La terrible sensación que tuve al despertarme y ver los resultados de las votaciones italianas en las elecciones europeas del 26 de mayo fue que, de repente, mi país se había llenado de extraños. ¿Cómo podría la mayoría de los italianos reconfirmar a un gobierno que ha sido el más ineficiente de la historia, riñendo por cualquier cosa día tras día y observando con total indiferencia el creciente problema de cómo establecer el próximo presupuesto sin chocar con la Unión Europea ni mortificar a los ciudadanos italianos?
El irresponsable debate que sostienen sobre las finanzas italianas ha llevado a una brecha de 290 puntos en el margen financiero (diferencia de valor) con los bonos alemanes.
Además, los resultados han recompensado al ministro del Interior, Matteo Salvini, quien en casi un año ha dedicado un gran total de 17 días a las funciones de su cargo (no de un ministerio marginal… ¿debería eliminarse ahora?), y todos los demás ¿a una campaña electoral?
Bueno, los italianos duplicaron sus votos: de 17 por ciento a 34 por ciento, mientras que redujeron a la mitad los de los desordenados socios gubernamentales del Movimiento 5 Estrellas (cuyo líder, Luigi Di Maio, llegó al puesto de viceprimer ministro, aunque el único trabajo que ostenta en su CV es el de administrador del estadio de fútbol de Nápoles).
¿Qué ha hecho Salvini concretamente, además de bloquear puertos para inmigrantes, exhibir rosarios, biblias y crucifijos en los mítines e imitar el lenguaje corporal de Benito Mussolini?
Entonces, por supuesto, uno puede darse cuenta de que Salvini no está solo y que probablemente mi generación, que se basa en los valores consagrados en la Constitución (solidaridad, justicia social, equidad, paz y cooperación internacional), no puede entender los tiempos en que vivimos.
El 31 de octubre de 2017, el Corriere del Trentino publicó una entrevista en la que afirmé que necesitábamos populistas en el gobierno de Europa lo antes posible para que pronto se haga evidente que, si bien sus denuncias son correctas, no tienen respuesta a los problemas. Y cuando el entrevistador observó que las próximas elecciones venideras eran las elecciones italianas, respondí que como italiano estaba triste pero como europeo estaba feliz, porque los populistas italianos fracasarían miserablemente.
Pues bien, bajo la lógica normal, han fallado. El caótico gobierno ha cumplido pocos puntos de su programa e Italia es el país europeo con un crecimiento cercano a 0 por ciento, pero la mayoría de la población italiana ha visto las cosas de otra manera… así que esto se abre a una pregunta crucial.
Aquellos que luchan por la democracia (observen a Polonia y Hungría con la eliminación progresiva de controles y equilibrios, tribunales, medios de comunicación, sistemas de enseñanza, etc.); por la transparencia y la responsabilidad (piensen en la negativa del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a revelar sus declaraciones de impuestos); por la justicia social (hoy día solo 80 multimillonarios poseen tanto como 2.300 millones de personas); por la paz (la carrera de armamentos alcanzó la cifra sin precedentes de 1,7 billones de dólares en 2018); y así sucesivamente, ¿entienden realmente por qué nos convertimos en una minoría en muchos países y a nivel global?
Anticipando la muy probable reelección de Trump y el avance de Marine Le Pen sobre Emmanuel Macron en Francia, ¿estamos seguros de que entendemos la nueva política y de que podemos proporcionar una respuesta válida? La pregunta es aún más importante porque la marea es impresionante. Detrás de los que están en el poder (los Trumps, Orbans, Kaczynskis, Erdogans, Putins, Salvinis, Bolsonaros, Dutertes, etc.) acechan los que esperan (como Marine Le Pen, Geert Wilders, Jussi Halla-aho, etc.).
Por supuesto que todos responden a diferentes realidades. Si llamamos nacionalistas a la nueva ola, deberíamos agregar a Narendra Modi, Shinzō Abe, Xi Jinping y a la gran mayoría de los ciudadanos del mundo.
