¿Son los especuladores de la guerra de EEUU los ganadores en Afganistán?

El fulminante retorno al poder de los talibanes a Afganistán, tras casi de 20 años de ser expulsados por la invasión estadounidense y de países aliados, ha vuelto a cambiar drásticamente la vida de Kabul, el centro de la vida social y política del país asiático y que cayó el 15 de agosto en manos del grupo integrista islamista. Foto: Fardin Waezi /Unama

NACIONES UNIDAS –  A mediados de este mes, la ocupación de Afganistán, que duraba ya casi 20 años, llegó a su fin de forma nada gloriosa, con grandes pérdidas para muchos: Estados Unidos, las fuerzas militares afganas y la población civil del país asiático.

Pero tal vez hubo un ganador indiscutible en esta extravagancia de un costo para Washington de un billón (millón de millones) de dólares digna de un taquillazo de Hollywood: el complejo militar-industrial que siguió alimentando a los combatientes americanos y afganos en la guerra más larga de la historia de Estados Unidos.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una declaración desde la Casa Blanca el lunes 16, fue categóricamente claro: “Gastamos más de un billón de dólares. Hemos entrenado y equipado a una fuerza militar afgana de unos 300 000 efectivos. Increíblemente bien equipadas. Una fuerza más grande que los ejércitos de muchos de nuestros aliados de la OTAN (Organización del Atlántico Norte)”.

“Les dimos todas las herramientas que podían necesitar. Les pagamos sus salarios, les proporcionamos el mantenimiento de su fuerza aérea, algo que los talibanes no tienen. Les proporcionamos apoyo aéreo cercano. Les dimos todas las oportunidades para determinar su propio futuro, añadió en su alocución una vez que las fuerzas talibanes habían tomado Kabul.

Y añadió, en una clara inculpación de los resultados de la salida estadounidense sobre los afganos: “Lo que no pudimos proporcionarles fue la voluntad de luchar por ese futuro».

De ese asombroso billón de dólares, se gastaron 83 000 millones en el ejército, a un ritmo de más de 4 000 millones anuales, sobre todo en la compra de armas procedentes de la industria de defensa estadounidense, además del mantenimiento, la reparación y la formación.

La debacle afgana también se cobró la vida de 2400 soldados estadounidenses y más de 3800 contratistas de seguridad privados de Estados Unidos, además los muertos de otros países que operaron en el país y de más de 100 000 civiles afganos.

Norman Solomon, director ejecutivo del Institute for Public Accuracy (Instituto para la Precisión Pública) y director nacional de la organización Roots Action,dijo a IPS que, en grados drásticamente diferentes, los verdaderos perdedores son todos menos los especuladores de la guerra.

“El complejo militar-industrial de Estados Unidos se nutre de la matanza organizada que llamamos ‘guerra’, y la guerra de 20 años en Afganistán, librada por cortesía de los contribuyentes estadounidenses, fue un enorme despilfarro para un gran número de contratistas militares y ricos inversores”, señaló.

La frase coloquial «perpetrar una matanza» es muy adecuada en este caso, argumentó, porque eso es lo que muchas empresas estadounidenses hicieron en el transcurso de las últimas dos décadas como parte de la llamada «guerra contra el terrorismo» que el gobierno de Estados Unidos lanzó en octubre de 2001 con su ataque a Afganistán.

Mientras tanto, «los funcionarios de alto rango y los ricos saqueadores del gobierno afgano que huyeron del país en los últimos días también fueron los grandes ganadores», aseguró Solomon.

“Han vivido a lo grande durante dos décadas, y ahora se han fugado con lo que han podido desviar y retener como riqueza personal, dijo  el especialista, autor de «War Made Easy: How Presidents and Pundits Keep Spinning Us to Death (La guerra simplificada: cómo los presidentes y los expertos siguen haciéndonos girar hasta la muerte)».

En definitiva, es una realidad indeciblemente vil y verdaderamente obscena la que George W. Bush y sus cómplices bipartidistas en Washington pusieron en marcha durante el otoño de 2001. Han «ganado» un juego enormemente pernicioso para ellos mismos, mientras tanta gente ha sufrido tremendamente como resultado directo, dijo Solomon.

“Desgraciadamente, los países de la OTAN actuaron como facilitadores de esta terrible y prolongada masacre que asoló gran parte de Afganistán y de su población. Con cualquier otro nombre, la mezcla de guerra y supuesta política estatal que acompañó a la guerra liderada por Estados Unidos en Afganistán resultó ser un ejercicio sádico a largo plazo de narcisismo, estupidez y codicia», declaró.

Desde el año fiscal de 2010, Estados Unidos proporcionó más de 3200 millones de dólares para la Fuerza Aérea Afgana (FAA), incluyendo casi 1000 millones de dólares para equipos y aviones. Aun así, el equipamiento, el mantenimiento, las dificultades logísticas y las deserciones siguieron afectando a la Fuerza Aérea, según el Servicio de Investigación del Congreso (CRS), que elabora informes para los miembros y las comisiones del Congreso estadounidense.

La FAA estaba equipada con unos 104 aviones, incluidos cuatro aviones de transporte C-130 y 46 helicópteros Mi-17 (de fabricación rusa). El objetivo de su flota era de 140 aviones en total. Las compras del estadounidense Departamento de Defensa esa fuerza aérea de 56 Mi-17 se llevaron a cabo en su mayor parte.

