PESHAWAR – El plan de distribución gratuita de “atta (harina, en urdu)” lanzado por el gobierno para ayudar a las comunidades afectadas por la inflación durante el mes sagrado de Ramadán ha dejado al menos 10 muertos y más de 100 heridos, ya que los posibles beneficiarios se amontonan a reclamar sus bolsas de 10 kilogramos.
“Llevamos esperando en largas colas para conseguir una bolsa de harina desde por la mañana, pero ha sido en vano, ya que la policía ha recurrido a la porra para cargar contra los posibles beneficiarios. Al menos 20 personas, entre ellas siete mujeres, resultaron heridas porque la policía cargó con porras contra la multitud”, dijo a IPS el vendedor ambulante Abdul Wali, de 35 años.
Wali, residente del distrito (municipio) de Mardan, en la provincia de Jáiber Pastunjuá, de la que es capital Peshawar, dijo que no tenía dinero para comprar harina y otros artículos de consumo diario y había puesto sus esperanzas en el plan de harina gratuita.
Pero debido a la gran afluencia de gente, no lo consiguió. Por el contrario, resultó herido y fue trasladado a un hospital.
El vendedor ambulante dijo que recibió los primeros auxilios en el hospital, donde le vendaron las heridas, pero se ha visto obligado a guardar reposo hasta que se recupere.
El 8 de marzo, el primer ministro Shehbaz Sharif anunció en la capital del país, Islamabad, que el gobierno proporcionaría a 100 millones de personas 10 kilos de atta gratis durante el Ramadán, en especial en la central provincia de Punjab y en la norteña de Jáiber Pastunjuá, también conocida como Khyber Pakhtunkhwa.
El gobernante añadió que este auxilio durante el Ramzán, como se llama comúnmente en Pakistán al Ramadán, supondría un costo equivalente a 257 millones de dólares.
Desde el comienzo de la distribución de harina en los puntos designados, 10 personas, entre ellas dos mujeres, han muerto en su esfuerzo por conseguir bolsas gratuitas de harina, distribuidas en el marco del Programa Benazir de Apoyo a los Ingresos (BISP, en inglés), que tiene como objetivo apoyar a seis millones de hogares vulnerables.
Los pakistaníes, afectados por la subida de los precios, se apresuran cada día a acudir a los puntos de distribución de la harina, pero la mitad de ellos regresan por la tarde con las manos vacías debido a la cantidad de gente que intenta reclamar sus paquetes de alimentos.
Las estampidas son un problema, sobre todo en Jáiber Pastunjuá, donde el índice de pobreza es el más alto entre las cinco provincias de este país del sur del continente asiático, con casi 241 millones de habitantes, según las previsiones para este año.
“Mi padre se puso en la fila para conseguir la harina, pero mientras tanto comenzó la estampida y murió en el acto”, dijo a IPS el jornalero Ghufran Khan, del distrito de Charsadda. Su padre, Wakil Khan, de 55 años y asmático, perdió la vida antes de recibir su ración del cereal.
“La mala gestión en los lugares de distribución mantiene a los ancianos y enfermos alejados de los puntos donde los jóvenes y sanos obtienen la harina”, se lamentó.
El 26 de marzo, una Jirga, una asamblea tradicional de líderes que adoptan decisiones por consenso en concordancia con el Islam, prohibió a las mujeres ir a los puntos de distribución en el distrito de Bara Khyber, también en la provincia de Jáiber Pastanjuá.
“Nuestras mujeres están recibiendo un trato muy duro, por lo que hemos decidido que solo los varones de las familias beneficiarias recojan las bolsas”, declaró Shahid Khan Shinwari, miembro de la Jirga distrital.
A su juicio, el gobierno debería entregar las cantidades en efectivo a través de los bancos para evitar el maltrato de los beneficiarios.
“Según las tradiciones locales, nuestras mujeres no se aventuran a salir en público, pero la pobreza ha golpeado duramente a la gente, obligándola incluso a recurrir a la mendicidad. El gobierno debería apiadarse de los pobres, que no tienen más remedio que esperar bajo un sol abrasador para conseguir harina”, dijo Shinwari.
Remarcó también que “la situación en los distritos tribales situados a lo largo de la frontera entre Pakistán y Afganistán es muy precaria debido a la pobreza”.
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Nasreen Bibi, residente en Peshawar dijo a IPS que está muy molesta por el mecanismo de distribución.
“Durante los últimos tres días he estado visitando el punto, pero no había ninguna posibilidad de conseguir las cosas debido a la multitud masiva. Tengo miedo y he dejado de ir”, dijo Bibi, quien se ocupa de las tareas del hogar.
Ella es viuda, tiene que alimentar a sus seis hijos. “Todos están desempleados, y su hijo mayor, un albañil, perdió su trabajo porque las actividades de construcción se han detenido por completo debido al Ramadán”, detalló.
“Los jóvenes se suben a los camiones cargados de harina y se llevan bolsas, mientras las mujeres se ven obligadas a ser espectadoras silenciosas”, explicó.
El primer ministro Sharif visitó varias ciudades tras recibir informes de muertos y heridos durante estampidas para hacerse con la harina, pero no se ha producido ninguna mejora, ya que el mecanismo es problemático. El 27 de marzo inspeccionó varios lugares de Islamabad, pero de momento no ha habido mejoras.
Los activistas de derechos humanos están preocupados.
“Es una flagrante violación de los derechos humanos. La gente lucha por la harina sin preocuparse por su bienestar y su salud. Recomiendo al gobierno que adopte el mecanismo del exprimer ministro Imran Khan (2018-2022) durante la covid-19, en el que la gente recibía 12 000 rupias (42,5 dólares) a través de los bancos”, planteó Muhammad Uzair, activista de derechos humanos.
Añadió, en diálogo con IPS, que “en los días de lluvia, la situación empeora cuando la gente recibe harina húmeda que no se puede utilizar”.
“Hacemos un llamamiento al gobierno para que se dé cuenta de la gravedad de la situación y recurra a la ayuda en efectivo para salvar a las mujeres, los niños y los ancianos de la falta de respeto”, dijo.
Anticipó que si el gobierno no prestaba atención, la crisis podría aumentar y muchas personas podrían perder la vida.
Incluso en Islamabad la gente se agolpa en los puntos de distribución a primera hora de la mañana, pero muchos pierden la esperanza tras esperar horas y regresan a sus casas con las manos vacías.
“El gobierno ha inscrito a 150 000 familias en Islamabad, pero el ritmo de distribución es de caracol, y la policía ha tenido que intervenir una y otra vez para garantizar el orden”, dijo Shah Afzal, de 59 años.
Afzal, lavaplatos en un restaurante, perdió su trabajo durante el Ramzán. Planteó en diálogo con IPS desde la capital del país que “la distribución de harina daba esperanzas a la empobrecida comunidad, pero el sistema es defectuoso y los ancianos no pueden seguir poniendo en peligro sus vidas”.
T: MF / ED: EG