Pero, al menos en Europa, se llaman soberanistas. Esto facilita su comprensión, ya que básicamente comparten una serie de puntos: a) nacionalismo, teñido de racismo; b) xenofobia, dentro de la cual se incluyen minorías y LBGTI; c) el uso de la superioridad moral para representar al adversario como un enemigo del pueblo a quien representan; d) la lucha contra cualquier tratado y estructura internacional que, según afirman, le ha quitado la soberanía a su país; y e) haciéndose eco de Trump: mi país primero. Entonces, la lucha no es entre la izquierda y la derecha; es entre los que están por su nación y los que están asociados con la globalización.
Por cierto, esta es una burda manipulación. Las naciones son la base sobre la cual construimos las relaciones internacionales y son la base de nuestra identidad. El nacionalismo es un extremismo construido sobre un concepto legítimo. Y los principios sobre los cuales se construyeron las Naciones Unidas, por ejemplo, fueron el concepto de desarrollo, que es exactamente lo opuesto a la globalización en el concepto y la estrategia para eliminar la soberanía nacional para aprovechar al máximo el libre flujo de capitales e inversiones y apoyar el sistema transnacional. El desarrollo fue un concepto basado en la idea de que, al final, todos los que participaran en él lograrían más: mientras que la globalización en la idea de que, al final, todos tendrían más.
Un mundo en el que el costo de la publicidad per cápita supera al de la educación y el sistema financiero alcanza volúmenes 40 veces superiores a los de la producción de bienes y servicios, es un mundo claramente en contra del concepto de desarrollo. Claramente, no encajan con el soberanismo esos paraísos fiscales con al menos 40 billones de dólares, cuyos impuestos, si se pagaran a las naciones, sumarían más que el costo total de todos los programas a largo plazo de las Naciones Unidas.
Y recordemos también que antes de la crisis económica de 2008, creada por un sistema bancario corrupto, no había ningún partido soberano a la vista, excepto el de Le Pen en Francia. Sin embargo, el nuevo sistema político apenas ha luchado contra el dramático poder de las finanzas: el primer año de gobierno de Trump tuvo un gabinete con la mayor participación de banqueros en la historia de Estados Unidos (los que luego fueron reemplazados por figuras militares).
No contamos aquí con suficiente espacio para un debate conceptual. Simplemente pongamos nuestra atención en el hecho de que los votantes parecen haber llegado a un punto en el que ignoran el elemento más básico de la acción política: desconfiar de quienes le han mentido, independientemente de cuál sea su inclinación política. Tomaré sólo tres ejemplos: Italia, Gran Bretaña y Lituania.
Como ya se dijo, Italia está ahora en recesión, sin crecimiento a la vista. El gobierno ya ha tratado de ignorar el límite de un máximo impuesto por la Comisión Europea de tres por ciento en el déficit presupuestario. De hecho, esto fue impuesto por el Consejo de Ministros.
Vale la pena recordar que el Consejo, formado por los gobiernos, es el organismo que toma las decisiones que deben ser ejecutadas por la Comisión Europea. El Parlamento Europeo fue creado para introducir el muy necesario principio de los controles y balances. Pero los políticos de todas las tendencias presentaron convenientemente medidas y leyes impopulares que aprobaron en la reunión del Consejo como provenientes de la Comisión.
Salvini y Di Maio se han visto obligados a replegarse de forma ignominiosa y a recortar el déficit del presupuesto italiano después de haber intentado obligar a la Comisión a aceptar un presupuesto desequilibrado. Ahora Salvini afirma que, sumándose a los otros soberanistas europeos, forzará a la Comisión a cambiar las reglas y a aceptar el próximo presupuesto italiano, que no ignora la economía sino las matemáticas.
Hubo un reciente debate televisivo entre la recientemente nombrada viceministra de Economía, Laura Castelli, una joven graduada en administración de empresas, y Carlo Padoan, un respetado economista, profesor universitario, miembro del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Banco Mundial.
