JOHANNESBURGO – Antes de que comience la COP26 ya abundan las advertencias de que la cumbre puede ser algo muy bueno o muy malo para el futuro de la crisis del clima, mientras en los días previos muchos se jactan de su contribución para enfriar el planeta, aunque habrá que ver si las palabras se convierten en acción.
En la región del sur de África, los países miembros de la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC, en inglés) tienen claro que los países industrializados deben gastar dinero para ayudarlos a cumplir sus promesas de reducir las emisiones de carbono y llevar a cabo una serie de medidas para combatir el calentamiento global.
Todos los países de la SADC son signatarios del Acuerdo de París sobre cambio climático, aprobado en diciembre de 2015 en la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).
La región se ha sumado al clamor de otros países africanos de que el continente es el que más sufre el cambio climático, pero que apenas contribuye a las causas del fenómeno, porque emite menos de 4 % de los gases de efecto invernadero del mundo.
Según una investigación realizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las necesidades de adaptación al cambio climático para África se estimaron en 715 000 millones millones de dólares entre 2020 y 2030.
En el sur de África, cada país ha aportado su contribución determinada a nivel nacional (NDC, en inglés) para amortiguar la emergencia climática, la base del Acuerdo de París, en que se incluyen los costos. Por supuesto, se necesitarán fondos para alcanzar esos compromisos nacionales.
«Al final del día, África tendrá que lidiar de manera pragmática con un resultado comprometido y enfrentar los desafíos climáticos de la mejor manera posible con recursos limitados… África debe liderar el diseño de las soluciones africanas”: Bruce Hewitson.
Los países del Sur en desarrollo se han comprometido a contribuciones, que requieren una financiación anual de 100 000 millones de dólares a fin de adaptarse y mitigar el cambio climático. Todos los países de África meridional necesitan una parte de esta financiación.
El Fondo Verde para el Clima se creó en el marco de los Acuerdos de Cancún en 2010, durante la COP16 celebrada en ese balneario mexicano, como un vehículo de financiación exclusivo para los países en desarrollo.
En el período previo a la COP26, que se desarrollará en la ciudad escocesa de Glasgow entre el domingo 31 de octubre y el 12 de noviembre, el fondo está bajo estudio y lo estará también mucho durante los debates.
Tanguy Gahouma, presidente del Grupo Africano de Negociadores en la COP26, ha argumentado: «Los países africanos quieren un nuevo sistema para monitorear la financiación de las naciones ricas que no están cumpliendo el objetivo anual de 100 000 millones de dólares».
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que esta financiación se situó en 79 600 millones de dólares en 2019. Los datos de la OCDE revelan que entre 2016 y 2019 África solo obtuvo 26 % de la financiación.
Gahouma consideró que se necesitaba un sistema compartido más detallado que mantuviera un control sobre la contribución de cada país y hacia dónde se dirigía en la práctica.
«Dicen que lograron tal vez 70 % del objetivo, pero no podemos ver eso», señaló Gahouma.
“Necesitamos tener una hoja de ruta clara sobre cómo pondrán sobre la mesa los 100 000 millones por año, cómo podemos rastrearlos”, sostuvo. «No tenemos tiempo que perder y África es una de las regiones más vulnerables del mundo», añadió.
Amar Bhattacharya, de Brookings Institution, dice sobre el FVC: «Se han logrado algunos avances, pero se necesita hacer mucho más».
El ministro de Cooperación al Desarrollo de Dinamarca, Flemming Møller Mortensen, advirtió que solo una cuarta parte de la financiación climática internacional para los países en desarrollo se destina a la adaptación.
El dinero, otra vez el dinero
La COP26 puede convertirse en una disputa por el dinero y tal vez en un ataque a los países desarrollados, ya que se les culpa de crear la actual crisis climática, comenzando por sobreconsumo de combustibles fósiles a lo largo del último siglo.
Los países del Grupo de los 20 (G20), que representan a las mayores economías industriales y emergentes, aportan casi 80 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI).
Una vez más, se trata de dinero. Muchos países desarrollados no quieren cambiar, aducen los analistas y expertos, porque sus economías (y sus élites ricas) están ligadas a los combustibles fósiles.
También hay problemas para pagar la adaptación. ¿Los países ricos financiarán a los países en desarrollo para que se reverdezcan?
Bruce Hewitson, presidente de la Iniciativa de Cátedras de Investigación de Sudáfrica (Sarchi, en inglés) en el Grupo de Análisis del Sistema Climático (CSAG, en inglés), dijo a IPS: “El meme tan repetido de que África es el continente más vulnerable a los impactos del cambio climático es cierto, como lo es la respuesta común de que África necesita ayuda externa para implementar vías de adaptación y desarrollo compatibles con la mitigación del clima».
«Sin embargo, esos mensajes ocultan una gran cantidad de realidades políticas sobre la diferencia entre lo que es ideal y lo que es probable», dijo el también profesor en el Departamento de Ciencias Ambientales y Geográficas de la sudafricana Universidad de Ciudad del Cabo .
Hewitson sostiene que lo que surge ante la COP26 es un ejercicio de esperanza y fe.
