Venezuela entró en un nuevo e insólito túnel de confrontación política, con dos presidentes, Nicolás Maduro y Juan Guaidó, a la cabeza de las fuerzas que contienden por el poder y con los ciudadanos que masivamente regresan a las calles para manifestar su hartazgo por una crisis que los tiene exhaustos.
Ambos bandos “han subido fuertemente sus apuestas, no dan su brazo a torcer y los factores internos e internacionales que tradicionalmente operan como mediadores dan muestras de haber tomado partido”, observó a IPS Carlos Romero, exdirector de posgrados en Ciencias Políticas en las universidades Simón Bolívar y Central de Venezuela.
Guaidó (35), designado el 5 de enero presidente de la unicameral Asamblea Nacional Legislativa, juró este 23 de enero ante una multitud de seguidores en Caracas, y mientras cientos de miles marchaban en otras 50 ciudades, como «presidente encargado» de la República, para cesar “la usurpación” de Maduro, instituir un gobierno de transición y organizar nuevas elecciones.
“Ya no quiero bono, no quiero Clap (bolsas de comida a precios subsidiados), lo que yo quiero es que se vaya Nicolás”, junto a gritos de “Libertad” e insultos al gobernante eran las consignas más repetidas por personas de prácticamente todos los estratos sociales, golpeados por la crisis en la que destaca una hiperinflación anual de 1,7 millones por ciento, según sostiene la Asamblea Nacional a falta de estadísticas oficiales.
Estados Unidos, Brasil, Canadá y otra decena de países americanos reconocieron de inmediato a Guaidó, a lo que respondió Maduro denunciando que “el gobierno imperialista de Estados Unidos dirige una operación para, a través de un golpe de estado, imponer un gobierno títere” en Venezuela.
Por ello, el gobernante ordenó romper relaciones diplomáticas y políticas con Washington y dio un plazo de 72 horas para que todos los diplomáticos estadounidenses abandonen el país.
Estados Unidos, por boca de su secretario de Estado, Mike Pompeo, desconoció la medida de Maduro y anunció que mantendrá a sus diplomáticos en Caracas pues así lo solicitó Guaidó, el presidente que reconocen.
Corren 72 horas cruciales tras lo cual sobrevendrían medidas más firmes, también pedidas por el gobierno del presidente Donald Trump.
Venezuela ha sido durante un siglo un abastecedor de petróleo de Estados Unidos y es actual destino de 47 por ciento de sus exportaciones, mientras importa no solo manufacturas de la nación norteamericana, sino insumos como componentes para poder elaborar gasolina. Pero ese comercio no ha aparecido en la ecuación del rompimiento.
El “fenómeno Guaidó” logró lo que parecía impensable hace solo semanas: reactivar en las calles masivos “cabildos abiertos”, que desembocaron en las gigantescas marchas opositoras del 23 de enero.
Esa es una fecha-talismán en Venezuela pues ese día de 1958 una sublevación cívico-militar liquidó la dictadura de casi 10 años del general Marcos Pérez Jiménez (1914-2001).
Maduro (56), en el poder desde 2013, resultó reelegido el 20 de mayo de 2018 en unos polémicos comicios en los que no participó la mayoría de la oposición, en buena parte inhabilitada, y desconocieron gobiernos de América y Europa.
El gobernante asumió este 10 de enero para un nuevo mandato de seis años, al que manifestaron desconocer el mismo día un grupo mayoritario de gobiernos americanos y la Unión Europea (UE).
El heredero Hugo Chávez, quien gobernó el país entre 1999 y 2013, año de su fallecimiento, también recibió el miércoles 23 el respaldo de centenares de adeptos, llegados hasta el Palacio Presidencial de Miraflores.
Igualmente, le respaldaron los mandos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que este jueves 24 reiteraron su lealtad a Maduro en una serie de declaraciones.
La proclamación de Guaidó “es un hecho vergonzoso, aberrante”, y parte de “un plan criminal que llegó a límites de altísima peligrosidad,” pues “se está llevando a cabo un golpe de Estado contra la democracia y la Constitución”, declaró el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa y cabeza del alto mando militar.
Ahora en Venezuela “se abren tres escenarios. El primero es que el presidente Maduro aguante la presión de la oposición, de la población en las calles y de parte de la comunidad internacional, y que el movimiento de masas en su contra se vaya diluyendo”, dijo Romero.
El segundo es que las manifestaciones de calle y la presión internacional sostenga la dualidad de poder y eso se traduzca en la eliminación del gobierno de Maduro, por cesión suya o hecho de fuerza, y se convoquen nuevas elecciones”, añadió el académico.
“Y también puede ocurrir que entre en escena un tercer actor, que puede ser internacional, de la Fuerza Armada, o de algún otro factor que intervenga para detener la confrontación si la misma se desborda en el país”, agregó el analista.
“No puede haber dos presidentes al mismo tiempo en un mismo territorio. Eso coloca la pelota en la cancha de Maduro, que deberá mover sus resortes para detener y quizá apresar a Guaidó, pero para eso debe evaluar los costos de esa operación política”, dijo a IPS Luis Salamanca, también docente en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela.
Guaidó, por su parte, “debe haber calculado los riesgos de tomar el toro por los cuernos en medio de la plaza. Pueden venir detenciones que lo alcancen no solo a él sino a otros miembros de la Asamblea”, dijo Salamanca.
El parlamento fue declarado “en desacato” hace dos años por el Tribunal Supremo de Justicia, designado por el gobierno. Desde entonces los demás poderes, todos en manos de adeptos al gobierno, ignoran sus decisiones, mientras en 2017 se eligió, también sin presencia opositora, una Asamblea Nacional Constituyente que ha asumido parte de sus funciones.
Factores internacionales
El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, pidió este jueves 24 “una investigación transparente e independiente” sobre “los incidentes en Venezuela”, pues en el marco de las protestas del 23 de enero y las dos fechas precedentes perecieron abaleadas al menos 26 personas, según medios locales, y hubo decenas de heridos y detenidos.[related_articles]
El día 18 Guterres ya había dicho que su organización “está dispuesta a usar sus buenos oficios” para impulsar una solución política”, ya que solo ella “puede resolver y dar respuesta a los problemas de Venezuela“.
Washington, Ottawa y el Grupo de Lima (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú) reconocieron a Guaidó. Ecuador se sumó sin ser parte del grupo.
Mientras, Uruguay y México tomaron distancia para insistir en la necesidad de un nuevo diálogo “urgente y transparente” entre las partes. Bolivia, Cuba, El Salvador, Nicaragua y Suriname fueron los países de la región que respaldaron a Maduro.
La UE, si bien no reconoce la elección y la investidura de Maduro, tampoco ha volcado su reconocimiento a Guaidó, aunque algunos de sus miembros sí lo han hecho o le han ratificado su apoyo como presidente del Poder Legislativo.
Eso sí, el bloque insiste en la necesidad de unas nuevas elecciones, con garantías y que rearmen la legalidad en Venezuela.
Otros dos grandes actores globales, China y Rusia, han expresado su respaldo a Maduro.
¿Qué pasará si, por ejemplo, Estados Unidos rehúsa retirar a sus diplomáticos en Caracas y el gobierno de Maduro encarcela a Guaidó?
Se multiplican las hipótesis sobre el desarrollo y el desenlace del nuevo escenario, en cuya superficie brilla la dualidad de presidentes y en el fondo vibra el hartazgo ante años de una crisis que desmoronó la calidad de vida de los venezolanos, con cuotas crecientes acostándose con hambre cada noche, y con millones forzados a emigrar.
Edición: Estrella Gutiérrez