Con paso ágil, los agricultores Marciano Calamato y Mireya Noa desandan el terreno seco y amarillento de su finca, donde logran cosechar hasta cebollas, en el oriental Semiárido cubano, un ecosistema de características únicas.
Con una naturaleza privilegiada y sensible por su alto grado de endemismo, la zona de 1.752 kilómetros cuadrados, en la parte sur de la provincia de Guantánamo, constituye la única ecorregión semiárida de este país caribeño y una rareza mundial por ser un desierto costero en una isla relativamente grande como la de Cuba, según especialistas.
“Es difícil, hay que hacer un gran esfuerzo. Implantamos sistemas de regadío y mantenemos un pozo del cual bombeamos a una cisterna y, de ahí, al área de los cultivos”, explicó el productor, quien recibió en 2008 en usufructo las 12,42 hectáreas de la parcela La Cúrbana.[pullquote]3[/pullquote]
Como en el resto de la provincia, entre las de más bajo desarrollo del país, la población de 25.796 habitantes del municipio de San Antonio del Sur depende casi en forma exclusiva de la agricultura, que representa un reto en la ecozona semidesértica local.
“Participo en todo, desde la siembra hasta en echar la materia orgánica a la planta. Hemos recogido cebollas muy grandes, frijoles, tomates, remolachas, pepinos. Todo lo que sembramos se da siempre que tenga agua”, compartió Noa, sobre cómo manejan sus suelos, de pobres nutrientes.
Las frondosas copas de árboles frutales y especies resistentes a la sequía sombrean el centro de La Cúrbana, donde se ubica la pequeña casa de maderas rústicas de Calamato y Noa, un vivero, reservorios de agua para consumo humano, un almacén de enseres y los corrales para 40 cabezas de ganado caprino y más de 20 aves.
Con pequeños cultivos y autoabastecimiento de alimento animal, La Cúrbana se fortalece como una finca de ganado menor, que es un tipo de explotación aconsejada por especialistas para el sector productivo del semiárido.
“Las fincas de aquí abajo están muy centradas en la producción animal, de ganado menor, lo que más se puede hacer en estos terrenos. Y existen alternativas para lograr el autoabastecimiento, es decir, para el autoconsumo familiar y de los animales”, indicó el geógrafo Ricardo Delgado.
El especialista integra la coordinación del proyecto “Ponte Alerta Caribe: Armonizando estrategias y herramientas de gestión de riesgos con enfoque inclusivo en el Caribe”, que a lo largo de este año y hasta inicios de 2019 se desarrolla en Cuba y República Dominicana, para fortalecer las capacidades institucionales nacionales y regionales.
El proyecto es ejecutado por las organizaciones internacionales Oxfam, con sede en Gran Bretaña, y Humanidad e Inclusión, basada en Canadá, y cuenta con el financiamiento del programa, que se realiza este año y parte del próximo, lo aporta la Dirección General de Protección Civil Europea y Operaciones de Ayuda Humanitaria.
Entre sus diversas acciones en Cuba, incluye el fortalecimiento de la resiliencia a la sequía en San Antonio del Sur, según constató IPS en varios recorridos por experiencias productivas que se adaptan al cambio climático en este municipio, durante los que dialogó con productores agropecuarios, especialistas y autoridades en el área.
Ponte Alerta fortaleció el centro meteorológico de Guantánamo para procesar datos de sequía y lo dotó de estaciones meteorológicas portátiles para distribuir en algunas fincas y del sistema de procesamiento de datos. Además, apoyó la adecuación de una herramienta de resiliencia a la sequía a las condiciones costeras del municipio.
“Esta es la parte más desfavorecida en cuanto a tierras del municipio. Pero La Cúrbana es una muy buena experiencia de finca que se adapta a estas condiciones”, evaluó la geóloga Yusmira Savón, que ha participado en varios proyectos sobre sequía en la zona.