Cuando Castelli dijo que no le causaría temor que el margen financiero que separa a Italia de Alemania siguiera creciendo, porque eso no tenía ningún impacto en la economía real ni en el aumento del interés en la enorme deuda italiana, un sobresaltado Padoan trató de corregirla. Pasado un rato, el moderador intentó cambiar el tema, observando que Padoan era una autoridad mundial en el tema. La respuesta de Castelli fue emblemática de la desconfianza de los nuevos políticos con las élites: «¿Por qué? Porque ha estudiado más, ¿significa eso que sabe más que yo?»
Luego, parece que los italianos confían más en Castelli que en Padoan. Después de las elecciones, Salvini anunció que destinará 30 mil millones de euros para la rebaja de impuestos, un claro regalo para el sector empresarial del norte de Italia. Eso significa encontrar al menos 80 mil millones de euros de ingresos para el próximo presupuesto, lo cual es claramente imposible sin un aumento en los impuestos y una reducción seria en los gastos actuales.[related_articles]
Como de costumbre, la educación, la investigación y la salud se verán afectadas, a menos que la Unión Europea acuerde que la regla de tres por ciento se deje a un lado.
En fin, aquí hay una predicción fácil: Salvini descubrirá que sus compañeros de viaje, los soberanistas de Austria, Holanda, los países nórdicos, los países de Europa Central y del Este, para no olvidar a Alemania, no aceptarán destinar su dinero a salvar el presupuesto italiano. ¿Les mostrará eso a los italianos que no es útil confiar en los mitos en lugar de las realidades?
Salvini ganó por el miedo a la inmigración. Pues bien, según las Naciones Unidas, la población italiana ha estado en declive desde 2015. El año pasado, perdió 160,000 personas, y las proyecciones dicen que perderá 1,8 millones de personas para 2025.
Italia ahora tiene cinco millones de extranjeros, que incluye a 500.000 estudiantes italianos nacidos de padres extranjeros. Se estima que hay 670.000 extranjeros ilegales, contra los cuales Salvini no tomó ninguna acción real: su carta electoral ganadora fue la de cerrar los puertos a los inmigrantes.
Sin embargo, bajo el gobierno anterior, la inmigración era de apenas 119.000 personas en 2017 y 20.120 a mediados de septiembre de 2018. Los inmigrantes representan 7,5 por ciento del total de la población italiana, que en 2018 se estimó en 59,9 millones (de los cuales 71,8 por ciento son urbanos). Según las estadísticas oficiales, Italia tiene 1.673 muertes por día y 1.353 nacimientos… y 22 por ciento tiene 65 años o más, mientras que solo 13,5 por ciento es menor de 15 años.
Los inmigrantes africanos y árabes representan 1,5 por ciento de la población italiana y 2,5 por ciento son europeos. Sin embargo, según una encuesta, los italianos piensan que los inmigrantes representan entre 15 y 25 por ciento de la población. Y creen que la gran mayoría son musulmanes, cuando en realidad son ortodoxos.
Claramente, sin inmigración, la economía italiana y el sistema de pensiones no son viables. Pero es inaceptable decirlo… y no ayuda asegurar que en Japón, el país donde la identidad y la cultura se defienden como intocables, el envejecimiento de la población y la pérdida de productividad han obligado a Abe a aceptar a 230.000 inmigrantes este año.
El segundo ejemplo es Gran Bretaña, hogar de la madre de los parlamentos, considerado un país políticamente civilizado. Pues bien, todo el mundo conoce la saga del Brexit. Pero lo que es impresionante es que, en las recientes elecciones europeas, Nigel Farage ganó más votos que los partidos Conservador y Laborista juntos. Creó el Partido Brexit hace apenas seis meses.
Farage fue fundamental para forzar el famoso referéndum Brexit en 2016. Ese referéndum se basó en mucha información claramente falsa y Farage lo admitió después de ganar. Parte de esta información hecha por Farage fue que 76 millones de turcos se unirían a Europa e invadirían Gran Bretaña, pero Turquía no tiene ninguna posibilidad de unirse a la Unión Europea.
