La pesca y la acuicultura mundiales se han visto gravemente afectadas por la covid-19 y pueden afrontar nuevas perturbaciones en 2021, pues los confinamientos incidirán en la oferta y la demanda de todo el sector, según el más reciente informe divulgado por la FAO en esta capital.
La pandemia “ha provocado un trastorno generalizado, alterado la producción, interrumpido las cadenas de suministro y restringido el gasto de los consumidores”, señaló María Helena Semedo, directora adjunta de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
En 2020 disminuyeron los precios agregados para las especies más comercializadas y los cierres de restaurantes y hoteles en muchos países provocaron asimismo una caída de la demanda de productos pesqueros frescos.
A raíz de la covid, las preferencias de los consumidores cambiaron, y mientras la demanda de pescado fresco disminuía, la de productos envasados y congelados aumentaba, ya que las familias buscan abastecerse de alimentos no perecederos.
Las capturas de pesquerías naturales descendieron, por el menor esfuerzo de pesca debido a las restricciones impuestas a las tripulaciones de buques pesqueros por la covid, y a las malas condiciones de los mercados.
“La repercusión ha sido significativa en los países en desarrollo, especialmente en aquellos en los que los trabajadores y comunidades en pequeña escala y artesanales dependen de la pesca para su seguridad alimentaria y sus medios de vida. Ellos han llevado la peor parte”, dijo Semedo en las oficinas de la FAO en Roma.
Antes de la pandemia, el sector presentaba una tendencia general al alza. En 2018, la producción pesquera y acuícola mundial, alcanzó un máximo histórico de casi 179 millones de toneladas. El consumo aumentó, de nueve kilos por persona en los años 60 del siglo pasado, a 20,3 kilos per cápita en 2017.
La pesca de captura global aportó 96,4 millones de toneladas, 54 por ciento del total, y la creciente acuicultura produjo 82,1 millones de toneladas, 46 por ciento.
Al consumo humano se destina 89 por ciento de la producción, y el resto a usos no alimentarios, incluida la reducción a harina y aceite de pescado. Para el consumo humano 45 por ciento se comercializa fresco, 34 por ciento congelado, 11 por ciento preparado y conservado, y 10 por ciento curado.
En 2017, alrededor de 40,4 millones de personas se dedicaron a la pesca y 19,3 millones a la acuicultura, la mayoría en Asia, y en todo el mundo unos 200 millones de personas están empleadas directa o indirectamente a lo largo de toda la cadena de valor, desde la cosecha hasta la distribución.
Las mujeres son en torno a 13 por ciento de las personas empleadas en el sector primario, y la mitad de ellas, si se incluye el sector secundario.
Como a las mujeres se les asignan los puestos más inestables y deficientes, están en mayor riesgo de perder el trabajo, especialmente las trabajadoras migrantes informalmente contratadas en las fábricas que procesan productos del mar.
Cada etapa de la cadena –pesca o producción acuícola, procesamiento, transporte, distribución, comercialización- es susceptible de ser interrumpida o detenida, con efecto de cascada entre ellas, por los impactos derivados de la covid.
La reducción de la demanda de los hogares, influenciada por medidas de contención, (como cierre de servicios alimentarios o sitios turísticos) afecta la producción, el procesamiento y la distribución, y provoca interrupciones en el suministro.
El hecho de que el pescado vivo, fresco o refrigerado, que representa el 45 por ciento del pescado consumido, sea altamente perecedero presenta desafíos logísticos adicionales en la cadena de suministro.
El informe de la FAO reconoce que, en general, la incertidumbre sigue imponiéndose en las perspectivas de la pesca y la acuicultura, particularmente en lo que se refiere a la duración y gravedad de la pandemia.
Entre las recomendaciones de políticas y acciones que hace la FAO están desarrollar paquetes de asistencia y planes de contingencia con medidas específicas, como apoyar las cadenas de suministro y evitar interrupciones en el movimiento y el comercio de pescado y productos pesqueros.
En la asistencia se recomienda dar prioridad a los más vulnerables, como tripulantes, pescadores, procesadoras y vendedoras, designar a los pescadores, procesadores y distribuidores como trabajadores esenciales, y adoptar normas internacionales de higiene en las fábricas para evitar la propagación de la covid.
Se sugiere extender la temporada de pesca, aunque “solo con una cuidadosa consideración del impacto sobre la sostenibilidad de la pesquería en cuestión” y mejorar las medidas que ayuden a salvaguardar los ecosistemas de los que dependen la pesca y la acuicultura.
La economía oceánica y las cadenas de valor de los alimentos acuáticos pueden ser víctimas de los impactos de la crisis de la covid, destacó el texto, “pero también contienen soluciones para un período post-covid resiliente, sostenible y equitativo”.
“La inversión en paquetes de recuperación y estímulo “azules”, junto con la reforma de políticas, puede crear inmediatamente puestos de trabajo y proporcionar un alivio económico a corto plazo, al tiempo que fomenta el crecimiento económico a largo plazo, la resiliencia y los beneficios sociales y ambientales”, concluyó el informe.
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