Los días de los cristales y los sueños rotos en Estados Unidos

Zekiya Louis (D) y Manuela Ramírez (L) mientras repartían agua gratis entre los manifestantes contra la brutal muerte en Minneapolis de George Floyd a manos de la policía, en una de las protestas que se han realizado en la emblemática Times Square, en Nueva York. Foto: James Reinl / IPS
Zekiya Louis (D) y Manuela Ramírez (L) mientras repartían agua gratis entre los manifestantes contra la brutal muerte en Minneapolis de George Floyd a manos de la policía, en una de las protestas que se han realizado en la emblemática Times Square, en Nueva York. Foto: James Reinl / IPS

Estados Unidos vive días de sueños y cristales  rotos desde el 25 de mayo, cuando el afroamericano George Floyd murió víctima de la brutalidad policial.

Una vez más, un hombre negro desarmado murió a manos de un policía blanco, con  Floyd hundido en el suelo bajo la rodilla del  agente Derek Chauvin, que mantuvo su presión sobre la víctima hasta asfixiarlo, en la ciudad de Minneapolis, mientras los aturdidos transeúntes grababan el incidente en sus teléfonos celulares y lo publicaban después en las redes sociales.

Una vez más, las protestas locales se convirtieron en manifestaciones en todo el país contra la violencia policial y el racismo, con la demanda de que el país ponga fin a los dos fenómenos, en una ola de protestas que en algunos casos condujeron a disturbios incontrolados, con ventanas rotas, automóviles y algunos edificios incendiados y saqueos.

En la ciudad de Nueva York, Zekiya Louis, una esteticista y empresaria de 29 años, se movilizó hasta la emblemática Times Square para distribuir botellas de agua gratis, en una protesta bajo los dos lemas que se han impuesto en la movilización nacional: “ Black Lives Matter (las vidas negras importan)” y “I can´t breathe (no puedo respirar)”, que imploró Floyd antes de morir.

«Se está convirtiendo en un problema cada vez mayor porque nueve de 10 diez veces son las personas negras las víctimas de la violencia policial, y estamos cansados ​​de eso», dijo a IPS Louis, quien nació en Estados Unidos y tiene familia en el Caribe.

«Sé que mucha gente protesta, está enojada y está rompiendo cosas. Pero debes entender que tratamos de protestar pacíficamente, tratamos de tomarnos de las manos y unirnos, y lo que recibimos a cambio fue más violencia y gases lacrimógenos», explicó esta manifestante, en un sentimiento que repitieron a IPS otras personas participantes en la protesta.

Estados Unidos se ha visto convulsionado por una oleada de protestas y caos desde que Floyd, de 46 años, murió en el norteño estado de Minnesota después de que Chauvin, de 44 años, desoyó su cada vez más débil alerta de que no podía respirar, y mantuvo presionada su rodilla en su cuello durante casi nueve minutos, mientras la víctima expiraba, esposada y boca abajo en plena calle.

En los videos, a Chauvin se le ve inmutable y sin expresión en su rostro, mientras  Floyd jadea repetidamente y repite que no pude respirar y los espectadores instan a los agentes a que liberen o socorran al detenido, quien acababa de ser acusado por el dependiente de una tienda de haber pagado unos cigarrillos con un billete falso de 20 dólares.

Chauvin y otros tres oficiales involucrados en el arresto de Floyd fueron despedidos poco después de que los videos del incidente se virilizasen por las redes sociales y el último ejemplo de brutalidad policial contra un hombre negro desarmado se transformara en un sismo que fue recorriendo todo el territorio estadounidense.

Desde entonces, Chauvin ha sido acusado de homicidio en segundo grado y los otros tres exoficiales, Tou Thao, Thomas Lane y J. Alexander Kueng, enfrentan cargos de colaborar con el homicida e incitar al asesinato.

Floyd es el último de una saga de policías dando muerte a hombres negros  desarmados, donde se incluye a Michael Brown en la localidad de Ferguson (estado de Missouri), Eric Garner en Nueva York, e incidentes similares  que también provocaron oleadas de ira y dolor.

Pero ninguna de estas respuestas populares había alcanzado la magnitud y propagación de la que ha despertado la muerte de Floyd, que se considera solo comparable con las protestas tras la muerte del líder Martin Luther King, asesinado en abril de 1968, en la ciudad de Memphis.

Ya por nueve días, las protestas se han extendido como un polvorín por docenas de ciudades de una treintena de estados,  incluidas Los Ángeles, Chicago, Nueva York y Washington, algunas de las cuales fueron acompañadas de violencia y saqueos. La policía ha realizado hasta ahora más de 10 000 arrestos.

Los manifestantes han sido repelidos con gases lacrimógenos, granadas de destello y, en ocasiones, fuerza excesiva por parte de las autoridades. La policía ha atacado a periodistas e incluso arrestó a un reportero de la cadena de televisión CNN, Omar Jiménez, mientras transmitía en vivo. Algunos agentes también han resultado heridos.

El presidente Donald Trump expresó su «dolor» por la «cosa horrible» que acabó con la vida de Floyd, pero también avivó las protestas al amenazar con desplegar el Ejército para contener las manifestaciones y asegurar en su cuenta de Twitter que «cuando comienza el saqueo, comienzan los disparos», una frase con un alto contenido racista en la historia del país.

El lunes 1, Trump posó ante las cámaras con una biblia en sus manos, tras amenazar de usar los militares en suelo estadounidense para repeler manifestaciones ciudadanas. Lo hizo ante una iglesia dañada por los manifestantes después que la policía dispersase con gases lacrimógenos una protesta pacífica en el área, vecina a la Casa Blanca.

Un día después,  la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, instó a los políticos estadounidenses a «condenar el racismo de manera inequívoca» y «abordar verdaderamente las desigualdades» en una sociedad en la que los blancos son más ricos y saludables que los negros.

«Hablen fuerte y claro y pongan fin al racismo donde sea que lo vean», pidió Bachelet en una comunicación desde Ginebra, en que además demandó “escuchar las voces que piden el fin de los asesinatos de afroamericanos desarmados».

“Las voces que piden el fin de la violencia policial deben ser escuchadas. Y las voces que piden el fin del racismo endémico y estructural que afecta a la sociedad estadounidense deben ser escuchadas» insistió.

Muchos manifestantes van  más allá de demandar justicia ante la violenta muerte de Floyd, y demandan que se produzcan cambios en las actuaciones policiales y se tomen medidas para mitigar la desigualdad sistémica entre los estadounidenses blancos y negros y el doloroso legado de la esclavitud.

En una sesión informativa con periodistas, un veterano defensor de los derechos humanos, el reverendo Al Sharpton, dijo que el caso Floyd debe conducir a nuevas leyes federales.

«Si salimos de todo esto y no tenemos una legislación federal en la que podamos proteger a los ciudadanos de las policías locales… entonces todo esto va a ser una tragedia sin fin. El drama y la protesta en la calle debe orientarse hacia un cambio legal fundamental», dijo Sharpton.

De vuelta en Times Square, Manuela Ramírez, una estudiante y camarera colombiana de 23 años, que vive en Brooklyn, en  Nueva York, pidió cambios drásticos en la forma en que los policías perciben a los ciudadanos que les pagan para proteger y servir.

«Creo que hay muchos policías buenos, pero también muchos policías malos que matan gente, y eso es lo que resaltamos», dijo Ramírez a IPS. Es “esa mentalidad” que está enquistada en las fuerzas policiales estadounidenses la que debe cambiar, insistió.

T: MF

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