La caribeña Federación de San Cristóbal y Nieves ha adoptado un programa de lucha contra su “enemigo interno”, la erosión que devora sus suelos, con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
En una pequeña nación insular cada centímetro de espacio cuenta, y en la era del cambio climático muchas islas se están encogiendo ante los ojos de sus ciudadanos a causa del aumento del nivel del mar, los desastres naturales y la erosión costera.
Las islas de San Cristóbal y Nieves (St. Kitts-Nevis), en el recodo noreste del Caribe, suman una superficie de 261 kilómetros cuadrados, con 55 000 habitantes, en su mayoría descendientes de africanos que viven principalmente del turismo y en menor medida del cultivo de la caña y producción de azúcar.[pullquote]3[/pullquote]
Su terreno montañoso está compuesto en gran parte por marga arenosa, un tipo de roca sedimentaria compuesta de calcita y arcillas, atravesada por surcos estrechos y profundos llamados «ghauts», que llevan agua de lluvia por las laderas.
Estos canales desempeñan un papel clave en el mantenimiento de los ecosistemas forestales -en la vecina isla británica de Montserrat se los promueve como atracción turística- , pero también contribuyen a la erosión del suelo.
Ello porque con los cambios de uso de la tierra y la destrucción de la capa verde protectora, los “ghauts” se convierten en incontenibles torrentes que arrasan suelo, rocas y vegetación cuando caen las fuertes lluvias asociadas a las tormentas tropicales que azotan la región.
Un ejemplo es el “ghaut” St. Kitts ’ College Street, que atraviesa esta capital y lleva agua de lluvia desde el norte de la montaña Olivees hasta el mar, a través de la ciudad. Su canal se resiente de la destrucción de la vegetación protectora en la parte alta de su cuenca y presenta fuerte erosión en sus orillas.
“Todo lo que uno escucha es un estruendo como si grandes rocas estuvieran bajando por la carretera y luego se ve el torrente de agua que derriba cualquier cosa a su paso”, contó por ejemplo a enviados del Pnuma una residente local, Leslie Connor.
El agua “fluye alrededor de los obstáculos y se desvía hacia patios y casas. Hay daños a las propiedades, se ha llevado automóviles al océano e incluso ha provocado la pérdida de vidas”, dijo Connor.
San Cristóbal comenzó en 2019 un programa de gestión de tierras y aguas para contener la erosión, y que incluye la construcción de gaviones para contener los suelos e impedir tanto su destrucción a orillas de los canales como la sedimentación y contaminación que bajan con la lluvia hasta las turísticas playas.
También en las orillas de esos canales se han sembrado plantas de vetiver, cuyas raíces ayudan a sostener los suelos.
El programa hace parte del proyecto “Integrando la gestión del agua, la tierra y los ecosistemas en los pequeños Estados insulares en desarrollo del Caribe” (IWEco, en inglés), iniciado en 2016 y que culminará en 2023, con auspicio del Pnuma y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF).
Halla Sahely, coordinadora nacional del proyecto, dijo que “los impactos de esta degradación de la tierra son de gran alcance e incluyen riesgos para la salud pública debido a las inundaciones y la eliminación inadecuada de desechos”.
Además por “la pérdida de la capa superficial del suelo, la mala calidad del agua y la contaminación del medio ambiente cercano a la costa”, agregó Sahely, para quien “las obras para reducir y controlar la degradación de la tierra dentro del ‘ghaut’ son un primer paso fundamental”.
Los Estados insulares del Caribe comparten la preocupación por la pérdida de terreno y en particular de sus playas. En el proyecto IWEco se han inscrito Antigua y Barbuda, Barbados, Cuba, Granada, Jamaica, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas y Trinidad y Tobago.
A-E/HM