ya se está resistiendo: vemos ríos y fuentes de agua superficiales secos, y también los embalses, que están en sus niveles mínimos ahorita”, afirmó García a IPS desde Managua.
García dijo que algunos productores del departamento de Estelí, en el noroeste nicaragüense, ya están hablando de un plan B, es decir, dedicarse a otras actividades económicas fuera de la agricultura, dada la dura situación en este sector.
A finales de agosto, la FAO anunció el lanzamiento de un plan de ayuda humanitaria con el que buscaba movilizar unos 37 millones de dólares para asistir a las comunidades vulnerables en América Latina frente al impacto del fenómeno de El Niño.
En concreto, el objetivo era apoyar a 1,1 millones de personas en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
Más ambiciosa aún es una iniciativa en la que FAO va a participar como enlace entre gobiernos de 30 países del mundo e inversores, bancos multilaterales de desarrollo, el sector privado y donantes internacionales, con el fin de que esas naciones tengan acceso a recursos y destinarlos hacia la agricultura.
En la reunión, que tendrá lugar en Roma, sede mundial de la FAO, del 7 al 20 de este mes de octubre, los gobiernos podrán presentar a los inversores proyectos por un total de 268 millones de dólares.
Entre las naciones que presentarán sus propuestas se encuentran 10 de América Latina y el Caribe, incluyendo Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua.
Mientras tanto, a pesar de los pronósticos sombríos para las familias campesinas, que están recibiendo el golpe directo de El Niño, tanto Gustavo como Héctor no pierden la esperanza de que vale la pena un segundo intento ahora que la cosecha postrera ya va en desarrollo.
“No nos queda otra más que seguir trabajando, no nos podemos quedar de brazos cruzados”, sentenció Héctor, con una sonrisa más alentadora que resignada.
ED: EG