La estatura del liderazgo de Kofi Annan se agrandó después que dejó la Secretaría General de las Naciones Unidas en 2006. El tiempo confirmó su excelencia en la defensa de los principios y valores del multilateralismo, actualmente a la baja y sometidos a todo tipo de embates.
Algunas de las acciones cruciales de Annan, fallecido el sábado 18, como la condena a la invasión de Iraq encabezada por Estados Unidos, contaron con la ayuda de dos brasileños.
Sergio Vieira de Mello, muerto el 19 de agosto de 2003 en Bagdad, era el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y hombre de confianza de Annan para lidiar con conflictos y reconstruir naciones destrozadas.
Fue enviado a Iraq como representante especial del secretario general en mayo de 2003, dos meses después de la invasión, un espectáculo de violencia y bombardeos difundido instantáneamente por los medios de comunicación.
Un camión-bomba destruyó el Hotel Canal usado como oficina de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) en Bagdad.
Vieira y otros 21 funcionarios murieron en el ataque suicida de la organización Al-Zarqawi, germen de lo que luego se autodefiniría como Estado Islámico, según Carolina Larriera, argentina casada con Vieira y miembro de su equipo que sobrevivió en medio de los escombros.
En memoria de esas víctimas, la Asamblea General de la ONU decidió en 2008 designar el 19 de agosto como Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, dedicado a todos los que arriesgan sus vidas para asistir a las personas afectadas por conflictos armados y otras crisis.
Vieira, un brasileño que trabajó en la ONU desde sus 21 años, murió a los 55 años, como un héroe de operaciones humanitarias y de paz en las más riesgosas situaciones, en Bangladesh, Sudán, Chipre, Mozambique, Perú y finalmente en Iraq.
Medió en conflictos en el Líbano, Camboya, Líbano, Ruanda y otros países, mientras en Kosovo y Timor Este tuvo éxito en apoyar la “construcción de nuevas naciones”.
Entre 1999 y 2002 dirigió las fuerzas de paz de la ONU que condujeron la transición hacia la independencia de Timor-Este, excolonia portuguesa ocupada por Indonesia desde 1975.
Hijo de un diplomático brasileño, ascendió en la jerarquía de la ONU ocupando funciones en sus organismos de asistencia a refugiados y promoción de derechos humanos.
Alcanzó su apogeo en las misiones encargadas por Annan, como la operación en Timor Este. Incluso muchos lo apuntaban como un posible sucesor en la Secretaria General, por la capacidad comprobada en su larga experiencia.
“Annan fue un gigante en las Naciones Unidas”, último gran impulsor del multilateralismo que perdió fuerza últimamente, atropellado por la actual oleada de nacionalismo”, evaluó Clovis Brigagão, cientista político que dirigió el Centro de Estudios de las Américas en una universidad de Río de Janeiro.
Nacido en Ghana hace 80 años, Annan fue el primer negro alzado a secretario general de la ONU en 1997, en cuyo cargo estuvo hasta 2006.
Murió el 18 de agosto, reconocido como quizás el último jefe de Estado global que las potencias permitieron al mundo y un líder que promovió los derechos humanos como prioridad, fortaleció los mecanismos de paz, democratización y de desarrollo.
Uno de sus triunfos fue lograr el consenso en torno a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), con ocho objetivos y 17 metas para reducir la pobreza, el hambre, la mortalidad infantil y materna, entre otras llagas de la humanidad, de 2000 a 2015.
Ampliados y renovados, 169 metas componen ahora los herededores de los ODM, los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), buscando promover avances sociales, humanos, ambientales y económicos hasta 2030.
Por su labor, Annan ganó junto con la ONU el Premio Nobel de la Paz en 2001.
Pero fue la tragedia de Iraq la que marcó sus dos mandatos en la Secretaría General, como primer funcionario de carrera a ascender al puesto máximo.
En esa crisis, además de Vieira en la acción posterior a la invasión, contó con la colaboración de otro brasileño para asumir la posición contraria a la intervención de las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos, que contó con militares de Gran Bretaña, Australia y Polonia.
José Mauricio Bustani, un diplomático brasileño, dirigía la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) desde su creación en 1997 para hacer cumplir la convención internacional que busca erradicar esas armas en el mundo.
Sus informes eran claves para la intención de atacar Iraq del gobierno estadounidense de George W. Bush (2001-2009), en la también conocida como segunda guerra del Golfo (2003-2011) tras la ocurrida entre 1990 y 1991.[related_articles]
El pretexto era la existencia de armas de destrucción masiva, principalmente químicas, en manos del régimen de Saddam Hussein.
Bustani negociaba en 2001 la adhesión de Iraq a la OPAQ, hecho que permitiría las inspecciones y comprobaría, según él, la inexistencia de tales armas en el país.
Un desafío al gobierno estadounidense que ejerció presiones que terminaron por destituirlo de la dirección general de la organización, en 2002. Un año después ocurrió el bombardeo masivo de Iraq, con una justificación que nunca se comprobó, reforzando la condena de Annan a la intervención “ilegal”.
Bustani contó su experiencia en el artículo “Brasil y OPAQ: diplomacia y defensa del sistema multilateral bajo ataque”, publicado en el final de 2002, y siguió en su carrera, como embajador de Brasil en Gran Bretaña y Francia, antes de jubilarse en 2015.
Edición: Estrella Gutiérrez