Con la globalización industrial, ¿vamos hacia una negociación colectiva transnacional?

Este es un artículo de opinión de Miguel Ángel Casaú Guirao, investigador del Departamento de Estructura Económica y Economía del Desarrollo, y de Ángeles Sánchez Díez, coordinadora del Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial, ambos de la Universidad Autónoma de Madrid.

Trabajadoras fabrican equipos de protección personal para profesionales de la salud en un taller textil de Dacca, Bangladesh. Foto: Shutterstock / Sk Hasan Ali

MADRID – La organización internacional de la producción textil se realiza a través de cadenas globales de valor. Una cadena de valor es el conjunto de actividades intermedias que se requieren para producir un bien o servicio final. Estas actividades se dividen en fases conectadas entre sí, aunque su operativa puede realizarse en distintos países.

Con la aparición de las cadenas globales de valor se ha incrementado la precariedad y la inseguridad laboral para muchos trabajadores debido a:

En este contexto laboral, atomizado, precario y poco regulado, se ha hecho necesario que se plantee el debate sobre la necesidad de regular el trabajo en términos transnacionales.

Para ello, se están desarrollando mecanismos como los códigos éticos o los acuerdos marco globales. Entre ellos, el Acuerdo de Bangladés se considera el mayor hito en la transformación y mejora de las condiciones laborales en la cadena textil.

Panorámica del derrumbe del Rana Plaza, en Daca, Bangladesh, donde centenares de trabajadores de la confección resultaron muertos tras el derrumbe del edificio el 24 de abril de 2013. Foto: Shutterstock / Bayazid Akter

El derrumbe del Rana Plaza: un hito en la regulación laboral

Bangladesh es uno de los principales países exportadores de tejidos a nivel mundial. El sector textil representa 16 % de su producción total y 80 % de sus exportaciones. Por tanto, la economía del país es altamente dependiente de lo que pase en ese sector.

Miguel Ángel Casaú Guirao

El 24 de abril de 2013 se produjo en Dacca, su capital, la tragedia del Rana Plaza: el derrumbe de un bloque de ocho pisos en el que estaban instaladas distintas fábricas de producción textil. En el desastre murieron 1134 trabajadores y 2437 resultaron heridos.

Esas fábricas vendían su producción a marcas internacionales muy conocidas como Benetton, Primark, Inditex o Mango lo que, sumado a la gravedad del caso, provocó una fuerte contestación social. Organizaciones de consumidores y organizaciones no gubernamentales (ONG) acusaron directamente a las grandes marcas compradoras, a las que consideraban responsables de la tragedia.

El desenlace del trágico accidente fue la firma, apenas unas semanas más tarde, del Acuerdo de Bangladesh. Con este documento se establecieron medidas para la mejora de las infraestructuras y las condiciones laborales en las fábricas del sector textil del país.

Lo firmaron las principales marcas de ropa, dos federaciones sindicales internacionales (IndustriALL y UNI Global Union) y cuatro ONG (Worker Rights Consortium, International Labor Rights Forum, Clean Clothes Campaign y Maquila Solidarity Network).

Ángeles Sánchez Díez
Ángeles Sánchez Díez

Sin embargo, no todas las marcas de ropa se acogieron a él. Otras, fundamentalmente americanas, firmaron la denominada Alianza por la Seguridad de los Trabajadores que, a diferencia del Acuerdo de Bangladesh, se limita a negociar cuestiones económicas como salarios, horarios de trabajo y beneficios.

La transparencia ha sido el principio más relevante del Acuerdo. Por ejemplo, es obligatorio publicar la lista de proveedores del país. Así se puede saber qué fábricas producen, cómo y para quién y se facilita la realización de inspecciones y modificaciones.

Y su balance general es muy positivo: el resultado principal es que no se ha producido ninguna muerte por incendio o por problemas estructurales allí donde se han realizado inspecciones.

Trabajadores textiles en una fábrica de Gazipur, Bangladés, en mayo de 2021. Foto: Shutterstock / Salahuddin Ahmed Paulash

Se sigue adelante con la firma de un nuevo acuerdo

El Acuerdo expiró en 2018 y se prorrogó a través del Acuerdo de Transición. Pero había que seguir avanzando: en 2013 habían quedado problemas pendientes de resolución y durante la pandemia se han generado otros nuevos.

Finalmente, el 1 de septiembre de 2021 se firmó el Acuerdo Internacional para la Salud y la Seguridad en la Industria de Textil y Vestido. Con él, se amplía el Acuerdo de Bangladés original dos años más y se introducen cambios. Algunos de ellos son:

No obstante, quedan varias cuestiones por resolver: ni se han incorporado todas las empresas del sector textil bangladesí ni aquellas que conforman la Alianza por la Seguridad de los Trabajadores.

A modo de recapitulación

El auge de las cadenas globales de valor ha debilitado las formas tradicionales de regulación del trabajo y ha planteado el reto de un escenario de negociación transnacional para mejorar los mínimos en las condiciones laborales. Organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales se esfuerzan en formar parte de estos escenarios.

El Acuerdo de Bangladesh y sus ampliaciones han sido efectivos en sus objetivos. Entre otras cuestiones, por la puesta en marcha de mecanismos de coordinación entre múltiples actores. Han tenido un papel fundamental para negociar mínimos y para el desarrollo y seguimiento de estos.

Se necesita perspectiva para analizar la evolución de este proceso. Las bases que se van asentando implican seguir profundizando en esta materia, avanzando en cuestiones de seguridad en el trabajo y condiciones laborales en un contexto globalizado.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. 

RV: EG

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