El hambre aguda oprime a 135 millones de personas y otros 183 millones están en la antesala de esa situación crítica, según un informe sobre 55 países publicado este martes 21 por un grupo de agencias de Naciones Unidas y otras organizaciones reunidas en la Red Mundial contra las Crisis Alimentarias.
Más de la mitad de las personas a las que se refiere el informe, 73 millones de 135, viven en África, 43 millones en Asia y Medio Oriente, y 18,5 millones en América Latina y el Caribe.
En los países estudiados, 55 de los 193 miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 75 millones de niños sufrían retraso en el crecimiento y 17 millones padecieron emaciación (adelgazamiento mórbido) en 2019.
Las cifras de 135 millones en inseguridad alimentaria aguda (incapacidad de la persona para consumir alimentos adecuados con peligro inmediato para su vida) y 183 millones en la “antesala” o situación de estrés (en riesgo de caer en el área más crítica) son las peores desde que el estudio anual comenzó a publicarse en 2017.
Los principales impulsores del hambre han sido los conflictos armados, que empujaron a la inseguridad alimentaria aguda a 77 millones de personas, los fenómenos climáticos extremos, a 34 millones, y las turbulencias económicas, a 24 millones de personas.
Los conflictos armados marcaron el ascenso del hambre en Afganistán, Siria, Yemen y África oriental, subregión también castigada por fenómenos como sequías prolongadas y plagas sobre la agricultura, en tanto crisis económicas marcaron la inseguridad alimentaria en Haití, Pakistán, Venezuela o Zimbabwe.
Los cinco países relativamente más castigados en 2019 fueron Sudán del Sur, con 61 por ciento de su población afectada, Yemen, 53 por ciento (la mayor cantidad absoluta, 16 millones de personas), Afganistán, 37 por ciento, Siria, 36 y Haití, 35 por ciento.
Les siguen Venezuela, con 32 por ciento (9,3 millones de personas), Etiopía, 27 por ciento, República Democrática del Congo, con 26, Sudán con 14 y Nigeria (en su región norte), con cinco por ciento de población afectada.
Un foco de atención son las personas refugiadas o forzosamente desplazadas, 79 millones en el mundo según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Más de la mitad de esos refugiados se han alojado en países que ya tienen números altos de personas con inseguridad alimentaria aguda, lo que complica ese cuadro.
En América del Sur, dos países fueron señalados con crecimiento de la inseguridad alimentaria, Colombia y Ecuador, después de recibir en los últimos tres años a centenares de miles de migrantes venezolanos.
En África oriental, los conflictos armados, la violencia intercomunal y otras tensiones afectan a Sudán del Sur y empujan refugiados hacia Kenia y Uganda, y en África occidental los focos críticos están en la región del lago Chad y norte de Nigeria, también afectados por violencia armada y desplazamientos poblacionales.
En Afganistán, Siria y Yemen las situaciones de guerra civil se traducen en dificultades de núcleos de población para la obtención regular de alimentos.
En 2020 “la situación podría empeorar debido al impacto de la covid-19, aunque no se conoce la magnitud precisa del deterioro. Es probable que la disminución de la actividad económica merme los presupuestos nacionales, reduzca los ingresos de los hogares y provoque aumentos en los precios de los alimentos”.
“El mundo enfrenta el gran desafío de la pandemia, pero no debemos perder de vista nuestra meta de forjar un mundo libre de hambre y de pobreza. La seguridad alimentaria ha estado al alza en los últimos años”, dijo Qu Dongyu, director de Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El Hambre Cero es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos para 2030 por las Naciones Unidas después de estimar que más de 800 millones de personas, uno de cada nueve habitantes del planeta, están subalimentadas.
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