Metrópolis cosechan inundaciones en Brasil tras sepultar sus ríos

Confluencia de las aguas con los colores distintos de la contaminación de cada uno: aguas más oscuras reflejan las aguas residuales urbanas del riachuelo Arrudas, el marrón indica la erosión que viene del alto río de las Velhas, un efecto natural o producto de la minería visible en la ciudad de Belo Horizonte, en el sur de Brasil. Foto: Mario Osava / IPS

BELO HORIZONTE, Brasil – Acaba Mundo cayó en el olvido, pese a su nombre apocalíptico y a su importancia histórica como curso de agua urbano. Es una víctima típica de las metrópolis brasileñas, convertidas en cementerios de arroyos, con sus barrios inundables y ríos mugrientos.

El arroyo Acaba Mundo desapareció bajo el asfalto y el hormigón de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, en la región Sudeste de Brasil. Fue la principal fuente de agua de los primeros habitantes de la ciudad fundada en 1897 y su primer curso de agua canalizado y sepultado.

Las intervenciones en su cauce empezaron hace un siglo, con rectificaciones para ajustarlo al trazado geométrico de las calles y canalizaciones, y terminaron con su soterramiento completo, a la excepción de sus nacientes, en la década de los años 70, cuenta a IPS el geógrafo Alessandro Borsagli, profesor e investigador especializado en temas hídricos.

Se hizo invisible, como prácticamente todos los arroyos que afluyen al riachuelo Arrudas, eje de la principal cuenca hidrográfica de la ciudad planificada de Belo Horizonte, cuyos límites se sobrepasaron hace décadas por la expansión urbana y que ahora cuenta con 2,5 millones de habitantes.

El agua vuelve aún sucia al riachuelo Onça después de pasar por la Estación de Tratamiento de Aguas Residuales, en la ciudad de Belo Horizonte, en el sur de Brasil. Falta mucho para descontaminar, al igual que el río de las Velhas donde desemboca. Foto: Mario Osava / IPS

El olvido

También se borró de la memoria ciudadana la existencia del Acaba Mundo, cuyas aguas, sin embargo, escurren “encajonadas” en canales tapados debajo de calles y avenidas, incluso de la principal avenida de la ciudad, la Afonso Pena.

La prefectura (alcaldía) ni siquiera lo menciona en la presentación del Parque Municipal América René Giannetti, un amplio y popular espacio de turismo y conservación de la naturaleza en el centro de la ciudad, que en su origen era cruzado por el arroyo, luego desviado por canales a otra subcuenca.

Solo pobladores ya ancianos, como Carmela Pezzuti, quien vivió algunos meses en Belo Horizonte en 1939, cuando tenía seis años, y recuerda para IPS que el parque llevaba entonces el nombre de Acaba Mundo, cuando aún existía.

Hoy queda allí el llamado Puente Seco, por debajo del cual escurría el arroyo desaparecido y olvidado.

“Eso refleja la historia de Belo Horizonte, de creciente intervención en los cursos de agua y la “hidrofobia”, ante el mal olor de los arroyos, usados como emisarios de aguas servidas y convertidos en fuentes de enfermedades”, además de las inundaciones cada día más frecuentes, resumió Borsagli.

Apolo Heringer, médico y ambientalista que despertó la conciencia y la movilización en defensa del río de las Velhas y su cuenca con el Proyecto Manuelzão, de carácter universitario y que lleva el nombre de un personaje literario importante en la cultura del estado de Minas Gerais, en el sureste de Brasil. Foto: Mario Osava / IPS

Negocios contra arroyos

De esa forma, ampliar los canales y taparlos se volvió un reclamo de la sociedad en general, además de responder al interés de los negocios inmobiliarios que siempre trataron los cursos de agua como escollos a la construcción de nuevas viviendas, acotó.

De la misma forma el sector de transporte, desde la industria automotora a las empresas de autobús, presionaron por la conversión de los cauces y sus orillas en avenidas, como se hizo desde que los automóviles se adueñaron del espacio urbano.

“El modelo de movilidad urbana adoptado es incompatible con las aguas. Se construyen avenidas en los fondos de valle, se tapan los cauces y se impermeabiliza más el suelo. Mejorar el transporte público reduciría el espacio de los autos para devolverlo a las aguas”, arguyó a IPS la arquitecta urbanista Elisa Marques, investigadora y activista de temas hídricos.

Un barrio residencial en el norte de Belo Horizonte, con sus distintivas bajadas y subidas que aceleran los torrentes provocados por las lluvias e inundan los fondos de valles. Las laderas más empinadas de la sierra del Curral, en el sur de esta ciudad del sur de Brasil, agravan los desastres hídricos. Foto: Mario Osava / IPS

Inundaciones

La creciente impermeabilización del suelo, por la expansión urbana y la supresión vegetal, hace impotentes los canales, por más ampliados que sean, para absorber el creciente caudal de las torrentes en los períodos más lluviosos, usualmente en diciembre y enero, sostuvo Borsagli.

