La capital de El Salvador inició un programa para convertirse en una “ciudad esponja”, capaz de combatir y contener las inundaciones que causan muertes, dolor y pérdidas materiales, destacó este lunes 2 un reporte del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
En mayo y junio de 2020, el paso de la tormenta tropical Amanda, con vientos huracanados y fuertes lluvias, dejó en El Salvador 20 muertos, con 150 deslizamientos de tierra, 20 inundaciones importantes, cultivos, carreteras y líneas eléctricas destruidas, y más de 30 000 hogares afectados.
El informe del Pnuma presentó el caso de Héctor Velásquez, cuya finca cafetalera en una ladera del volcán San Salvador estuvo en el camino de la tormenta, la cual provocó un derrumbe que arrasó con un área sembrada de 3000 metros cuadrados.
“Los deslizamientos de tierra se llevan todos los cultivos plantados. Este tipo de lluvias se lleva con ella los recursos, cuando los recursos son escasos, para empezar, y es necesario reinvertir”, dijo Velásquez, de 42 años y padre de dos hijos.
Velásquez recordó que, cuando era niño, la lluvia en San Salvador era básicamente una llovizna continua que se extendía a lo largo de ocho meses y, en ese entonces, el suelo tenía tiempo de absorber el agua.
Pero en los últimos años el cambio climático ha hecho que las tormentas extremas sean más comunes. Son especialmente devastadoras alrededor de la capital, donde la construcción y la pavimentación de carreteras han creado una barrera de hormigón que evita que la lluvia sea absorbida por el suelo.
Por ello, autoridades de esta capital y caficultores se incorporaron al programa CityAdapt, que desarrolla el Pnuma “para reconectar a las ciudades con la naturaleza”, con la restauración de 1150 hectáreas de bosques y plantaciones de café, buscando reactivar la capacidad de San Salvador para absorber la lluvia.
En los alrededores de la ciudad, las inundaciones y los deslizamientos de tierra arrastran la valiosa capa superficial del suelo y con ella la fertilidad de los cafetales. “El suelo, para nosotros los agricultores, es la riqueza de nuestra finca. Si no lo tenemos, no producimos”, subrayó Velásquez.
Antes de una disminución de la producción de café en los últimos 10 años, este sector había sido vital para la economía de El Salvador, y en 2012 empleaba 150 000 personas, con una producción de más de un millón de quintales (de 46 kilos), aunque este año podría estar entre 300 000 y medio millón de unidades.
Un informe del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias estimó que para 2050 el cambio climático podría afectar más al sector cafetalero de El Salvador que al de cualquier otro país.
En San Salvador, el proyecto CityAdapt “se basa en una lógica simple”, según el Pnuma, pues “cuando la vegetación es reemplazada por el concreto, el suelo pierde su permeabilidad natural”.
Por lo tanto, “los árboles y otra vegetación pueden ser usados como esponjas, debido a que capturan enormes cantidades de agua en la tierra, previenen la erosión, limitan las inundaciones y recargan los suministros de agua subterránea para los meses de sequía”.
En San Salvador el proyecto ya comenzó a reducir los riesgos de inundaciones para unas 16 000 personas y se espera que en 2022 alcance a 115 000. Se han construido 62 kilómetros de acequias para facilitar drenajes como los de ríos y arroyos, y en el camino se han sembrado 3500 nuevos árboles frutales.
El término “ciudad esponja” se ha usado para describir un área urbana que está creando espacios verdes con el fin de hacer frente a las inundaciones, estrategia adoptada en ciudades tan diversas como Berlín, Kingston, Xalapa en México y Wuhan en China.
Jessica Troni, jefa de la Unidad de Adaptación al Cambio Climático en el Pnuma, destaco que en todo el mundo hay en marcha 45 proyectos similares, con un proceso de restauración de 113 000 hectáreas.
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