LA HABANA – Entre autos clásicos estadounidenses de más de 60 años, camiones, buses, autos y motos eléctricas que se amalgaman en el tráfico llama la atención cuando la cubana Aurora Couret transita con su peculiar bicicleta de carga por calles de esta capital.
“No conozco de otra mujer conduciendo una ‘cargo bike (bicicleta de carga)’. Muchas personas creen que no puedo con ella. Pero es porque todavía nos asocian poco con este medio de transporte, y menos de tales dimensiones”, comentó Couret a IPS.
Fundadora de un negocio de joyería de cerámica, la también modelo profesional se desplaza desde el año pasado en una Cruiser Long Steps, un moderno prototipo fabricado en los Países Bajos, de 2,5 metros de largo concebida para uso doméstico.
Con 42 kilogramos y la posibilidad de acarrear otros 80 kilogramos, el medio de dos ruedas, posibilidad de pedaleo asistido y una caja de transporte estrecha es una de los dos recibidas desde el exterior por Citycleta, proyecto sin ánimos de lucro que desde 2017 fomenta una cultura ciclista en La Habana, y del cual Couret es colaboradora.
“Me intimidaba por el tamaño, pero me aventuré a conducirla para las actividades de Citycleta o llevar las compras. Cuando te adaptas a su equilibrio es fácil e, incluso, más cómoda que una bicicleta ligera, porque con más peso gana en estabilidad”, señaló la joven.
Apuntó sobre la posibilidad de “incorporarla a mi proyecto de negocio. Trabajo la cerámica y me he propuesto visibilizar esta manifestación artística por parte de las mujeres. La cargo bike es muy útil para transportar los insumos”.
De acuerdo con la emprendedora, aprender a montar bicicleta, además de facilitar la vida, “me ha dado comodidad y bienestar. Siento que estoy más saludable. Es necesario estimular su uso, además de incentivar nuevos diseños”.
“Tenemos que seguir trabajando con las entidades decisoras para disponer de una ciudad más amiga de la bicicleta”: Adriano Fiol.
Modelos de triciclos mecánicos, más modestos y manufacturados artesanalmente con materiales reciclados, transitan por urbes cubanas y sobre todo en esta urbe de 2,2 millones de habitantes, para la venta de flores, productos agrícolas, dulces, mover cargas diversas y transportar personas.
Otros tipos procedentes del exterior como el que usa Couret, con precios que oscilan entre 4200 y 5300 dólares, se encuentran muy distantes del bolsillo de la mayoría de las familias en la isla, donde el salario medio al cambio oficial equivale a unos 35 dólares.
Defensores del uso de las bicicletas mecánicas consideran que la industria nacional en alianza con centros de diseño y emprendimientos privados pudiera concebir modelos más económicos, estéticos y funcionales para el traslado de cargas en un país con ingentes problemas en su sistema de transporte.
El 22 de febrero, en una comparecencia televisiva, el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez, reconoció que, junto con la escasez de combustibles, el envejecimiento de las flotas y la escasez de divisas para comprar piezas de repuesto han provocado un deterioro progresivo de las capacidades de movilización pública, con el aumento de los tiempos y contrariedades para desplazarse.
Luces y sombras
La exposición de bicicletas de carga fue una de las novedades del primer Festival de la Bicicleta en La Habana, del 3 al 5 de marzo, que organizó Citycleta con el respaldo de la Embajada de Países Bajos, Fábrica de Arte Cubano y emprendimientos amigables con la ciclomovilidad.
Conferencias, recorridos citadinos, así como un desfile de moda de negocios cuyos diseños están concebidos para montar bici fueron algunas de las actividades para posicionarlas como oportunidad para el desarrollo sostenible en las industrias creativas, el urbanismo, el turismo cultural y la comunidad.
Ponentes internacionales compartieron experiencias y soluciones a problemas sociales y ambientales resueltos mediante la movilidad con bicicletas en Países Bajos, Alemania y otras naciones.
“Están sucediendo cosas interesantes con la bicicleta. Algunos emprendimientos acá, sobre todo de alimentos, las emplean para las entregas y el marketing del negocio; otros producen ropa pensando en quienes las montan”, argumentó Yasser González, coordinador general de Citycleta.
Después de dejar su profesión como operador de software, González ha enfocado sus esfuerzos a iniciativas para la comunidad ciclista. Desde 2015 impulsó primero la Masa crítica y luego Bicicletear La Habana, para estimular el pedaleo urbano y exhortar a más habaneros a asumir la bicicleta como un estilo de vida alternativo.
