SÍDNEY / KUALA LUMPUR – Los actuales planes de mitigación del cambio climático provocarán un catastrófico aumento de la temperatura mundial de 2,7 grados Celsius. Se necesitan entre 1,6 y 3,8 billones (millones de millones) de dólares anuales para evitar que el calentamiento global supere los 1,5°C.
Contabilidad creativa
Los países ricos hace tiempo que incumplieron su promesa de la COP16, celebrada en Copenhague en 2009, de movilizar 100 000 millones de dólares anuales para 2020 para atender las necesidades de los países en desarrollo en la mitigación y adaptación al cambio climático.
La pandemia ha empeorado la situación, reduciendo la financiación disponible. Los países pobres, muchos de los cuales ya están atrapados en trampas de deuda, tienen dificultades para hacer frente a la situación de la crisis climática.
Aunque minúscula en comparación con la financiación necesaria para abordar adecuadamente el cambio climático, esa cifra se considera un buen comienzo. El monto incluye tanto la financiación pública como la privada, con fuentes públicas/privadas, subvenciones/préstamos y otros etcétera, eso sí sin especificar.
Esta ambigüedad ha permitido la doble contabilización, la escasa transparencia y la contabilidad creativa, señaló el Grupo de Expertos Independientes sobre Financiación Climática.
Así, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que incluye a los países ricos, declaró el aporte de 80 000 millones de dólares en financiación climática para los países en desarrollo en 2019.
Cifras falseadas
Pero las cifras de financiación climática de la OCDE incluyen créditos comerciales no concesionales, préstamos refinanciados y financiación privada. Algunos gobiernos donantes contabilizan la mayor parte de la ayuda al desarrollo, incluso cuando no se destina principalmente a la «acción climática».
Además, la disputa sobre qué fondos deben considerarse «nuevos y adicionales» no se ha resuelto desde los tiempos lejanos de la aprobación en 1992 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en la llamada Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro.
Las anuales Conferencias de las Partes de la CMNUCC comenzaron en 1995 y su 26 edición, la COP26, se realiza en la ciudad escocesa de Glasgow, durante los 12 primeros días de noviembre.
La ayuda oficial al desarrollo rediseñada como financiación climática debería clasificarse como «reasignada», en lugar de «adicional». En consecuencia, los países pobres están perdiendo ayuda para la educación, la salud y otros bienes públicos, que ahora se redirige al clima.
India ha cuestionado la afirmación de la OCDE de que la financiación para el clima ascendió a 57 000 millones de dólares en el bienio 2013-2014, sugiriendo en su lugar unos míseros 2200 millones de dólares. Otros países del Sur en desarrollo también han cuestionado esta contabilidad creativa, calificada como de «lavado verde».
Anarquía en la financiación climática
Los países en desarrollo esperaban que los 100 000 millones de dólares anuales prometidos fueran en su mayoría subvenciones públicas desembolsadas a través del entonces nuevo Fondo Verde para el Clima de la CMNUCC.
La organización humanitaria internacional Oxfam estima que la financiación pública del clima fue de solo de 19 000 y 22 500 millones de dólares en el periodo 2017-2018, con poca coordinación efectiva de la financiación pública.
Los países en desarrollo creían que sus representantes ayudarían a decidir el desembolso, garantizando la equidad, la eficacia y la eficiencia.
Pero en realidad es poco lo que gestionan los propios países en desarrollo.
En su lugar, la financiación para el clima se desembolsa a través de muchos canales, incluyendo la ayuda de los países ricos y las agencias de promoción de las exportaciones, los bancos privados, los fondos de capital y los préstamos y subvenciones de las instituciones multilaterales.
Varias agencias y organismos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también apoyan la acción climática, como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
Pero todos ellos carecen de fondos suficientes, por lo que es necesario reponerlos con frecuencia. La financiación incierta y la falta de participación significativa de los países en desarrollo en los desembolsos dificultan aún más la planificación.
La financiarización ha supuesto que la financiación del clima implique cada vez más intereses financieros privados.
Las reclamaciones de financiación privada para el clima de los países ricos a los pobres son muy discutidas. Incluso la estimación de la OCDE no ha aumentado de forma constante, sino que ha fluctuado sin dirección, pasando de 16 700 millones de dólares en 2014 a 10 100 millones en 2016 y 14 600 millones en 2018.
El papel y el impacto reales de la financiación privada también son muy discutidos.
Como es lógico, es poco probable que la financiación privada ayude a los países más necesitados, aborde las prioridades políticas o compense los daños irreparables. En su lugar, la «financiación combinada» suele utilizar la financiación pública para «reducir el riesgo» de las inversiones privadas.
