Igual que tantas planicies en la parte del mundo que está sobre el nivel del mar, en las planicies que están bajo las olas también crecen pastos, y los pastizales marinos son igual de importantes que los terrestres.
Los pastos marinos, como ya se sabía, reducen la fuerza del oleaje y hacen más fácil la vida en las costas. También frenan la erosión costera y, al liberar oxígeno por su proceso de fotosíntesis, permiten la existencia de otro sinfín de especies.
Ahora se sabe, además, que al menos una especie en el mundo saca plástico de los océanos, limpiándolos y facilitando su restauración. A pesar de todos estos servicios ambientales, su supervivencia está en riesgo.
El descubrimiento de la enorme capacidad de una especie de pasto marino —Posidonia oceanica— para limpiar de plásticos los mares que habita ha llegado como una enorme sorpresa, quizá porque es una estupenda noticia en tiempos en que las novedades suelen ser malas.
Además, este pasto habita el Mediterráneo, uno de los mares más maltratados del planeta, y cualquier atisbo de soluciones es siempre bienvenido.
La noticia la trajo un estudio publicado en la revista Scientific Reports y liderado por Anna Sánchez Vidal que encontró que las llamadas “bolas de Neptuno” —pelotas formadas por fibras de posidonia y que son arrojadas a tierra por las olas— atrapan partículas de microplásticos y los sacan del mar, haciendo más fácil su limpieza.
Tan solo en un año estas plantas pueden expulsar del mar hasta 900 millones de elementos plásticos.
No es ni de lejos seguro que las especies de pastos marinos presentes en México puedan desempeñar la misma función, pero el hallazgo muestra que los pastos marinos prestan más servicios ambientales de lo que pensábamos, y que su conservación es aún más importante de lo que se sabía.
Los pastizales marinos, aunque compuestos por otras especies, son comunes en México de Tamaulipas a Quintana Roo, y en el Pacífico son comunes en el Mar de Cortés, donde son utilizados cotidianamente por el pueblo seri como fuente de alimento y para hacer techos en sus casas.
Los pastizales marinos sirven además como hábitat para un sinfín de especies y de alimento para animales como el manatí o las tortugas.
A pesar de su importancia para las costas mexicanas, para las culturas costeras y, según aprendemos ahora, para la limpieza de los mares, los pastizales marinos están en riesgo en todo el mundo, y también en México. Académicos que estudian estos ecosistemas calculan que se han perdido cerca de cien mil hectáreas de pastizales en lo que va de este siglo y la cifra podría ser varias veces mayor que eso.
Las amenazas para estos ecosistemas están tanto en el mar como en la tierra, pero su responsable es siempre el ser humano.
Desde el mar llegan las grandes islas de sargazo que en los últimos años han enrarecido aires y aguas caribeñas. Las aglomeraciones de esta macroalga cubren la superficie del mar e impiden que se filtre la luz del sol, que los pastos necesitan para sobrevivir.
Desde la tierra, por otra parte, le llegan los sedimentos tan cargados de materia orgánica que se escurren desde las montañas deforestadas y los restos de pesticidas que deja la agricultura industrial, dañando su hábitat.
La conservación de estos ecosistemas marinos es crucial para la supervivencia de las economías costeras del Caribe y del Mar de Cortés, porque sin ellos las ciudades de esas zonas se quedarían sin playas y a merced de fenómenos climáticos cada vez más duros.
Garantizarla depende de que actuemos en todos los aspectos que podamos para restaurar la salud del planeta. La llegada del sargazo a las costas mexicanas es consecuencia del aumento en la temperatura de las aguas y de la alteración de los patrones de los vientos, y para impedirla hay que dejar de consumir combustibles fósiles en las ciudades para lograr que el calentamiento global no recrudezca estos fenómenos.
También hace falta frenar la llegada de sedimentos a las costas, y para ello hay que combatir la deforestación en las montañas. Urge, además, que lleguen menos agroquímicos a esas aguas, y para ello hay que transitar de una agricultura industrial y dependiente de los insumos artificiales, a una agricultura orgánica y campesina.
Todos tenemos mucho que aportar para salvar el mar. Urge poner manos a la obra.
Este artículo fue publicado originalmente por el medio digital mexicano Pie de Página.
RV: EG