Boris Johnson afirmó que todas las semanas Gran Bretaña daba a la Unión Europea 350 millones de euros, lo que debería ir en su lugar a reforzar el Servicio Nacional de Salud del país: otra cifra tan falsa que está siendo llevado ante los tribunales. Los británicos dieron a Farage 31,6 por ciento de los votos (a los laboristas 14,1 por ciento y a los conservadores 9,1 por ciento) y Boris Johnson está en position de convertirse en el próximo primer ministro. Por supuesto, hay muchas explicaciones para eso, pero todas excluyen cualquier consideración acerca de la elegibilidad de mentirosos probados.
El tercer ejemplo es Lituania, que tuvo elecciones generales justo antes de las elecciones europeas. Lituania tenía 3,7 millones de personas cuando llegó a su fin la Unión Soviética. Para el 2018 se había reducido a dos millones debido a la constante emigración, especialmente por parte de los jóvenes. El partido de la Unión de Agricultores y Verdes blandió la bandera contra la inmigración y ganó fácilmente.
El año pasado, la “invasión” fue en realidad de 54.000 personas, de las cuales 69 por ciento eran lituanos que regresaban. De los inmigrantes reales, todos básicamente de Europa Oriental y Central, los árabes de África fueron un total de 208, de los cuales 120 ya han abandonado el país. Como excusa para los lituanos, podemos decir que tienen un historial de invasiones, represión y resistencia, y que la identidad es un sentimiento fuerte, como en otras partes de Europa Central y Oriental.
Por cierto, el territorio de la antigua Alemania Oriental es el corazón de la extrema Alternative fur Deutschland (AfD) y tiene pocos inmigrantes, a diferencia de Alemania Occidental, donde la AfD no logró mucho. Pero, desde cualquier punto de vista lógico, es difícil creer que los sentimientos y no la realidad puedan desempeñar un papel primordial.
Por supuesto, hay muchas preguntas difíciles. Observemos a Ucrania, donde 73 por ciento de los votantes eligió a un comediante no probado, Volodymyr Zelenksy. Eso demuestra que los sentimientos son, de hecho, una realidad. Pero entonces, ¿por qué en los Estados Unidos, cuna del feminismo, 43 por ciento de las votantes de Trump eran mujeres que eligieron a un claro defensor de la misoginia y un mujeriego conocido?
En otras palabras, la realidad ya no es un factor en las elecciones. Otros factores como los sentimientos son más importantes. Y si bien no tenemos espacio para presentar un análisis serio de esto, solo ofrezcamos algunas consideraciones sobre las cuales reflexionar.
1) Los historiadores están de acuerdo en que la codicia y el miedo son probablemente los elementos más importantes del cambio. Si es así, recordemos que con el derrumbe del Muro de Berlín en 1989 y con las ideologías declaradas muertas, los ganadores introdujeron la globalización como la ruta para la cual no había alternativas (TINA, Margaret Thatcher). Esto se incluyó en el llamado Consenso de Washington, que redujo la función del Estado en la medida de lo posible para dar paso libre al movimiento de capitales. Los costos sociales se consideraron improductivos y luego se eliminó la diferencia entre los bancos de depósito y los bancos de inversión (Clinton, 1999), lo que dio origen al sistema de finanzas que ahora sufrimos. Entre otros cambios para la codicia no regulada, no olvidemos la Tercera Vía de Tony Blair, una aceptación de la globalización desde la izquierda para darle un rostro humano y hacerlo menos dañino. El resultado ha sido una separación de la izquierda europea de su base y la progresiva desaparición de un debate basado en los valores que habían puesto a los humanos en el centro, a favor de los nuevos valores: la competencia, el éxito individual, la riqueza como la base de las relaciones sociales y los mercados como centro de las relaciones internacionales.
2) Eso fue acompañado por un declive del multilateralismo, la paz y la cooperación internacional. Los Estados Unidos fueron el principal motor para la creación de las Naciones Unidas, con un compromiso para proporcionar su sede y pagar el 25% del presupuesto. Pero, en 1981, Ronald Reagan tomó distancia, declarando que su país no podía aceptar tener un voto como los demás y que no aceptaría resoluciones vinculantes de una mayoría compuesta por los países más pequeños. Y luego Trump llegó con la última gota que rebosó la copa, con la campaña “América Primero”, que en realidad significa “América Sola”, predicando que los Estados Unidos no tenían amigos o aliados que limitaran su acción. Este fue el acto final contra el multilateralismo.