La prioridad: los beneficios
Los países más pobres necesitan desesperadamente reconstruir la resiliencia y adaptar los entornos humanos y los medios de vida. Se necesitan fondos de adaptación para afrontar mejor las nuevas circunstancias creadas por el calentamiento global.
Las adaptaciones necesarias, como la mejora del drenaje, la captación de agua y las infraestructuras, son costosas, pero necesarias.
Sin embargo, los donantes prefieren obtener ganancias fáciles de la mitigación del cambio climático, sobre todo porque cada vez conceden más préstamos en lugar de subvenciones.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Así, aunque el Acuerdo de París, alcanzado en la COP21 de 2015, pretendía equilibrar la mitigación con la adaptación, la mayor parte de la financiación climática sigue concentrándose en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Como la adaptación al clima no suele aportar lucro, interesa menos a los inversores privados. En cambio, la financiación privada favorece las inversiones de mitigación que generan mayores beneficios.
Así, en 2019 solo se destinaron 20 000 millones de dólares a la adaptación, menos de la mitad de la suma destinada a la mitigación. No es de extrañar que el informe de la OCDE reconozca que solo 3 % de la financiación climática privada se ha destinado a la adaptación.
Además, en esa persecución de beneficios, la mayor parte de la financiación para el clima se destina a los países de renta media, no a los más pobres o vulnerables.
Solo 5900 millones de dólares (menos de una quinta parte del total de la financiación para la adaptación) se han destinado a los 46 países menos adelantados (PMA) de la ONU entre 2014 y 2018. Esto supone «menos de 3% de las necesidades anuales de financiación para la adaptación de los PMA (mal) estimadas entre 2020 y 2030».
Crueles ironías
El Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoce la «carga desigual del aumento de las temperaturas». Es una «cruel ironía» que los menos responsables del calentamiento global soporten la mayor parte de sus costes, dice. Mientras tanto, la financiación del clima a través de préstamos está endeudando aún más a los países pobres.
Las catástrofes meteorológicas extremas, cada vez más frecuentes, suelen ir seguidas de un mayor endeudamiento debido al limitado espacio fiscal de los países pobres.
Pero los préstamos para los países de bajos ingresos cuestan mucho más que para los de altos ingresos. De ahí que los países de renta baja gasten cinco veces más en deuda que en hacer frente al cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Cuatro quintas partes de las catástrofes más dañinas desde el año 2000 se han debido a tormentas tropicales. Las peores catástrofes han elevado la deuda pública en 90 % de los casos en un plazo de dos años, sin perspectiva de alivio de la deuda.
Como muchos países de renta baja ya están muy endeudados, los desastres climáticos han sido realmente catastróficos, como sucede en Belice, Granada y Mozambique. Poco ha llegado a los más afectados y a otras comunidades vulnerables, necesitadas y pobres.
Déficit de financiación
Sobre la base de los objetivos a largo plazo de los países en materia de mitigación y adaptación, el Comité Permanente de Finanzas de la CMNUCC estimó que los países en desarrollo necesitan entre 5,8 y 5,9 billones de dólares hasta 2030.
Las Naciones Unidas estiman que los países en desarrollo necesitan actualmente 70 000 millones de dólares anuales para la adaptación, que aumentarán a 140 300 millones de dólares en 2030.
En julio, los ministros de finanzas del Grupo de los 20 Vulnerables (V20), que de hecho congrega a los 48 países más vulnerables ante el clima, todos del Sur, instaron a que se cumpliera la promesa de 100 000 millones de dólares de 2009, para así confirmar el compromiso de mejorar la financiación del clima.
Esto debería incluir un aumento de los fondos, más en subvenciones, y con al menos la mitad para la adaptación, pero la secretaria ejecutiva de la CMNUCC, Patricia Espinosa, ha observado la falta de progreso desde entonces.
Solo una fuerte aplicación de criterios rigurosos de financiación climática puede impedir que los países ricos abusen de los requisitos de información actualmente ambiguos. La financiación climática, actualmente fragmentada, necesita urgentemente una mayor coherencia y una priorización estratégica del apoyo a los más necesitados y vulnerables.
La COP26 de la CMNUCC en Glasgow puede y debe poner las cosas en orden antes de que sea demasiado tarde.
¿La nueva Guerra Fría llevará al Norte industrial a hacer lo inesperado para ganarse al resto del mundo en lugar de militarizar aún más las tensiones?
T: MF / ED: EG