“Es una caminata por la cuerda floja tratar de equilibrar las demandas concurrentes y los intereses particulares. Al final del día, África tendrá que lidiar de manera pragmática con un resultado comprometido y enfrentar los desafíos climáticos de la mejor manera posible con recursos limitados”, sostuvo.
Si África va a la COP26 con una actitud de mendicidad, podría enfrentarse al riesgo de bailar al son de las naciones poderosas y ricas, analizó.
“El cambio climático impacta a África de muchas maneras, pero en la raíz es cuando el cambio climático local excede el umbral de viabilidad de nuestros sistemas de infraestructura y ecológicos», adujo el académico.
Por lo tanto, argumentó Hewitson, «podría decirse que el mayor desafío para responder al cambio climático es expandir y habilitar la capacidad regional de la ciencia y los tomadores de decisiones para dirigir responsablemente nuestras acciones de una manera informada y cohesiva».
«África debe liderar el diseño de las soluciones africanas”, subrayó.
Para el especialista, algunas de las mejores innovaciones están ocurriendo en África, pero para avanzarlas se requieren recursos y la pandemia de covid-19 ha reducido la financiación internacional.
“Cada comunidad tiene necesidades únicas y desafíos únicos, y necesita soluciones locales únicas que sean sensibles y relevantes al contexto, y esto inevitablemente incluirá la molestia de algún compromiso socio-económico y político”, dijo.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Los problemas climáticos de la región de África meridional coinciden con los problemas que enfrenta una legión de países en desarrollo.
En la región austral se encuentran las islas amenazadas del océano Índico, como Mauricio, Seychelles, Madagascar y Comoras, además de las costas de Tanzania y Mozambique y otros miles de millas costeras.
Además cuenta con vías navegables interiores, selvas, bosques, vastas llanuras y desiertos. Todos ecosistemas aprisionados por los impactos del recalentamiento planetario.
El último informe sobre el cambio climático de la SADC cita un artículo académico de Rahab y Proudhomme que señala que desde 2002 en la región «ha habido un aumento de las temperaturas al doble del promedio mundial».
Según la SADC, “Existe una estrategia de cambio climático para guiar la implementación del Programa de Cambio Climático durante un período de quince años (2015 – 2030)».
A su juicio, «el plan es innovador en términos de seguridad alimentaria, preserva y expande los sumideros de carbono (que juegan un papel importante en la estabilización del clima global) y aborda los problemas en las áreas urbanas que causan el calentamiento global, como el alto consumo de energía, los sistemas de gestión de residuos deficientes y las redes de transporte ineficientes».
Distintas realidades en la SADC
De los 15 países miembros de la región, Sudáfrica es el mayor culpable en lo que respecta a las emisiones de gases de efecto invernadero.
El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, dijo recientemente: «Necesitamos actuar con urgencia y ambición para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y emprender una transición hacia una economía baja en carbono».
Este es un pedido importante para la potencia económica de la región con intereses mineros arraigados, una abundancia de carbón y una enorme flota de centrales eléctricas de carbón.
La ministra de Minería y Energía, Gwede Mantashe, también aseguro hace poco que Sudáfrica debe gestionar sistemáticamente su transición de la generación de energía a carbón y no apresurarse a cambiar a fuentes de energía renovables.
“No estoy diciendo carbón para siempre… Estoy diciendo que gestionemos nuestra transición paso a paso en lugar de ser emocionales. No somos una economía desarrollada, no tenemos todas las fuentes alternativas», planteó.
Angola tiene algunos de los objetivos más ambiciosos para la transición hacia un desarrollo con bajas emisiones de carbono en África. El país se comprometió a reducir hasta 14 % de sus emisiones de gases de efecto invernadero; los comentaristas se han enfrentado a esto con escepticismo.
Mozambique, que todavía no es un emisor de carbono importante, tiene potencial, a través de sus vastos recursos de gas natural, para proporcionar los medios para calentar el planeta a lo grande.
La República Democrática del Congo, un país menos desarrollado, se ha comprometido a reducir las emisiones en 17% para 2030. La República Democrática del Congo tiene la segunda selva tropical más grande del mundo, un importante sumidero de carbono.
Otros países de la SADC que sufren el cambio climático, pero hacen muy poco para provocarlo, son Lesoto, Suazilandia, Botsuana, Madagascar, que actualmente padece una hambruna inducida por el clima; Malawi, Tanzania, Namibia y Zambia.
Mientras hablaba de la necesidad de reducir las emisiones, Sudáfrica, el vecino de Zambia, Zimbabue, dijo que aumentaría el suministro de electricidad y carbón a los sectores del hierro y el acero, aumentando así las emisiones.
Mauricio, Seychelles y Comoras son economías insulares vulnerables y tienen mucho en común con muchos otros estados insulares en todo el mundo y son emisores muy bajos de carbono, pero extremadamente vulnerables al cambio climático, especialmente al aumento del nivel del mar.
Más allá de todos los problemas con que llegan a la COP26, el sur de África y el resto del continente continente africano pueden contribuir con innovación y entusiasmo aprovechando el vasto potencial de su población joven. Si los apoyan y los dejan.
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