Al conversar con IPS, el joven abogó por visibilizar el potencial del medio de transporte, “más allá de una práctica deportiva. Cómo nos trasladamos es también una manera de expresarnos. Es importante crear conexiones entre quienes apostamos por la bicicleta, además de todo el mensaje medioambiental que incluye”.
Junto con los beneficios a la salud humana y el entorno, expandir el uso seguro de la bicicleta transversaliza varios de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), de las Naciones Unidas, además de estimular sistemas de transporte sostenibles y urbes más abiertas, seguras, limpias y saludables.
Tales esfuerzos conectan con el cada vez más en auge concepto urbanístico de “ciudad de los 15 minutos”, un modelo para reorganizar las urbes y hacer que las personas a pie o en bici accedan en ese tiempo a los principales servicios y actividades diarias -centros laborales, escuela, comercios, centros de salud y lugares de ocio-, evitando el transporte vehicular.
Con una población de 11,1 millones de habitantes y ciudades predominantemente llanas, Cuba posee potencialidades para la expansión y uso de las bicicletas al tratarse de un país del Sur en desarrollo sin la apabullante presencia de automóviles privados.
No obstante, acceder a ellas en este archipiélago del Caribe resulta complejo, pues suelen importarse completas o en partes para ensamblarlas y se venden, por lo general, en moneda convertible a precios no menores a los 200 dólares.
A la casi ausencia de ciclovías o carriles verdes y una red vial que en más de 70 % está catalogada como de regular o mal estado, se suman la escasez de piezas y accesorios, y la falta de una mayor cultura de respeto al ciclista por parte de conductores automotores.
Se echan de menos otras facilidades como lugares accesibles para reparación de recámaras y neumáticos, abastecimiento de aire y parqueos seguros en los establecimientos, entre otras disyuntivas.
No pocas personas asocian la bicicleta a “escasez” y “dificultades”, pues centenares de miles de cubanos estuvieron obligados a usarlas para asistir al trabajo y otras actividades cuando, a inicios de los años 90, desapareció la Unión Soviética y el país se hundió en una profunda crisis económica y colapsó el sistema de transporte.
Se estima que en Cuba ruedan más de 300 000 bicicletas, triciclos y motos eléctricas, importadas a partir de autorizaciones gubernamentales para incentivar la movilidad de bajas emisiones, o comercializadas en tiendas en divisas.
Buenas prácticas
Aunque las motos eléctricas ganan en popularidad en la ciudadanía cubana, Adriano Fiol piensa que invertir en una bicicleta mecánica de calidad es una opción idónea.
“Siempre que no sufras golpes u accidentes o se parta una pieza, se necesitarán repuestos por desgaste de las gomas o las cámaras, pero nada comparado con el costo de una batería de litio, por ejemplo”, complementó en diálogo con IPS el joven emprendedor.
Aunque estudió psicopedagogía, desde finales del 2018 Fiol comenzó a apostar por la ciclomovilidad y fundó Chimuelo, un taller de reparación de bicicletas en La Habana.
“Trabajamos con otros proyectos que privilegian el reciclaje para reaprovechar accesorios, partes y piezas, porque tenemos que eliminar la brecha entre lo importado y lo que necesitamos”, señaló.
De igual forma, “queremos que Chimuelo sea un lugar donde además de arreglar las bicicletas, las personas aprendan cómo cuidarla, a partir de aspectos muy básicos y sencillos que alargan la vida útil”.
Para Fiol, además de beneficios físicos y espirituales, la bicicleta elimina la dependencia del transporte público y aporta autonomía, además de volverse “un activo en tus planificaciones y su costo/beneficio a largo plazo es realmente provechoso”.
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Junto con Citycleta, otras iniciativas ciudadanas en Cuba impulsan bicicletadas y actividades afines.
Asimismo se proyecta incentivar el desplazamiento ciclístico en ciudades patrimoniales, y ampliar el sistema de bicicletas públicas, similar al que desde 2018, y pionero en la isla, gestiona con éxito la mediana empresa privada y proyecto de desarrollo local Vélo Cuba, con sede en La Habana Vieja.
En enero se inauguró en el capitalino municipio de Boyeros un sistema de bicicletas públicas como parte del proyecto Neomovilidad, ejecutado por la Dirección General de Transporte de La Habana, e implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que busca impulsar políticas públicas para una transición eficiente hacia un sistema de transporte urbano con bajas emisiones de carbono.
“Tenemos que seguir trabajando con las entidades decisoras para disponer de una ciudad más amiga de la bicicleta”, sintetizó Fiol.
ED: EG