El equilibrio natural entre el océano y la atmósfera está cada vez más alterado por los efectos de las actividades humanas y su impacto se sentirá durante cientos de años, señaló este martes 23, Día Meteorológico Mundial, la agencia de las Naciones Unidas especializada en esa ciencia.
Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), recordó que “aproximadamente 40 por ciento de la población del mundo vive a menos de 100 kilómetros de la costa, por lo que existe una necesidad urgente de proteger a las comunidades de los peligros costeros”.
Entre estos mencionó las olas, las marejadas ciclónicas y el aumento del nivel del mar, con mares más cálidos que por ejemplo el año pasado “ayudaron a impulsar una temporada récord de huracanes en el Atlántico e intensos ciclones tropicales en los océanos Índico y Pacífico Sur”.
Taalas dijo que la emergencia por la pandemia covid-19 interrumpió servicios de alerta temprana y monitoreo de la actividad oceánica que es preciso reinstaurar, para salvar vidas, proteger a las comunidades costeras y al transporte marítimo.
La “economía azul”, vinculada a mares y océanos, tiene un valor estimado entre tres y seis billones (millones de millones) de dólares, representa más de tres cuartas partes del comercio mundial y proporciona medios de subsistencia a más de 6000 millones de los 7800 millones de habitantes del planeta, según cifras de la OMM.
Cada año se pierden en el mar millones de dólares en mercancías y cientos de vidas debido a condiciones meteorológicas extremas, como vientos fuertes, grandes olas, niebla, tormentas eléctricas, hielo marino y rocío helado.
El océano es mostrado por la OMM como “el termostato de la Tierra” y, además, ejerce de cinta transportadora de calor, pues absorbe y transforma una parte importante de la radiación solar que incide en la superficie terrestre y aporta calor y vapor de agua a la atmósfera.
Aunque las vastas corrientes oceánicas hacen circular este calor por todo el planeta, a menudo a lo largo de miles de kilómetros, las actividades humanas han distorsionado cada vez más el equilibrio natural entre el océano y la atmósfera, explicó la OMM.
Los océanos absorben más del 90 por ciento del exceso de calor atmosférico atrapado por los gases de efecto invernadero, lo que ha tenido un costo elevado ya que el calentamiento y los cambios en la química de sus aguas perturban los ecosistemas marinos y a las personas que dependen de ellos.
Este impacto “se sentirá durante cientos de años”, alertó Taalas. Ya en 2020 “el mínimo anual de hielo marino en el Ártico estuvo entre los más bajos que se hayan documentado, exponiendo a las comunidades polares a inundaciones costeras y elevando el riesgo de los trabajadores del transporte marítimo y la pesca”.
Aunque la precisión y la puntualidad de los pronósticos meteorológicos han mejorado, los buques que carecen de la última tecnología a menudo se quedan sin estas noticias cruciales.
“Es vital mejorar los servicios de apoyo a la toma de decisiones para ayudar a los navegantes a alcanzar un equilibrio entre la reducción de los costos y las rutas, mientras se maximiza la seguridad y se evitan las condiciones marítimas peligrosas”, insistió la OMM.
La covid empeoró las cosas cuando, en marzo de 2020, los gobiernos y las instituciones oceanográficas llamaron a casa a casi todos los buques de investigación, y también se redujo la capacidad de los barcos comerciales para contribuir con observaciones oceánicas y meteorológicas vitales.
El nivel del mar aumentó unos 15 centímetros durante el siglo XX debido al derretimiento de los glaciares, la expansión de las aguas marinas más cálidas y las adiciones de antiguas capas de hielo en Groenlandia y la Antártida.
Las proyecciones muestran que el aumento del nivel del mar podría alcanzar de 30 a 60 centímetros para 2100, incluso si las emisiones de gases de efecto invernadero se redujeran drásticamente y el calentamiento global se limitara a menos de dos grados centígrados sobre los niveles de la era preindustrial.
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