La crisis se hace crónica y fragmenta la sociedad en Argentina

Carros de cartoneros, que es como llaman los argentinos a quienes buscan cosas de valor en la basura, frente a un depósito de compra de mercaderías en el barrio de La Paternal, en la ciudad de Buenos Aires. Foto: Daniel Gutman / IPS

BUENOS AIRES – Es la mañana de un lunes de abril en la calle peatonal Florida, en pleno centro de la capital de Argentina, y frente a la vidriera de un negocio de electrodomésticos se junta gente para ver en un aparato de TV una escena de violencia callejera, que no pertenece a una película ni a una serie.

Es en directo y sucede a pocos kilómetros de allí, en los suburbios pobres de Buenos Aires: compañeros de un chofer de bus urbano asesinado durante un robo golpean y tiran piedras al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, quien se había acercado a conversar y ofrecer su solidaridad delante de las cámaras.

Nadie parece sorprendido entre los empleados de oficina que conforman el público y varios no disimulan cierta satisfacción por el hecho de que otras personas comunes hayan decidido pasar a la acción contra un representante de la dirigencia política, blanco de un malestar extendido, según reflejan todos las encuestas de opinión.

“Esto tenía que pasar alguna vez. Si los políticos cobran fortunas por no hacer nada y nosotros trabajamos todo el día para ganar una miseria… Y encima salís a la calle y te matan para robarte”, comenta uno de los televidentes. El resto lo mira con aprobación.

La escena refleja el clima de hartazgo y tensión que se vive en amplios sectores de la sociedad argentina, en medio de una crisis económica larga y profunda, que en los últimos cinco años ha deteriorado persistentemente el poder adquisitivo de los salarios, debido a una inflación que ocasionalmente da respiro durante un par de meses, solo para volver luego con mayor fuerza.

“Hay una polarización social creciente en Argentina, con clases medias cada vez más débiles. Cada crisis deja una parte de la sociedad fuera del sistema”: Agustín Salvia.

Si existió espacio para un módico optimismo en 2022, debido a una recuperación de la actividad económica en la pospandemia de covid-19, hoy eso parece lejano, ya que el comienzo de este año trajo noticias que reflejan la magnitud de la degradación social en este país latinoamericano.

El 31 de marzo se conoció el dato oficial de pobreza del segundo semestre de 2022, que alcanza a 18,1 millones de personas o 39,2 % de la población, en este país del cono sur americano, con unos 46 millones de habitantes, según las cifras más actualizadas.

Como 2021 había cerrado  con 37,3 %, quiere decir que en un año un millón de personas fueron arrojadas a la pobreza, a pesar de que la economía, gracias al rebote de la actividad en la pospandemia, creció 4,9%, por arriba del promedio de la región, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Pero esos datos ya son viejos y los de 2023 serán peores debido a la aceleración de la inflación, que es sorprendente incluso para los estándares de la Argentina, país muy acostumbrado a esta enfermedad

El alza de precios en febrero llegó a 6,6 %, con lo que superó la tasa de 100 % interanual (desde marzo de 2022 a febrero de 2023) por primera vez desde 1991.

Cuando se hila un poco más fino, tal vez el peor dato es que los precios crecieron mucho más que el promedio,  9,8%, en alimentos, el rubro al que las clases menos favorecidas destinan casi todo su dinero.

A este cuadro hay que sumarle una sequía extrema que ha afectado la cosecha de soja y otros granos, que son el mayor generador de divisas en la Argentina. Las estimaciones de distintas organizaciones públicas y privadas sobre cuánto dinero perderá el país este año en exportaciones van entre 10 000 y 20 000 millones de dólares.

Este es uno de los motivos por los que el Banco Mundial, que había pronosticado un crecimiento de 2 % de la economía argentina para este año, revisó a comienzos de abril sus estimaciones y concluyó que no habrá crecimiento económico en 2023.

Luis Ángel Gómez, en el comedor popular que regenta en el municipio de San Martín, uno de los más densamente poblados del llamado Gran Buenos Aires. Desde hace 10 años da almuerzo y merienda a unos 70 niños, pero últimamente cuenta que ayuda también a padres y abuelos. Foto: Daniel Gutman / IPS

Comedores populares

A unos 15 kilómetros del centro de Buenos Aires, en el barrio Loyola, los datos fríos de la economía se convierten en casas precarias separadas por pasillos angostos, montones de basura en las esquinas, perros flacos que caminan entre niños que juegan en la calle.