3) En 2008, la crisis económica se extendió a todo el mundo desde el sistema bancario e Estados Unidos, creando una ola de temor, desempleo, rebaja de salarios, pérdida de puestos de trabajo y precariedad, todo lo cual el sistema político no pudo afrontar en gran medida porque su dimensión global iba más allá de la capacidad de respuesta nacional, además de un marcado deterioro de la competencia política. Esto sucedía acompañado por un aumento de la corrupción, a medida que la política se limitaba al corto plazo y se orientaba a problemas administrativos, sin ningún marco ideológico.
4) Trump ha creado una situación ondulante, con la Nueva Derecha (o Derecha Alternativa, como la llama Steve Bannon), libre de las consideraciones morales y éticas que surgieron de la Segunda Guerra Mundial. La Nueva Derecha puede conducir una política basada en la codicia y mucho más miedo, utilizando a los inmigrantes y las minorías como el enemigo que hay que combatir para defender las identidades e historias nacionales. Esta narrativa ha creado nuevas divisiones: rural contra urbana; la élite como enemiga de las personas comunes; cualquier acuerdo internacional como camisa de fuerza de la nación; la recuperación de un pasado glorioso como base para el futuro. Trump ha legitimado el comportamiento que antes se consideraba inaceptable y, durante su muy probable segundo término, cambiará aún más el mundo que hemos creado a partir de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial.
5) Internet ha seguido un curso equivocado. En lugar de ser el nuevo instrumento para la comunicación horizontal y el intercambio, se ha convertido en un creador de mundos virtuales y fragmentados donde las personas se agrupan a lo largo de líneas partidistas y ya no intercambian puntos de vista e ideas. Es un escenario de insultos y odio, manejado por identidades falsas con noticias falsas, donde los ciudadanos son vendidos como consumidores por una serie de logaritmos basados en la maximización de las ganancias. Ha creado las fortunas más grandes en la historia de la humanidad: billonarios que no se sienten responsables de los valores e intereses sociales. Esto ha ayudado a crear una pérdida en la calidad del debate político y a acudir al recurso de los sentimientos y las agallas, en lugar de la racionalidad política. Trump tiene 60 millones de seguidores en Twitter, más que todos los medios estadounidenses combinados. Ellos no compran periódicos y creen lo que dice Trump. Esto conducirá a su reelección, a menos que se produzca un error grave, pero con la barra de tolerancia cada vez más alta.
Vamos a detenernos aquí. Hay, por supuesto, muchos más puntos de reflexión pero, cualquiera que sea esta reflexión, recordemos que las ideas políticas van y vienen en la historia. Ciertamente, el soberanismo no está tan estructurado como el comunismo o el fascismo. Era normal que los políticos escribieran libros. Ahora, Trump incluso se jacta de no leerlos para evitar que sus ideas se vean influidas. La Nueva Derecha está básicamente libre de contenido, aunque es experta en movilizar los sentimientos de las personas. Por tanto, esta oleada también terminará.
La pregunta es: ¿podrá la humanidad crear de nuevo un sistema político basado en valores? Y, antes de que eso suceda, ¿llevará la Nueva Derecha a guerras y sangre con su nacionalismo extremo? Mirando la movilización sobre el cambio climático, liderada por una joven sueca que es una carta ganadora en las elecciones europeas, hay razones para alimentar la esperanza (aunque ahora el cambio climático se ha convertido en un tema de la izquierda).
Nos enfrentamos a un riesgo dramático: si fracasamos, una vez que la mitología del soberanismo se derrumbe ante una realidad dramática sin resolver, las personas que han perdido la esperanza y la confianza en la política tenderán a buscar la salida del caos en un Hombre Providencial, como el papa Pío XI llamó a Benito Mussolini.
Periodista italo-argentino, Roberto Savio fue cofundador y director general de Inter Press Service (IPS), de la que ahora es presidente emérito. En los últimos años también fundó Other News, un servicio que proporciona “información que los mercados eliminan”.
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