Los argentinos le pusieron fecha de salida al gobierno de centroderecha de Mauricio Macri en la elección presidencial del domingo 27, pero lo que queda es una alarmante realidad social en este país sudamericano, donde una persistente devaluación de la moneda local y una inflación desbocada lanzó a la pobreza a millones de personas en los últimos dos años.
El peronismo, movimiento creado hace más de 70 años que contiene dirigentes de ideologías diversas, volverá al poder el 10 de diciembre, luego de cuatro años. Esta vez lo hará de la mano de Alberto Fernández, de 61 años, un dirigente de muy escasa popularidad hasta hace pocos meses.
Como cabeza del Frente de Todos, el centroizquierdista Fernández ganó comodamente y sin necesidad de segunda vuelta, con 48,10 por ciento de los votos, contra 40,38 de Macri, quien buscaba su reelección por Juntos por el Cambio. Si bien significativa, la diferencia resultó mucho menor a lo que se presumía tras el contundente triunfo de Fernández en las primarias de agosto.
La transición, que culminará el 10 de diciembre con la juramentación del nuevo mandatario, empezó a tomar forma este lunes 28 por la mañana, cuando el presidente electo y el actual mandatorio tuvieron una reunión en la Casa Rosada, sede del gobierno.
La titiritera detrás de la escena en el retorno del peronismo es la expresidenta Cristina Fernández, de 66años, quien durante ocho años (2007-2015) condujo un gobierno de centroizquierda, aliado como el de su antecesor y esposo, el ya fallecido Néstor Kirchner (2003-2007), al venezolano Hugo Chávez (1999-2013) y al brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010).
Hace cuatro años, cuando la ahora vicepresidenta electa dejó el gobierno, desgastada por sospechas de corrupción y una economía que ya no crecía ni creaba empleo, pocos aquí pensaban que volvería a ser una figura central de la escena política, pero una prolongada crisis económica que afectó a la enorme mayoría de la población la trajo de vuelta al primer plano.
Fue la exmandataria la que decidió en esta ocasión ser candidata a la vicepresidencia y dejar sorpresivamente el lugar principal a Alberto Fernández, quien fue jefe de gabinete de ministros todo el periodo de Kirchner y el primer año de ella. Desde entonces, y hasta hace muy poco, el ahora presidente electo fue un crítico severo de la gestión de su luego compañera de fórmula.
De todos modos, y más allá del cambio de viento político, hay una crítica situación económica y social en la Argentina, que requiere medidas inmediatas.
“Lo urgente es contener los precios de los alimentos básicos, que están aumentando permanentemente y desde hace mucho tiempo, con un efecto devastador. No es lo mismo comer que no comer”, dijo a IPS el diputado nacional peronista Daniel Arroyo, que es señalado como posible ministro de Desarrollo Social del próximo gobierno.
“Simultáneamente hay que crear un sistema de créditos no bancarios, para ayudar a las millones de familias que están endeudadas a tasas de interés astronómicas, y poner en marcha un plan de obra pública para crear empleo”, agregó Arroyo.
Los pésimos resultados económicos de la gestión de Macri tienen su peor reflejo en una brutal caída del poder adquisitivo de los asalariados, una fuerte caída de la actividad y un elevado endeudamiento externo.
El fracaso del gobierno saliente es especialmente ruidoso porque todos los argentinos recuerdan que, antes de ser presidente, Macri había dicho que le resultaría muy fácil frenar la inflación que se arrastraba del gobierno de su predecesora. Como si fuera poco, una vez asumido, pidió que al final del camino su gestión fuera juzgada de acuerdo a la evolución de la pobreza.
La inflación terminó 2018 con un 47,6 por ciento anual, el número más alto en 27 años. Pero el récord será nuevamente quebrado este año, ya que se espera que termine alrededor de 60 por ciento.
Lo más doloroso es la pobreza, que de acuerdo al dato oficial llegó en el primer semestre de este año a afectar a 35,6 por ciento la población, unos 16 millones de personas. Ese número muestra que el continuo aumento de los alimentos durante el último año produjo una verdadera catástrofe social, ya que en el primer semestre de 2018 el porcentaje de pobreza era de 27,3 por ciento.
En solo 12 meses se crearon 3 250 00 nuevos pobres. Y tal vez el dato más impactante es que, entre los menores de 15 años, la pobreza ya alcanza a más de la mitad de la población: 52,6 por ciento.
Con la aceleración de la inflación en el último tiempo (solo en septiembre la tasa fue de 5,9 por ciento) y su impacto en los alimentos, muchos creen que la proporción actual de pobres es en realidad cercana a 40 por ciento, pero el Estado solo la mide este indicador cada seis meses.
El amplio triunfo de Alberto Fernández es un reflejo de que existe esperanza en que su gobierno consiga revertir la situación, aun cuando él mismo fue cauteloso durante la campaña electoral.
Victoria Giarrizzo, economista e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, dijo a IPS que el escenario económico que enfrenta el próximo gobierno es extremadamente complicado.
En ese sentido, argumentó que este año terminará con una caída del producto interno bruto (PIB) de 3,2 por ciento, y las previsiones para 2020 tampoco son buenas, ya que se pronostica una baja de 1,2 por ciento.
“Hasta 2018 las empresas argentinas no despedían empleados, porque esperaban una recuperación de la economía. Ahora, en cambio, hay despidos en todas las ramas de la actividad porque nadie es optimista. No se espera un crecimiento rápido”, planteó la economista.
El último dato oficial de desocupación en Argentina es del 10,6 por ciento de la población económicamente activa, pero los analistas creen que a fin de año va a llegar por lo menos al 12 por ciento.
Giarrizzo advierte que, antes que en la asunción del próximo gobierno, hay que pensar en que la situación no se salga de control durante los últimos días de Macri en el poder.
“Es urgente estabilizar la economía. Nosotros preveíamos que este año terminaría con 57 por ciento de inflación, pero en los últimos días antes de las elecciones vimos a las empresas comprando dólares para huir del peso, lo que devaluó más la moneda argentina y hace que las expectativas de inflación sean aún mayores”, dijo la economista, quien también dirige la consultora Elypsis.
Una vez que asuma, a Fernández le será muy complicado tomar medidas distributivas, ya que tendrá que mostrar disciplina fiscal para generar confianza ante los acreedores privados.
Además están las obligaciones con el Fondo Monetario Internacional, que el año pasado concedió al país un monumental préstamo de 57.000 millones de dólares, cuyos pagos ahora seguramente tendrán que ser renegociados.
Para el analista político Lucas Romero, el principal desafío que tiene Alberto Fernández “es construir su autoridad como presidente, ya que llega al poder con un frente electoral muy amplio. Para consolidarse necesita mostrar resultados rápidos”.
En ese sentido, Romero subrayó a IPS que todo dependerá de si el nuevo presidente consigue encarrilar la economía y por tanto dar respuesta a la población que ha sucumbido en la pobreza, “que es lo que domina el escenario político argentino desde hace mucho tiempo y lo que llevó a la derrota al ficialismo”.
La sombra de Cristina Fernández, según Romero, no va a ser un problema para el nuevo presidente. “Cristina no está en condiciones de condicionar a Alberto, porque un fracaso del nuevo presidente sería un fracaso también de ella, que lo eligió, y porque ya tiene demasiados problemas propios, con el avance de las causas judiciales en su contra” por distintas acusaciones de corrupción.
Edición: Estrella Gutiérrez