Alerta de Guterres sobre potencial uso de gérmenes como armas bioterroristas

Foto: ONU
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El coronavirus estaba cerca de cobrarse la vida de 600 000 personas este viernes 10 e infectar a 12,5 millones en todo el mundo, al mismo tiempo que ha desestabilizado prácticamente todas las facetas de la vida humana desde su brote a fines de diciembre.

Pero el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, acaba de alertar sobre un peligro de un desastre aún mayor que el incremento del autoritarismo, la devastación económica, el aumento  exponencial del desempleo y el hambre que ya son visibles como secuelas de la pandemia de covid-19.

Se trata de, dijo, de potenciales “ataques bioterroristas” que desplieguen gérmenes mortales.

El máximo responsable de la ONU destacó que el mundo carece de preparación ante el caso hipotético de que una enfermedad sea “manipulada deliberadamente para hacerla más virulenta o sea liberada intencionalmente en múltiples lugares a la vez».

Por eso, Guterres  planteó que «a la vez que consideramos cómo mejorar nuestra respuesta a futuras amenazas de enfermedades, también deberíamos dedicar mucha atención a prevenir el uso deliberado de enfermedades como armas».

El secretario general lanzó este alerta el 2 de julio, en un debate de alto nivel en el Consejo de Seguridad sobre el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y las implicaciones en ello de la covid-19, que se celebró por videoconferencia y que contó con la presencia de varios ministros de Exteriores de los 15 miembros de ese órgano rector.

Guterres calificó en ese encuentro a la Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción y el Almacenamiento de Armas Bacteriológicas (Biológicas) y Toxínicas y sobre su Destrucción como «una norma fuerte y duradera contra el uso aborrecible de la enfermedad como arma».

Pero recordó que ese tratado internacional, que entró en vigor en 1975 y es más conocido por su nombre abreviado de  Convención sobre Armas Biológicas (CAB), ha sido suscrito hasta ahora por 183 Estados parte.

Por ello urgió a los 14 Estados que aún no forman parte de la Convención a “hacerlo cuanto antes” y demandó reforzar al instrumento que hasta el momento no tiene mecanismos de verificación de su cumplimiento.

De los 14 países fuera de la Convención, 10 no lo firmaron ni ratificaron: Chad, Comoras, Eritrea, Israel, Kiribati, Micronesia, Namibia, Sudán del Sur, Tuvalu Yibuti. Otros cuatro lo suscribieron pero no lo ratificaron: Egipto, Haití, Somalia y Siria.

John Loretz, exdirector de programas y consultor sénior de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear  (AIMPGN, en español e IPPNW, en inglés), aseguró a IPS que el secretario general tiene  la razón en sus evaluaciones.

Como dijo Guterres, afirmó, “la CAB es un tratado fuerte…que necesita ser fortalecido y la construcción de nuestras instituciones de salud pública y la infraestructura de respuesta a la pandemia garantizarían la existencia de recursos esenciales en caso de que tengamos que enfrentar un ataque con armas biológicas».

Pero  uno de los obstáculos para lograr una supervisión y verificación efectivas de la Convención, quizás el mayor, ha sido el muy activo lobby por parte de las industrias farmacéuticas y biomédicas y sus aliados para frenar las iniciativas al respecto.

Ese muy poderoso sector argumenta que es difícil evaluar y determinar la intención de si alguien está usando una toxina por razones legítimas (por ejemplo, desarrollo de vacunas) o por razones prohibidas (es decir, armas).

Por ello, aduce, las inspecciones serian una intrusión que comprometerían los secretos comerciales y los derechos de propiedad intelectual.

Loretz dijo que aquellos que quieran fortalecer la CAB tendrán que encontrar una manera de superar las barreras de esas industrias para poder brindar al tratado herramientas de cumplimiento como las incorporadas en el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y la Convención sobre las Armas Químicas (CAQ).

Jez Littlewood, un investigador independiente con experiencia en armas biológicas, control de armas y temas de seguridad nacional, dijo a IPS que el uso de un arma biológica sería un acto que implica la manipulación deliberada de enfermedades.[pullquote]1[/pullquote]

Y, aseguró, “hay datos consistentes” sobre que el uso deliberado de enfermedades “puede tener consecuencias potencialmente devastadoras” para todo el mundo.

