Ante la falta de esfuerzos concertados para generar conciencia sobre los peligros de las aflatoxinas para los humanos y los animales domésticos, los avances tecnológicos para su detección precoz en cereales y semillas, como las de maíz, no lograrán nada por sí solos, alertan especialistas.
El primer botiquín de análisis rápido de aflatoxinas ya está en el mercado y cuesta menos de dos dólares. Sin embargo, muchos agricultores sin saberlo emplean trucos peligrosos para sacarle más provecho a su producción.
El cultivador de maíz, John Cheruiyot, quien vive en el condado de Uasin Gishu, en la región del Valle del Rift, contó a IPS que muchos agricultores mojan los granos de maíz cosechados para engañar a los compradores y que paguen por un peso que no es el real.
“El maíz se vende por peso, al mojarlo después de la cosecha y luego secarlo, el peso que mostrará la balanza será mayor”, explicó.
No es la pérdida de unos pocos miles de chelines lo que preocupa tanto al Ministerio de Salud y al de Agricultura como a expertos de la Organización de las Naciones Unidas para al Alimentación y la Agricultura (FAO), sino la verdadera amenaza que supone el envenenamiento por aflatoxina con tan elevado grado de humedad.
Según la agencia, la contaminación con aflatoxinas ocurre en un ambiente de mucha humedad durante el almacenamiento y el transporte de los granos, en especial si no se secan hasta que solo quede 13 por ciento de humedad.
El investigador del Departamento de Bioquímica de la Universidad de Egerton, Collins Omondi, explicó que las aflatoxinas son sustancias cancerígenas que aparecen por el moho y pueden causar inmunodeficiencia, retraso en el crecimiento, enfermedades hepáticas y hasta la muerte.
“En el caso del maíz, por ejemplo, un producto básico, las aflatoxinas aparecen en las granjas a través de un hongo con un alto grado de toxinas en el suelo, cuando los insectos causan daños, cuando hay malas prácticas de cosechas, así como problemas de almacenamiento”, explicó a IPS.
En los primeros tres meses de almacenamiento, los hogares rurales pierden de 10 a 20 por ciento de la cosecha, pero pueden ascender a 50 por ciento o más después de seis meses, añadió.
En ese contexto, expertos como Omondi, alientan a los productores a utilizar el primer kit de detección de aflatoxinas antes de que los granos ingresen al mercado.
El botiquín puede detectar la contaminación en menos de 15 minutos y es fácil de usar, pues funciona con una tira reactiva como la que se usa para detectar el virus de inmunodeficiencia humana o la glucosa en la sangre.
Cheruiyot, quien recibió capacitación para usar el botiquín, explicó: “si hay aflatoxinas en la muestra analizada, aparece una línea rosada en la tira. Pero si no tiene, aparecen dos líneas”, explicó.
El botiquín se considera un avance positivo en el combate de esta sustancia altamente canerígena en este país de África oriental, donde hubo una grave contaminación en 2004, cuando se denunciaron 317 personas afectadas en julio de ese año, de las cuales murieron 39 por ciento.
En ese año se perdieron 155 toneladas de maíz.
Sin embargo, hay muy poca conciencia sobre los peligros que implica y de cómo prevenir la contaminación.
La FAO realizó talleres de capacitación, en colaboración con el gobierno nacional y los locales de Nandi, Uasin Gishu y Trans Nzoia sobre la prevención de las aflatoxinas, a través del Ministerio de Salud y el de Agricultura. Se eligieron esos lugares porque son el granero del país.
La agencia alerta de que la falta de funcionarios de extensión sigue perjudicando los esfuerzos para apoyar a los productores con información sobre cómo lograr mejores prácticas para cosechar y de almacenamiento para atender de forma efectiva la amenaza de la contaminación con aflatoxinas.[related_articles]
La FAO recomienda un funcionario de extensión cada 400 agricultores, pero según datos del Ministerio de Agricultura, hay uno cada 1.500 en Kenia.
Agricultores de subsistencia comercializan alrededor de 70 por ciento del maíz local de forma informal en las aldeas y los pueblos.
Eso supone una gran amenaza pues por lo menos 90 por ciento de los hogares rurales cultivan maíz.
La FAO estima que 25 por ciento de los cultivos del mundo se ven afectados por aflatoxinas, lo que pone a millones de personas y animales domésticos en riesgo de sufrir graves problemas de salud y hasta de morir.
Expertos como la epidemióloga veterinaria Johanna Lindahl piensan que los animales domésticos que se alimentan de granos contaminados producen leche y carne contaminada.
“Kenia es un área sensible para la contaminación con aflatoxina, en especial el maíz, y los agricultores, comerciantes y el público en general necesita recibir información sobre los peligros de las aflatoxinas”, indicó.
“Eso aumentará el uso de los botiquines, que no requieren de capacidades técnicas para realizar el análisis e interpretar los resultados”, acotó.
El botiquín de análisis rápido, sumado a concienciación sobre los peligros de las aflatoxinas contribuirá de forma significativa a gestionar y reducir la posibilidad de que entre a la cadena de valor alimentario, al mejora notoriamente el diagnóstico para el comercio local y de exportación.
De esa forma, la industria de la alimentación mantendrá un bajo grado de exposición para los productos del mercado local, y seguirá abriendo mercados regionales e internacionales, que en general han permanecido hostiles a países como Kenia, con gran incidencia de aflatoxinas.
Traducido por Verónica Firme