Un cóctel de técnicas agroecológicas, gestión del agua, manejo de suelos, reconversión productiva, resiliencia a la sequía y uso de energías renovables componen la receta prescrita por especialistas a los productores en un municipio que reporta un bajísimo promedio anual de lluvia, menor a los 200 milímetros.
“Los suelos del Semiárido en San Antonio del Sur tienen cualidades aprovechables desde el punto de vista químico, porque son suelos sueltos que se preparan y, con la ayuda de materia orgánica y agua, se puede lograr una agricultura con cierta rentabilidad”, remarcó el agrónomo Loexys Rodríguez.
El especialista alertó sobre cambios que afectan a la ecorregión como el aumento de un grado centígrado en la temperatura actual con respecto a la media registrada entre 1980 y 2010, y alteraciones en la distribución de las lluvias, que ocurren con intensidades y períodos diferentes a su rango histórico.
Todos esos factores elevan los problemas relacionados con la sequía y presionan al sector productivo del área, donde las autoridades ambientales afrontan además programas contra la desforestación y desertificación.
A escasos nueve metros del mar, el trabajador Abigail Castro se afana en la finca La Fortuna, que en sus seis hectáreas produce más de 46 toneladas anuales de varios cultivos como cebolla, tomate, frijol, yuca, melón, plátano (banano para cocinar) y habichuelas (Phaseolus vulgaris).
“Tenemos una cortina silvestre para proteger las siembras de los fuertes vientos marinos”, explicó orgulloso.
“Aquí no llegan las penetraciones del mar, pero el río sí lo inunda todo cuando hay ciclones y esto queda incomunicado. Las personas las evacuan para el pueblo y los animales los llevamos a la montaña”, precisó Castro, sobre cómo enfrentan eventos climáticos, el más grave en tiempos recientes el huracán Matthew, que en 2016 azotó parte del este de la isla.
En La Fortuna, las plantaciones verdes y fuertes contrastan con el suelo reseco y el abrasante sol. “El problema de la costa es la sequía, que es muy brava, pero aquí los cultivos sufren menos enfermedades”, sopesó José Luis Rustán, quien tiene desde 2008 el usufructo de estas tierras, donde antes mandaba la maleza.[related_articles]
“Además de garantizar el riego, aplicamos mucha materia orgánica. Yo mismo la produzco: busco en los corrales, hago compost y abonos verdes. También he usado el guano (heces) de murciélago”, dijo el productor, que ha desarrollado su finca con medios propios.
Por su parte, el agrónomo Yandy Leyva, que trabaja en la finca La Piedra, productora de carne ovina, y participa de Ponte Alerta Caribe, recomendó un mayor uso de microorganismos eficientes (biofertilizantes) en el agro del Semiárido, donde considera que pudieran ser hasta un rubro productivo.
También lamentó la antigüedad de los sistemas de riego disponibles entre los productores, “que son por aniego y arrastran y degradan mucho los terrenos”. “Hay que tomar medidas como tranques, cobertura de suelos e incrementar la densidad de plantaciones para poder mitigar ese problema”, apuntó.
Otros proyectos nacionales y de la cooperación internacional promueven en el semiárido el uso de energías renovables y la siembra de especies adaptables a este ecosistema, que contribuyan a la reforestación y creen empleos.
Entre esas especies, se incluyen el árbol del nim (Azadirachta indica), originario de India y usado sobre todo para elaborar fertilizantes, y la jatrofa (Jatropha curcas), que sirve para elaborar biodiesel.
“Este es un municipio atípico, con muchos riesgos de desastres por la sequía, penetraciones del mar, huracanes de gran intensidad y hasta tsunamis”, indicó Tania Hernández, vicepresidenta para gestión de riesgos en el gobierno local.
Y como el resto de los municipios cubanos, San Antonio del Sur aspira a elevar su seguridad alimentaria. “Nos autoabastecemos de viandas (tubérculos) y hortalizas al 100 por ciento pero otros rubros hay que importarlos”, apuntó la funcionaria.
Edición: Estrella Gutiérrez