El brote de ébola en África occidental en 2014, la pandemia de gripe de 1919 y las enfermedades llevadas por los exploradores y colonos europeos a América desde el siglo XV en adelante tuvieron consecuencias muy significativas para la poblaciones de nativas de los lugares donde se asentaron, recordó.

Littlewood reconoció que el bioterrorismo ciertamente existe, pero también aseguró que desde que en 1995 se produjo el atentado con armas químicas en el sistema de metro de Tokio, matando a 13 personas e hiriendo a 6000, el bioterrorismo se ha mantenido de bajo nivel y relativamente poco sofisticado.

Los terroristas han matado a muchas más personas con vehículos, bombas de todo tipo, cuchillos y armas de fuego básicas que lo puedan haber hecho con organismos que causan enfermedades, dijo Littlewood, quien estuvo en comisión de servicio en la Oficina de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth de Gran Bretaña y trabajó en las Naciones Unidas en Ginebra.

John Hart, erudito no residente del estadounidense Centro James Martin de Estudios sobre No Proliferación, consideró a IPS que el mensaje básico de Guterres es que la preparación contra brotes de enfermedades también fortalece la preparación contra los llamados eventos deliberados de crear o usar enfermedades con fines con fines hostiles.

Señaló que las infraestructuras de salud son frágiles y la resiliencia social es débil. Por lo tanto, la preparación internacional contra la guerra biológica requiere un mayor fortalecimiento y por eso hay sectores que trabajan para hacer más sólida y amplía la arquitectura mundial contra cualquier intento de bioterrorismo.

Littlewood sí consideró que actualmente los diques para generar un arma biológica son más débiles que incluso hace una década, pero, a su juicio, “causar deliberadamente un brote de una enfermedad a gran escala, está lejos de ser fácil”.

Para el investigador, son los Estados y no los bioterroristas quienes están más cerca de poder desarrollar armas biológicas con potencial importante, porque son los que tienen más posibilidades en cuanto a capacidad técnica y organizativa para ello.

«La manipulación deliberada para el armamento y los ataques múltiples requiere capacidades que ningún grupo terrorista ha demostrado aún que tiene, y ningún grupo conocido ha demostrado que se haya acercado a tal capacidad», analizó.

Aun así, Littlewood advirtió que el bioterrorismo no debe descartarse, pero los datos empíricos de los últimos 25 años son claros en indicar que algunos grupos terroristas tienen mucho más interés en las armas biológicas que capacidad de desarrollarlas y usarlas.

Manipular deliberadamente la virulencia de un organismo que causa enfermedades con el fin de usarlo como arma es mucho más probable que esté en el ámbito de un programa dirigido por el Estado que uno terrorista, pese a que el cine de Hollywood ciertos discursos políticos y la ciencia ficción puedan hacer creer lo contrario, adujo el especialista quien también ha trabajado en una universidad canadiense y otra británica.

«Ningún Estado admite abiertamente o afirma tener interés en desarrollar armas biológicas, lo que demuestra la fuerza de las restricciones normativas sobre el uso deliberado de la enfermedad como arma», afirmó.

Sin embargo, Littlewood señaló que la falta de preparación para contener la propagación de brotes de enfermedades contagiosas es preocupante y añadió que estar listo para bloquear la expansión de gérmenes y virus naturales es la base para responder a cualquier intento de un uso deliberado de un arma biológica.

También en eso coincidió con Guterres, quien aseguró que un mejor control de las armas biológicas es a su vez una acción efectiva contra las enfermedades contagiosas naturales. Sistemas de salud pública y de veterinaria son una herramienta esencial contra la covid, y a su vez un elemento disuasorio “eficaz” contra el desarrollo de armas biológicas.

El secretario general dijo durante la videoconferencia del Consejo de Seguridad que todos los temas que puso durante el debate sobre la mesa deben estar en la agenda de la Novena Conferencia de Revisión de la Convención, que se celebrará en 2021.

T: MF

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