KUALA LUMPUR – Los llamamientos a una mayor regulación e intervención gubernamental son habituales durante las crisis. Pero una vez que las crisis remiten, las presiones para cambiar se evaporan rápidamente y se dice a los gobiernos que se retiren. Entonces se promocionan nuevas modas y oportunidades financieras, en lugar de reformas necesarias desde hace tiempo.
Crisis financiera mundial
La crisis financiera global (CFG), que tuvo entre 2007 y 2009 su periodo álgido, comenzó en el mercado inmobiliario estadounidense. Las obligaciones garantizadas de la deuda, los swaps de incumplimiento crediticio y otros contratos relacionados, muchos de ellos bastante novedosos, extendieron el riesgo por todo el mundo, mucho más allá de los mercados hipotecarios estadounidenses.
Las redes financieras transnacionales de tipo neuronal garantizaron que la vulnerabilidad se extendiera rápidamente a otras economías y sectores, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos por limitar el contagio.
Como estos solo tuvieron éxito parcial, el desapalancamiento, que redujo el nivel de deuda mediante la venta apresurada de activos, se hizo inevitable, con todas sus nefastas consecuencias.
La CFG también puso de manifiesto la masiva mala asignación de recursos debida a la liberalización financiera con una regulación mínima de unos mercados supuestamente eficientes. El arbitraje creciente de los diferenciales de las tasas de interés ha vuelto imposible alcanzar un equilibrio, excepto en los modelos económicos dominantes.
La financiarización ha supuesto una exposición mucho mayor al endeudamiento y al riesgo, así como una mayor vulnerabilidad para muchos hogares y empresas, por ejemplo, debido a los desajustes de plazos (duración) y divisas, lo que ha provocado una mayor fragilidad general del sistema financiero.
Esto ha agravado los desequilibrios mundiales, reflejados en mayores déficits y superávits comerciales y por cuenta corriente. En circunstancias desfavorables, la exposición de empresas y hogares a activos y pasivos de riesgo es suficiente para desencadenar impagos.
Los audaces esfuerzos fiscales lograron inducir modestas recuperaciones económicas antes de ser cortados de raíz poco después de que aparecieran los llamados brotes verdes de la recuperación. En su lugar, la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó a aplicar políticas monetarias no convencionales, ofreciendo crédito fácil y flexible.
Divisas en movimiento
La subida aparentemente coordinada de varios precios de activos, aparentemente inconexos, no puede explicarse con la economía convencional. Así, se ha reconocido a regañadientes que la especulación en los mercados de materias primas, divisas y acciones agravó la CFG.
Los tipos de cambio de muchas divisas también se han visto sometidos a una mayor presión a medida que los residentes se endeudaban en monedas con tipos de interés bajos, como el yen japonés. En paralelo, habitualmente han comprado activos financieros que prometían mayores rendimientos.
Así pues, unas tasas de interés más elevadas atraen las entradas de capital, elevando los precios de la mayoría de los activos nacionales. Se supone que los movimientos de los tipos de cambio reflejan las ventajas comparativas de las economías nacionales, pero rara vez lo hacen.
En cambio, las respuestas monetarias convencionales empeoran, en lugar de reducir, las tendencias contractivas.
La globalización del comercio y las finanzas ha generado presiones contradictorias. Todos los países se ven presionados para generar superávits comerciales o por cuenta corriente. Pero esto, por supuesto, es imposible, ya que no todas las economías pueden tener superávit simultáneamente.
Muchos intentan hacerlo devaluando sus monedas o recortando costes por otros medios. Pero la realidad es que solo Estados Unidos puede utilizar su exorbitante privilegio para mantener tanto el déficit presupuestario como el de la balanza de cuenta corriente con la simple emisión de bonos del Tesoro.
Los mercados de divisas también pueden socavar tales esfuerzos al permitir el arbitraje de los diferenciales de tipos de interés. Los desequilibrios internacionales han empeorado, como se observa en los mayores déficits y superávits por cuenta corriente.
