La única barrera contra la que Adelaida Morán no puede luchar es la lluvia, que convierte en un lodazal su aldea, Capira, haciendo que solo se pueda salir o entrar de ella a caballo. Su hogar y negocio está a unos 30 kilómetros de La Chorrera, en Panamá, y se llega ahí solo a través de caminos de tierra.
Sus 200 vecinos la conocen porque regenta una pequeña tienda. Además, cría pollos y cultiva café con el que genera empleo en su comunidad. A veces contrata hasta a siete vecinos, consciente, dice, de que allí donde no hay igualdad son necesarias las oportunidades.
Adelaida se ha convertido en cabeza de familia. Y todo inició, asegura, cuando hace años escuchó en la radio que la entidad Microserfín de la Fundación Microfinanzas BBVA ofrecía oportunidades a personas emprendedoras. Ese día, tomó el autobús y su travesía no ha parado hasta hoy.
Asegura que ha prosperado tanto que se atreve a ser ambiciosa. Ahora quiere comprarse un auto que le permita vender sus productos fuera de su aldea y algo más importante: que si hay una emergencia pueda socorrer a sus hijos y vecinos, sin tener que esperar tres horas a que pase el autobús para llevarlos al hospital más cercano, o al día siguiente si es de noche.
Ya ha visto lo que es capaz de conseguir con pequeños créditos y sabe que cuenta con el consejo de los asesores de la fundación para cumplir su meta y seguir progresando. “Gracias a ellos, sé hasta cuánto me pueden dar y cuánto puedo pagar, y también gracias a ellos estoy al día con mis pagos”, afirma.
Y lo hace desde una casa que ya no teme a la lluvia. “Mi casa era de penca (similar a la palmera), y el suelo, de tierra. Pero con el crédito Casafin pusimos un techo de zinc y cemento en el suelo”, cuenta sobre la reforma que ha podido hacer con uno de los productos de la fundación en Panamá. “Pusimos incluso paneles solares para tener luz”.
Adelaida dice que ni ella ni su marido Evaristo, quien la ayuda en todos sus negocios, ni sus cinco hijos tienen dudas sobre su capacidad para invertir en proyectos que vayan más allá de los caminos de tierra que la separan de la ciudad y de su deseo de seguir creciendo.
Derribar barreras para progresar
No será posible acabar con la pobreza si una parte considerable de la población rural tiene un acceso limitado y desigual a los servicios financieros, como era el caso de Adelaida hasta hace cuatro años.
De acuerdo con la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), es precisamente en las zonas rurales donde existe una mayor exclusión financiera y la reducción de la pobreza ocurre a una menor velocidad.
En la América Latina rural las brechas de género limitan el acceso de las mujeres al crédito y otros servicios financieros.
A esta situación se suman las barreras que enfrentan las mujeres para ser propietarias de la tierra y acceder a la documentación que requieren para tratar con instituciones bancarias.
Es por eso que las microfinanzas son clave para promover la inclusión financiera e impulsar la autonomía económica de las mujeres. Y con la autonomía económica, las mujeres logran una mayor autonomía en otras esferas de sus vidas.
De manera que los pequeños negocios con los que las mujeres rurales emprenden para salir adelante, pueden significar una vía de salida a la violencia, las desigualdades y la pobreza, y al mismo tiempo, una razón de peso para decidir permanecer en el campo.
Es por eso que la Fundación Microfinanzas BBVA atiende a 145.000 emprendedoras rurales, que representan 27 por ciento de del total de mujeres usuarias de sus créditos en cinco países de América Latina.
El 41 por ciento de estas mujeres concluyó la educación primaria como máximo, por lo que es habitual que se dediquen al comercio o a otras actividades con pocas barreras de entrada. Aun así, cada vez más mujeres lideran actividades agropecuarias.
Su participación en este sector tiene un impacto positivo en la alimentación de sus familias y en la mejora de la seguridad alimentaria de sus comunidades. Por ejemplo, entre los emprendedores de la fundación, más mujeres que hombres se dedican a la cría de animales.
Para brindarles los servicios financieros más adecuados, entre ellos la educación financiera, la fundación dispone de 4.000 asesores de crédito que llegan directamente a las zonas rurales.
En República Dominicana la fundación ofrece el crédito Agromujer, que tiene en cuenta la falta de garantías propias de las mujeres rurales que emprenden. Por esta razón, junto con el préstamo, las emprendedoras rurales reciben capacitación financiera, cursos de emprendimiento y asistencia técnica.
Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, en el marco de la campaña regional #MujeresRurales, mujeres con derechos. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO.