El comercio alimentario mundial se duplicó en los últimos 25 años, pero las cadenas de valor deben mejorarse para favorecer los ingresos de los pequeños agricultores y los países en desarrollo, señaló el más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
De 680 000 millones de dólares en 1995, el comercio de alimentos pasó a 1,5 billones (millones de millones) de dólares en 2018, en parte gracias a un aumento de las exportaciones de los países emergentes y en desarrollo, que pasaron de 25 a 36 por ciento de esa masa de recursos movilizada.
Por ello, la FAO apuesta por confiar en los mercados y su director, Qu Dongyu, afirmó que sostenerlos “es aún más importante ante grandes perturbaciones, provengan de la enfermedad covid-19, de brotes de langosta (plaga en África) o del cambio climático”.
El informe asienta que un tercio de las exportaciones agrícolas y alimentarias mundiales se comercializan dentro de una cadena de valor mundial y cruzan las fronteras por lo menos dos veces.[pullquote]3[/pullquote]
El auge de las cadenas de valor, que en un circuito económico coordinan desde la logística de entrada –producción- hasta la de salida –consumo-, obedece a la búsqueda de mayor productividad e ingresos, con eliminación de barreras y aplicación de avances tecnológicos.
“Las cadenas de valor pueden facilitar la integración de los países en desarrollo en los mercados mundiales. Al vincular estrechamente nuestros mercados de alimentos, también proporcionan un mecanismo para difundir mejores prácticas en aras de promover el desarrollo sostenible”, postuló Qu.
Sin embargo, los pequeños agricultores suelen quedar excluidos de los beneficios de las cadenas de valor mundiales, y podrían sufrir mayor marginación por la aparición de cadenas con estrictos requisitos de calidad e inocuidad de los alimentos.
Para incluirlos, la FAO recomienda políticas que mejoren la infraestructura, los servicios, la educación y las tecnologías productivas en las zonas rurales.
También los sistemas de certificación de la sostenibilidad pueden estimular el comercio justo, la inclusión, la no discriminación, prácticas agrícolas respetuosas con el ambiente, fomentar inversiones, garantizar la seguridad laboral y prohibir el trabajo infantil.
Por ejemplo, entre los pequeños caficultores de café en Uganda, las familias con certificación de sostenibilidad para su café invierten 146 por ciento más en la educación de sus hijos, y los mantienen en la escuela durante más tiempo, que las familias que producen el grano sin certificación.
El informe también muestra contrastes, como que del banano, uno de los productos básicos tropicales más comercializados en el mundo, solo entre cinco y ocho por ciento de su producción está cubierto por normas de sostenibilidad.
Por otra parte, mientras los países de Europa, Asia central, oriental y el Pacífico tienden a comerciar más dentro de sus regiones, los de Asia meridional, América Latina y el Caribe, África, América del Norte y Oriente Medio comercian más a nivel mundial.
Alrededor de 90 por ciento de las exportaciones de productos agrícolas de África subsahariana y de América Latina y el Caribe se destinan a otras regiones.
Esa dependencia de los mercados mundiales implica promover acuerdos multilaterales que favorezcan la exportación de sus productos, pero la FAO señala que también acuerdos comerciales regionales pueden estimular la participación en las cadenas de valor de alcance global.
Finalmente, aunque este estudio no se centró en los impactos de la covid, la FAO destacó que numerosos gobiernos y el sector privado dan prioridad a que se mantengan las cadenas de valor para conectar las zonas de producción y de suministro a los centros urbanos durante la actual pandemia.
A-E/HM