La topografía escarpada de Belo Horizonte favorece la existencia de centenares de arroyos y cursos menores y la velocidad del caudal, por los declives acentuados.

La sierra de Curral, donde nacen los principales afluentes del riachuelo Arrudas, que  cruzan la parte más urbanizada, supera 1400 metros de altitud, mientras el Arrudas está a cerca de 800 metros sobre el nivel del mar.

“No se sabe de cierto porque el arroyo Acaba Mundo lleva ese nombre, si es porque su naciente está lejos del centro de la ciudad como un fin de mundo o es por la fuerza destructiva de su torrente”, explicó el geógrafo, autor del libro “Ríos invisibles de la metrópoli minera”.

Las inundaciones se agravaron con el crecimiento de la ciudad, especialmente a partir de los años 40 del siglo pasado, y las intervenciones que sustituyeron los cauces por canales agravaron el problema, según él. Canalizar un arroyo casi siempre aumenta el caudal que anega la cuenca abajo.

Actualmente las inundaciones más graves se mantienen en algunos puntos del Arrudas, pero se hicieron más repetitivas en la otra cuenca de Belo Horizonte, la del riachuelo Onça (el nombre en portugués del jaguar), en la zona norte de la ciudad, cuya población se intensificó más recientemente y es más pobre.

En general, las ciudades brasileñas carecen de drenajes eficientes. El gubernamental Sistema Nacional de Informaciones sobre Saneamiento evidenció que en 2020 solo 45,3 % de los 4107 municipios que participaron en su diagnóstico -de un total de 5570- disponían de sistemas exclusivos de drenaje de aguas pluviales. Los demás los tenían mezclados con el de aguas residuales.

La deficiencia agranda las tragedias hídricas recurrentes. São Paulo también sufre inundaciones anuales en varios barrios. En la Región Metropolitana de Recife, en el Nordeste, lluvias torrenciales en los últimos días de mayo dejaron al menos 127 muertos y 9000 damnificados.

Los automóviles y la primacía del transporte individual sobre el colectivo presionan por avenidas en las orillas de los ríos urbanos, que invaden el espacio de las aguas e impermeabilizan el suelo con el asfalto, agravando las inundaciones que se repiten cada año en las metrópolis brasileñas, según Elisa Marques, arquitecta urbanista. Foto: Mario Osava / IPS

La contaminación

Al fracaso en el drenaje de aguas pluviales se suma la contaminación de los recursos hídricos. Por muchas décadas Belo Horizonte usó los arroyos como alcantarillado, con escaso tratamiento del desagüe, diseminando la suciedad y enfermedades.

La situación en Belo Horizonte mejoró con la construcción de la Estación de Tratamiento de Aguas Residuales (ETE) del riachuelo Arrudas en 2001 y la del Onça en 2006, pero sigue siendo insuficiente, evaluó Apolo Heringer, médico, ambientalista y profesor retirado de la Universidad Federal de Minas Gerais.

Heringer, un exiliado político durante la dictadura militar de 1964 a 1985, fundó en 1997 el Proyecto Manuelzão en esa universidad, con el objetivo de descontaminar y revitalizar el río de las Velhas, fuente de la mitad del agua consumida en la región metropolitana de Belo Horizonte y receptor de los riachuelos que cruzan la capital, el Arrudas y el Onça.

Las ETE responden en parte a la estrategia que defiende el ambientalista y su proyecto, de concentrar esfuerzos donde son más productivos.

“En 30 a 40 kilómetros del río de las Velhas y los tramos finales de los riachuelos Arrudas y Onça se concentra 80 % de la contaminación producida por 80 % de la población de la región metropolitana, tanto por las aguas residuales como por la basura. Es el epicentro de la contaminación”, definió Heringer a IPS.

Concentrar esfuerzo en ese espacio, que se limita a 20 % del territorio contemplado, resultaría prácticamente en la descontaminación de la cuenca del río de las Velhas, que se extiende por 800 kilómetros y desemboca en el São Francisco, uno de los mayores ríos nacionales que cruza gran parte de la ecorregión del Semiárido, dentro de la región del Nordeste.

Pero el objetivo de “nadar, pescar y navegar” en el río de las Velhas exige 100 % de tratamiento de las aguas residuales, toda la basura recolectada y bien manejada para que su estiércol líquido no vaya a los ríos. Así que es un sueño aún lejano, reconoció el especialista.

El tratamiento del desagüe por la Compañía de Saneamiento de Minas Gerais (Copasa) es aún incompleta, se nota que el agua devuelta a los riachuelos persisten con impurezas, lamentó el ambientalista.

La ETE Arrudas retira los principales contaminadores y atiende a la legislación nacional, lo que se comprueba por análisis de laboratorio. “Es posible constatar visualmente la diferencia de calidad del desagüe tratado en relación a las aguas residuales brutas”, contestó Copasa a preguntas de IPS al respecto.

Pero en la ETE del Onça se pudo percibir que el agua devuelta al riachuelo no aparenta estar precisamente limpia.

ED: EG

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