La FAA también recibió los primeros ocho de los 20 aviones A-29 Super Tucano, además de helicópteros MD-530 y tres helicópteros Cheetah donados por India, que fueron heredados ahora por los talibanes.

Alon Ben-Meir, profesor de relaciones internacionales en el Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York, dijo a IPS: «No hace falta decir que los talibanes son finalmente los ganadores”.

Sin embargo, dijo el especialista, no cabe duda de que en los 20 años de conflicto el complejo militar-industrial se ha beneficiado especialmente, lo que explica en cierta medida por qué los militares estadounidenses siguieron apoyando la continuación de la guerra a pesar de la serie de errores que cometió Estados Unidos desde el primer día.

También señaló que el complejo militar-industrial también se benefició, especialmente porque «tradicionalmente a nuestros militares les gusta ganar guerras en lugar de terminarlas indecisamente o perderlas por completo».

Otro ganador en esta coyuntura, dijo Ben-Meir, sería China, que sin duda aprovechará la retirada de Estados Unidos y se enfrentará a los talibanes sin exigir ningún tipo de reforma interna.

A diferencia de Estados Unidos, señaló, China nunca condiciona su apoyo a ningún cambio en las políticas internas de los países implicados. Sin embargo, el mayor perdedor en esta triste situación es obviamente el pueblo afgano, especialmente las niñas y las mujeres.

“Solo podemos esperar que los talibanes modifiquen su posición tradicional de restringir a las niñas y mujeres de las escuelas y el lugar de trabajo, y les permitan buscar una educación y oportunidades de trabajo, y convertirse en contribuyentes al bienestar del país», planteó Ben-Meir.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

La larga batalla de 20 años enfrentó a unos 75 000 milicianos talibanes contra más de 300 000 efectivos militares afganos, armados y entrenados por Estados Unidos.

Como fuerza de combate, los talibanes capturaron el país asediándolo  sin las armas tradicionales de guerra, incluidos los sofisticados aviones de combate, los helicópteros de combate, los misiles o los buques de guerra, que son parte integrante de la mayoría de los ejércitos que participan en los conflictos.

Los talibanes, con una fuerza guerrillera desordenada, dependían en gran medida de las armas pequeñas, los rifles de asalto AK-47, la artillería, los artefactos explosivos improvisados y los múltiples terroristas suicidas.

Las fuerzas militares afganas, entrenadas por Estados Unidos, fueron prácticamente desmanteladas y tras quedar paralizadas, sus efectivos abandonaron sus puestos dejando sus  armas, incluidos los rifles M-16 y los Humvees de fabricación estadounidense, que ahora están en manos talibanas.

Natalie J. Goldring, investigadora principal y profesora adjunta del Programa de Estudios de Seguridad de la Escuela de Servicio Exterior Edmund A. Walsh, de la Universidad de Georgetown, dijo a IPS que Washington invirtió mucho tiempo y dinero en la invasión de Afganistán, “una guerra que nunca debería haberse librado”.

“Los fabricantes de armas de Estados Unidos se han beneficiado de la venta de las armas que se utilizaron en Afganistán. Sin embargo, estos proveedores de armas no se responsabilizan del uso y abuso de las armas que venden», señaló.

Debido a esa falta de responsabilidad, puede parecer que son los únicos «ganadores» en el lado estadounidense del conflicto. «Venden las armas al gobierno sin tener en cuenta los riesgos de hacerlo, ganan su dinero y pasan a la siguiente oportunidad de venta», dijo Goldring,  también profesora visitante del programa de la Universidad de Duke, con sede en Washington.

Sin embargo, los fabricantes de armas «ganan» a costa del personal militar y civil estadounidense. Años antes del colapso del gobierno afgano este mes, por ejemplo, las «fuerzas talibanas capturaban habitualmente material militar estadounidense y lo utilizaban contra nuestras fuerzas», recordó.

Con la caída del gobierno afgano, es probable que algunas de esas armas se vendan o se entreguen a fuerzas ajenas a Afganistán, «lo que agrava el riesgo de que las armas estadounidenses se utilicen contra nuestro propio personal militar o civil», dijo Goldring, que representa al Instituto Acrónimo en las Naciones Unidas en cuestiones de armas convencionales y comercio de armas.

Mientras tanto, un análisis de las imágenes de las redes sociales, corroborado por el diario The New York Times, muestra que desde el comienzo de la ofensiva de los talibanes en mayo, estos han capturado al menos 24 de las aproximadamente 200 aeronaves de la Fuerza Aérea Afgana, incluidos los helicópteros suministrados por Estados Unidos y un avión de ataque ligero.

Es poco probable que los talibanes puedan operar estos aviones sin una fuerza aérea propia. La mayoría de los helicópteros abandonados están dañados o son mecánicamente incapaces de volar. Los expertos afirman que los que pueden volar requieren un gran mantenimiento y pilotos cualificados, según el NYT.

Lo que puede ser más ventajoso para los talibanes son los cientos de Humvees y camionetas que capturaron, junto con innumerables alijos de armas y municiones. En los vídeos de las redes sociales, los insurgentes talibanes mostraron sus armas y vehículos recién adquiridos.

T: MF / ED: EG

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