En contra de la corriente económica dominante, la especulación monetaria no equilibra los mercados nacionales, y mucho menos los internacionales. No refleja los fundamentos económicos, garantizando la volatilidad de los tipos de cambio, con efectos perjudiciales.
Especulación con materias primas
Gracias a los desajustes monetarios, muchas empresas y hogares se enfrentan a mayores riesgos. Las fluctuaciones de los tipos de cambio, a su vez, exacerban la volatilidad de los precios y sus consecuencias perjudiciales, que varían según las circunstancias.
Los cambios en las variables fundamentales ya no explican la volatilidad de los precios de las materias primas. Mientras tanto, una mayor especulación con los productos básicos ha dado lugar a una mayor volatilidad de los precios y a una subida de los precios de los alimentos, el petróleo, los metales y otras materias primas.
Estos precios se han visto impulsados por una especulación mucho mayor, a menudo con fondos indexados que operan con activos reales. La volatilidad de precios resultante afecta especialmente a todos, como consumidores de alimentos, y a los productores agrícolas de los países en desarrollo.
Las fuertes subidas de los precios de las materias primas desde mediados de 2007 se debieron en gran medida a la especulación, principalmente con fondos indexados. Con la Gran Recesión que siguió a la CFG, la mayoría de los productores de productos básicos de los países en desarrollo se enfrentaron a dificultades.
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Como consecuencia, casi todos los precios de las materias primas cayeron desde mediados de la década de 2010, ya que la desaceleración económica mundial no daba señales de remitir, hasta que las sanciones económicas de 2022 hicieron subir de nuevo los precios de los alimentos, la energía, los fertilizantes y otros productos.
Además de perjudicar a los ingresos de exportación, los precios más bajos de las materias primas y su volatilidad aún mayor han acelerado la depreciación de las inversiones anteriores en equipos e infraestructuras tras los picos de precios de las materias primas.
Se necesitan soluciones integradas
El hundimiento desigual del sistema financiero que siguió a la CFG creó la expectativa de que las finanzas nunca volverían a ser como antes. Pero las soluciones duraderas a amenazas como la especulación con divisas y materias primas requieren cooperación y regulación internacionales.
En tanto, los mercados financieros y de bienes están cada vez más interconectados. Por ello, hay que encontrar un enfoque verdaderamente multilateral y cooperativo en las complejas interconexiones que implican el comercio y las finanzas internacionales.
En este mundo asimétricamente interdependiente, urgen reformas políticas.
Todos los países deben poder aplicar políticas macroeconómicas anticíclicas adecuadas. Además, las economías pequeñas deben poder lograr la estabilidad de los tipos de cambio a un coste asequible.
Si bien se tomaron medidas rápidas en respuesta a la CFG, la economía mundial experimentó una desaceleración prolongada, la llamada Gran Recesión de lo que va de siglo.
Los responsables políticos de la mayoría de las economías del Norte industrial se comportan como miopes y se centran en los riesgos nacionales que perciben, ignorando los internacionales, especialmente los que afectan a los países del Sur en desarrollo.
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Contrariamente a la extendida creencia popular, los acuerdos monetarios y financieros multilaterales de Bretton Woods no incluían un régimen regulador. Tampoco ha surgido tal régimen desde entonces, ni siquiera después de que el presidente estadounidense Richard Nixon pusiera fin unilateralmente al sistema de Bretton Woods en 1971.
Con la mordaza impuesta en la voz de los países del Sur en las instituciones y los mercados financieros internacionales, las Naciones Unidas deben liderar, como lo hicieron a mediados de la década de 1940.
Es la única institución mundial que podría desarrollar legítimamente una alternativa mejor. Afortunadamente, la Carta de la ONU le asigna la responsabilidad de liderar los esfuerzos para hacerlo.
T: MF / ED: EG