“El interés por la Amazonia no es por el indígena ni el árbol, sino por los minerales”, dijo el presidente Jair Bolsonaro, al rechazar supuestas intenciones coloniales europeas, que en realidad más bien proyectaba sus propias obsesiones sobre la neurálgica ecorregión brasileña.
Sus planes más reiterados incluyen abrir las tierras indígenas a la minería y explotar el niobio en la cuenca amazónica del Rio Negro, por más inviable que sea extraer ese mineral de uso siderúrgico en un yacimiento remoto, cerca de la frontera con Colombia y Venezuela.
El apoyo del presidente a la explotación minera y agrícola, incluso en áreas de protección ambiental e indígenas, contribuyó al auge de los incendios forestales en agosto que movilizaron gobiernos y activistas del mundo en defensa de la Amazonia.[pullquote]3[/pullquote]
El conflicto, ahora realzado por el Sínodo Panamazónico, que tiene lugar en el Vaticano desde el domingo 6 y hasta 27 de este mes, puede definir el destino de la cuenca que ostenta los más extensos bosques tropicales y la mayor biodiversidad del mundo, en el marco de la crisis climática.
La deforestación de la Amazonia brasileña se acerca a 17 por ciento y al “punto de no retorno”, cuando sus bosques perderían capacidad de autosostenerse y degenerarían en sabanas, explicó Carlos Nobre, climatólogo brasileño, al presentar ante el sínodo el informe “Marcos científicos para salvar la Amazonia”, firmado por 44 especialistas.
“Los incendios disminuyeron en septiembre, en parte porque vinieron las lluvias, pero principalmente debido a las presiones nacionales e internacionales”, reconoció Ane Alencar, directora de Ciencia del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia.
Además el gobierno, temiendo sanciones comerciales, decretó la moratoria del fuego por 60 días y movilizó militares para apoyar a los gobiernos de los nueve estados amazónicos en el combate a la quema de bosques y desechos agrícolas.
“Los hechos comprueban que el problema es político, primero los estímulos del gobierno alentaron los que usan las quemas para adueñarse de tierras públicas. Al invertirse el mensaje los incendios bajaron a menos del promedio histórico de septiembre”, destacó Alencar a IPS, desde Brasilia.
“Eso no significa preservación de bosques, la deforestación ocurrió antes y debe alcanzar este año la mayor extensión desde 2008, o más de 10.000 kilómetros cuadrados”, advirtió, al lamentar el retroceso en los esfuerzos de una década.
Se trata de “una pérdida desnecesaria de recursos naturales” provocada por los “grileiros”, apodo local para quienes se apoderan ilegalmente de tierras y no se debe confundir con “el agronegocio moderno”, cuyos intereses son dañados por la deforestación, aclaró la activista.
“El Sínodo tiene lugar en un momento oportuno para reforzar la importancia de conservar los bosques, sin los cuales indígenas y comunidades amazónicas “engrosarían los bolsones de pobreza en las ciudades”, opinó.
El debate en el Vaticano hace más visibles los riesgos “agravados por el gobierno brasileño” y “fuerza la Iglesia católica a proponer otra visión de la Amazonia, en defensa de la vida, la cultura y el futuro de los pueblos locales”, según Francisco Loebens.
“El objetivo es reorientar políticas, para que la Amazonia no siga como reserva de recursos naturales en una lógica colonial, que atiende a intereses externos en desmedro de sus pueblos”, sostuvo el miembro del Equipo de Apoyo a los Pueblos Indígenas Aislados o Libres del Consejo Indigenista Misionero.
“El gobierno critica a los europeos como colonialistas, pero se alinea con Estados Unidos. Y asusta lo que dijo el ministro de Medio Ambiente (Ricardo Salles), que la ‘Amazonia necesita más capitalismo’, es decir más explotación, depredación y violencia contra los pueblos”, lamentó a IPS desde Manaos por teléfono.
Ante los estímulos oficiales a la “apropiación privada de las tierras”, Loebens es pesimista, cree que la tendencia de aumento de la deforestación seguirá el próximo año. Bosques degradados se incendian más fácilmente en un círculo vicioso que puede hacer irreversible la destrucción forestal.
“La Amazonia aún sufre los efectos del Plan Nacional de Desarrollo del general Ernesto Geisel”, resumió Lucio Flavio Pinto, un premiado periodista y profundo conocedor de la región, en referencia al presidente que gobernó Brasil de 1974 a 1979, durante la dictadura militar (1964-1985).
El colonialismo real es interno, en su evaluación. Los gobernantes militares y los que les siguieron en Brasil siempre encararon la Amazonia como territorio a colonizar con objetivos extractivos.
La lógica colonial rigió incluso durante los gobiernos del izquierdista Partido de los Trabajadores (2003-2016), que impulsaron la construcción de Belo Monte, la gigantesca central hidroeléctrica que es un “ejemplo acabado” de proyecto impuesto por intereses dominantes y ajenos a la Amazonia, apuntó Pinto a IPS, desde Belém, la capital del estado amazónico de Pará donde vive.
Construida en la Amazonia oriental, su energía es llevada al Sureste, la región de mayor consumo nacional, por una línea de transmisión de 2.500 kilómetros hasta Río de Janeiro. Otra gran central, Tucuruí, inaugurada en 1984, quedó rodeada de pueblos sin electricidad hasta 20 años después.
Pará, estado que acoge esas dos centrales, sufre también los impactos ambientales de su producción de mineral de hierro, sin beneficiarse de su exportación.
Tierras baratas, madera, minerales y ríos de energía son los atractivos a esa economía desarraigada. Bosques, áreas de conservación, indígenas y exigencias ambientales son obstáculos.
Los indígenas siguen pobres viviendo sobre suelos ricos, según dijo Bolsonaro para defender la minería y agricultura en gran escala en sus tierras, a fin de que, a su juicio, prosperen como los blancos.
Estimula con sus palabras el “garimpo”, la minería ilegal de oro y otras piedras preciosas, origen de numerosas tragedias indígenas, como enfermedades que desconocían y contaminación de los ríos, especialmente por mercurio.[related_articles]
Así también el avance de la ganadería, volcada más a la conquista de tierras que a producir carne o leche, además de grandes proyectos de expansión del “progreso”, como carreteras.
La biodiversidad poco importa, pero es clave para el futuro desarrollo amazónico en la propuesta de científicos como Carlos Nobre, que apuesta a combinar biotecnología y conocimientos tradicionales, especialmente indígenas.
Pinto, autor de más de 20 libros sobre la Amazonia, es escéptico sobre ese futuro. La lógica de la expansión permanece y la deforestación avanza. El estado de Amazonas, el corazón del bioma, perdió en los últimos años extensas áreas boscosas deforestadas en el sur, señaló a IPS.
Las protestas nacionales e internacionales y el Sínodo pueden provocar cambios, pero solo “cosméticos”, sin parar el desastre, admitió.
Ese proceso se aceleró con la ocupación agrícola impulsada por la dictadura militar, que creó en 1970 el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria para promover oleadas de migración interna hacia el norte y oeste de Brasil.
El sur, donde escaseaba la tierra ante la explosión demográfica, proveyó el flujo que pobló la Amazonia de numerosos apellidos alemanes e italianos.
La justificación de los militares era la seguridad nacional, se trataba de poblar la Amazonia para rechazar posibles invasiones extranjeras. El espantajo de la codicia externa fomentó la colonización interna.
Eso se refuerza nuevamente ahora, pero en una aparente disyuntiva, su reflujo o el colapso de la Amazonia forestal.
Edición: Estrella Gutiérrez