En un tráiler de camión que lleva la publicidad de un político en campaña, una dentista extrae muelas gratuitamente a los vecinos, cada vez más con más problemas para acceder a servicios de salud.

El barrio está en San Martín, uno de los municipios del llamado Conurbano, que rodea Buenos Aires. En estos suburbios viven 11 de millones de personas (casi la cuarta parte de la población total del país), y la proporción de pobreza es de 45 %, con lo que supera a la media nacional.

“Nunca vi lo que se está viviendo hoy. Antes salían a cartonear (buscar cosas de valor en la basura) solamente los hombres, porque se pensaba que la calle no era para las mujeres. Pero hoy salen las mujeres también”, cuenta a IPS Luis Ángel Gómez, de 58 años, nacido y criado en el barrio, que hace albañilería y otros trabajos ocasionales.

Efectivamente, los carros de los cartoneros, que antes solían verse solo por los barrios más densamente poblados de Buenos Aires al caer el sol, cuando los encargados de los edificios sacan las bolsas de basura, hoy se ven en toda la ciudad y a toda hora.

Una feria de venta de ropa a bajos precios en el Parque Centenario, uno de los más conocidos de Buenos Aires, ubicado en Caballito, tradicional barrio de clase media acomodada de Buenos Aires. Este tipo de ferias callejeras han crecido en Argentina ante la persistente inflación que destruye el poder adquisitivo de los salarios. Foto: Daniel Gutman / IPS

Gómez está al frente desde hace 10 años un comedor popular en Loyola, donde da almuerzo tres veces por semana y merienda dos veces a más de 70 niños y adolescentes. Es una habitación con techo de chapas, un par de cocinas a gas y fotos de niños y niñas sonrientes como decoración.

“El municipio me da algo de mercadería: 20 kilos de carne picada y dos cajones de pollos por mes. Después, cocino con donaciones”, cuenta Gómez. “Esta caja me la dio la empresa que recolecta la basura en el municipio”, agrega mientras muestra cartones de leche de larga duración.

La actividad del comedor, dice Gómez, no alcanza a cubrir las necesidades de los vecinos: “Mi preocupación siempre fue darle un mejor futuro a los chicos y les daba de comer hasta los 14 o 15 años. Hoy tengo que ayudar también a los padres y a los abuelos”, remarca.

Los carros de cartoneros, que hasta hace pocos años solo se veían al caer el sol en los barrios más densamente poblados, hoy se han convertido en una imagen habitual en todas las zonas de Buenos Aires a toda hora. Aquí, en el barrio de Flores. Foto: Daniel Gutman / IPS

La clase media en el tobogán

La crisis se aceleró desde 2018 y se profundizó con la pandemia, pero Argentina atraviesa un período de estancamiento, con bajo crecimiento económico y muy escasa creación de empleo privado formal desde hace más de una década.

Un trabajo que acaba de presentar la Universidad Católica Argentina (UCA) revela que desde 2010 empeoraron el acceso a la alimentación y la salud y al empleo y a la seguridad social, pese a la asistencia social, que alcanzan a cinco millones de hogares sobre un total de 12 millones.

“Hay una polarización social creciente en Argentina, con clases medias cada vez más débiles. Cada crisis deja una parte de la sociedad fuera del sistema”, explicas a IPS el sociólogo Agustín Salvia, director del Observatorio Social de la Deuda Social Argentina de la UCA, que es considerado un referente en el país.

Salvia explicó que la mejora de la actividad económica a la salida del covid-19 permitió la creación de nuevos empleos hasta el tercer trimestre del año pasado, pero que la pobreza aumentó igual porque eran casi todos empleos precarios y de bajos salarios.

“El ciclo de recuperación pospandemia se terminó. Desde el último trimestre de 2022 no hay más creación de empleo, lo que sumado a la inflación, hará que la pobreza crezca en 2023”, agrega Salvia.

El especialista afirma que la pobreza estructural o crónica solía ser de 25 o 30 % en  Argentina, pero ahora se ha estabilizado en 40 o 45 %, con un deterioro marcado por el estancamiento del empleo de calidad, que ha empujado a la pobreza a muchas familias que integraban la clase media.

ED: EG

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe