El estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil, es el mayor productor y exportador nacional de carne porcina y en este año encabeza también las exportaciones de carne de pollo, en cuya producción ocupa el segundo lugar.
El éxito económico y productivo, como suele ocurrir, trajo graves impactos ambientales, con los excrementos contaminando aguas y suelos. Al inicio se instalaban las pocilgas en la ribera de los ríos, para deshacerse de los desechos sin esfuerzo, recuerdan los viejos porcicultores.
Luego el incremento de la actividad exigió rígidas medidas sanitarias y ambientales, como depósitos del estiércol, ante la prohibición de verterlos a los ríos. Pero incluso confinados en estercoleros, los excrementos siguen emitiendo gases del efecto invernadero.
La producción de biogás apareció entonces como una alternativa, pero que no soluciona totalmente el problema, señaló Rodrigo Nicoloso, agrónomo e investigador de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) Cerdos y Aves, que tiene sede en Concordia, un municipio de 74.000 habitantes y campeón nacional de la porcicultura.
Embrapa es un ente estatal vinculado al Ministerio de Agricultura, compuesto de 43 centros especializados que impulsaron el conocimiento y el desarrollo agrícola de Brasil desde su fundación en 1973.
“La producción del biogás solo requiere el carbono del material orgánico”, por eso la biodigestión deja un gran volumen de residuo, el llamado digestato, explicó Nicolaso a IPS, sobre este subproducto semilíquido, rico en materia orgánica y mineral pero difícil de gestionar.
Ese residuo, ya sin el mal olor original, es un biofertilizante que contiene los nutrientes más usados en la agricultura: fósforo, nitrógeno y potasio. Pero en general los porcicultores y avicultores no disponen de tierras suficientes para absorber tanto abono.
El oeste de Santa Catarina es montañoso, poblado de pequeños productores agrícolas y pecuarios, y muchos granjeros ni siquiera disponen de tierra donde aprovechar el subproducto de los biodigestores, destacó el investigador.
Venderlo no es viable por el costo de transportar el biofertilizante al tratarse de lodo, como mucho líquido, acotó.
En las grandes haciendas, numerosas en el centro-oeste brasileño, esa dificultad desaparece porque en general el abono derivado de la biodigestión se usa directamente en las siembras de la misma propiedad.
Pero en Santa Catarina el destino del residuo se hace cada día más difícil porque su exceso crece en la medida que se concentra la porcicultura en granjas mayores y, en consecuencia, también la producción de biogás.
Hay actualmente cerca de 5.500 criaderos de cerdos en Santa Catarina, la mitad de lo que había hace unos 15 años, solo 2,2 por ciento con biodigestores, según el relevamiento presentado por Nicoloso. Actualmente hay 135 granjas con más de 5.000 cerdos, frente a las 50 de antes.
El Grupo Master, con siete granjas y 1.000 empleados es un ejemplo de gran empresa de porcicultura. Posee además una fábrica de alimentos animales, un matadero y plantas para producir desde embriones de cerdos hasta el producto final.
Su Granja São Roque, en Videira, un municipio de 53.000 habitantes, tiene 10.000 cerdos e hizo posible el proyecto de biogás y la generación eléctrica en términos compensadores, informó a IPS su gerente local, Moisés Schlosser.
Alli Embrapa Cerdos y Aves orienta el Sistema de Tratamiento de Efluentes de la Porcicultura, que sirve a la granja y al mismo tiempo al desarrollo de técnicas para todo el sector.
Una experiencia novedosa es que aprovechará en la biodigestión los cuerpos de los cerdos muertos en forma natural durante la cría, en lugar de incinerarlos o sepultarlos. Serán triturados y sumados a los excrementos solidificados en un biodigestor especial, adecuado para procesar residuos más gruesos. Aumenta la producción de biogás y evita riesgos sanitarios.
“La salud animal es el mayor patrimonio de la ganadería. Pero puede también ser una guillotina, llevar al cierre de una granja o un frigorífico”, arguyó a IPS el jefe de Investigación de Embrapa Cerdos y Aves, Airton Kunz.
Insertar el biogás en la cadena productiva, que comprende desde el criadero al frigorífico, la energía, la industria de equipos, la logística y servicios como la asistencia técnica, es necesario para evitar los errores acumulados en el pasado.
Muchos productores aún padecen el escarmiento de los biodigestores donados por empresas agroindustriales interesadas en obtener los créditos del Mecanismo de Desarrollo Limpio, orientado a reducir la emisión de gases de efecto invernadero y creado con fondos de organismos climáticos multilaterales.
Los agricultores no podían manejar el equipo ni beneficiarse. “Veían quemar el biogás, mientras tenían que usar leña en sus fogones”, recordó Paulo Oliveira, otro investigador de Embrapa.
Hoy ya se acumuló mucho conocimiento, “participan universidades, otros centros de investigación, asociaciones, una cultura de innovaciones y cooperación” para orientar los proyectos, sostuvo Kunz.
Pero cada planta es un nuevo desafío, tiene sus singularidades y riesgos, acotó. Sus insumos son biológicos y variables.
De todas formas, el biogás empieza a destacarse como nuevo producto agrícola, especialmente para generación de electricidad, además del uso tradicional como fuente de energía térmica en la cocina y en la industria, en el oeste de Santa Catarina, donde se concentró la porcicultura.
Entre 2015 y 2018 Brasil registró un aumento espectacular de plantas operativas de biogás, de 127 a 276, casi mitad en el sur de Brasil. La producción subió 130 por ciento, de 1,3 millones de metros cúbicos diarios a 3,1 millones, destinados a la generación de energía eléctrica, térmica o mecánica.
Varias iniciativas ya producen también el biometano, el biogás purificado, que sustituye el gas natural y derivados petróleos, como combustible de camiones y otros vehículos.[related_articles]
Las potencialidades y desafíos de esos productos fueron temas del Foro del Sur Brasileño de Biogás y Biometano, que reunió cerca de 250 participantes en Chapecó, ciudad de 220.000 habitantes y capital del oeste catarinense, del 4 al 6 de septiembre.
Una posibilidad para viabilizar el comercio del digestato es sacarle la parte liquida y enriquecerlo con elementos químicos, para convertirlo en fertilizante organomineral, apuntó Vinicius Benites, jefe de Investigaciones de Embrapa Suelos, que tiene sede en Río de Janeiro.
Así se haría más fácil de transportar y podría obtener mejores precios por agregar otros nutrientes a la fórmula usual de nitrógeno, fósforo y potasio (NPK), acotó. Ese abono enriquecido proporciona mayor productividad, se comprobó, según dijo Benites a IPS.
Compostaje y secamiento, reduciendo el volumen al extraer agua, también abaratan la logística para viabilizar el comercio, añadió Nicoloso.
El especialista estima que es indispensable una escala de producción, 5.000 cerdos por lo menos, para arriesgarse en la generación eléctrica.
Falta desarrollar tecnologías y soluciones para incorporar los pequeños criadores a la economía del biogás, desafió Clovis Reichert, coordinador del Foro.
Pero el consenso es que las potencialidades del biogás, sea de la ganadería, residuos agrícolas, basura y saneamiento urbano, son inmensas.
La producción de hidrogeno es parte de su futuro, ya en investigación en otros países, aseguró Suelen Paesi, profesora de la Universidad de Caxias do Sul, una ciudad del vecino estado de Rio Grande do Sul, que compone con Santa Catarina y Paraná la región meridional de Brasil, donde más avanza el biogás ganadero.
Edición: Estrella Gutiérrez