“Conocí a su jefe”, dijo el amigo de un embajador nigeriano que venía de Nueva York. ¿Qué jefe?, le preguntó este. “No tengo jefe en Nueva York”, acotó, y cuando su amigo le explicó que se refería al secretario general, entonces respondió: “No es mi jefe, yo soy su jefe”; y dio en el blanco.
En realidad, el secretario general es el gerente administrativo de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y está obligado a cumplir las órdenes de los Estados miembro, en particular en lo que respecta a cuestiones políticas sensibles y a designaciones importantes.
Y rara vez desafía, si es que alguna vez lo hace, a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, con poder de veto, a saber, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia, y de donde proceden la mayoría de los cargos altos dentro de la Secretaría de la ONU, otorgados básicamente bajo presión política.
El actual secretario general, António Guterres, quien asumió en enero, fue dos veces primer ministro de Portugal (1995-2002) y es el primero en haber sido jefe de Estado o de gobierno.
Y quienes han ocupado el cargo de primer ministro, conocen el protocolo y saben ejercer su vasto poder político en sus países de origen, y rara vez reciben órdenes de otros.
Sin embargo, una de las primeras designaciones de Guterres, el ex primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina, Salam Fayyad, como representante especial del secretario general en Libia, fue rechazado sin contemplaciones por la representante de Estados Unidos, Nikki Haley, por el solo hecho de ser palestino.
“Creo que fue un grave error”, declaró desanimado Guterres. “Fayyad era la persona correcta en el lugar adecuado en el momento preciso, y los perjudicados serán el pueblo libio y el proceso de paz en Libia”, subrayó.
“Es fundamental que todo el mundo comprenda que las personas que trabajan en la ONU lo hacen por sus capacidades personales. No representan a ningún país ni a ningún gobierno, son ciudadanos del mundo que representan la Carta de la ONU y la respetan”, explicó refiriéndose directamente a Haley.
“Existe cuatro grandes obstáculos que limitan la efectividad del secretario general”, opinó el embajador bangladesí Anwarul Chowdhury, ex alto representante de la ONU y secretario general adjunto, al ser consultado por IPS.
Primero, funciona el veto y los miembros del Consejo de Seguridad con poder de veto inciden en todas las áreas del sistema de la ONU; segundo, las promesas y los compromisos realizados por el secretario general cuando era candidato; tercero, la intención de ser reelecto para un segundo mandato y, por último, el laberinto burocrático de la ONU, añadió Chowdhury, quien también desempeñó un alto cargo durante el mandato de Kofi Annan (1997-2006).
El fallecido secretario general Boutros Boutros-Ghali, de Egipto, quien se enfrentó a altos funcionarios estadounidenses, y en especial a la embajadora Madeleine Albright, fue el único al que no le renovaron el cargo para un segundo mandato.
En el Consejo de Seguridad, 14 de los 15 miembros votaron a favor de la renovación de su cargo, pero Estados Unidos lo vetó como castigo por su insubordinación, burlándose del concepto de que la mayoría decide, abrumadora en este caso, y que, además, Washington predica por todo el mundo.
Lo correcto hubiera sido que Estados Unidos se abstuviera y respetara la decisión de los otros 14 miembros. Pero nunca lo hizo.
Volviendo al secretario general actual, el profesor adjunto de la Escuela de Diplomacia y Relaciones Internacionales de la Universidad Seton Hall, Martin Edwards dijo a IPS: “Es un proceso de aprendizaje para Guterres de cómo trabajar con el nuevo gobierno” de Estados Unidos.
La tormenta por lo de Fayyad se disipará, y está claro que quien más pierde no es Guterres, sino la Casa Blanca, que ahora aparece como petulante, observó Edwards, especialista en organizaciones internacionales y economía política internacional.
Pero lo más intrigante está en las designaciones del martes 14 de este mes, opinó.
Se renovaron los cargos del estadounidense Jeffrey Feltman, secretario general adjunto para Asuntos Políticos, y del francés Jean-Pierre Lacroix, subsecretario general adjunto para las Operaciones de Paz, que son mandatos de un año, por lo que en 2018 habrá que pelear esos cargos a Estados Unidos y a Francia.
Con respeto a la situación de Fayyad, el portavoz de la ONU, Farhan Haq ,declaró a la prensa: “Hicimos amplias consultas para hacer las designaciones, y en función de lo acordado entonces, decidió seguir adelante”, refiriéndose al secretario general.
Y respecto de si Guterres habló directamente con la embajadora Haley, Haq respondió: “No puedo calificar todas las conversaciones que mantuvo. Como dije, sí realizó consultas; él y la Secretaría hicieron consultas previas y creímos que había un acuerdo. Pero no fue así”.
También aclaró que se consultaba al Consejo de Seguridad sobre todas las designaciones de altos cargos que tienen que ver con ese órgano o que cumplen su mandato. “Ese es el procedimiento estándar, los 15 miembros tienen voz”, precisó Haq.
“No creo que (el caso de Fayyad) afecte su credibilidad. Sino que sugiere que hay un problema porque las percepciones de la gente no deben impedirles ver las calificaciones que tiene una persona para un cargo”, añadió.[related_articles]
Las presiones de los Estados miembro y el favoritismo personal han hecho del objetivo de la Carta de la ONU de “asegurar los mayores estándares de eficiencia, competencia e integridad (artículo 101.3) casi imposible de lograr”, explicó Chowdhury, en una entrevista realizada el año pasado antes de la elección de Guterres.
La costumbre de que todos los altos cargos entreguen su carta de renuncia cuando asume un nuevo secretario general es meramente figurativa, pues este sabe de sobra que un gran número de esos funcionarios permanecerán en el cargo porque tienen el respaldo de gobiernos influyentes.
En ese proceso, el mérito y las calificaciones quedan por el camino, se lamentó Chowdury, promotor de la resolución 1325, del Consejo de Seguridad, que aboga por la participación igualitaria de las mujeres.
Lamentablemente, el sistema de la ONU está lleno de designaciones seguidas de una intensa presión política de los Estados miembro, a título individual o grupal. Otros de los aspectos negativos es designar para los cargos altos a funcionarios que proceden de los países integrantes del Consejo de Seguridad con poder veto o de grandes contribuyentes.
“Eso viola el artículo 100 de la Carta de la ONU, que señala que ‘en el cumplimiento de sus deberes, el secretario general y su personal no deben buscar ni recibir instrucciones de ningún gobierno ni de ninguna autoridad externa a la organización’”, recordó Chowdhury.
Una forma de evitar eso, sería impedir las designaciones y el lobby, formal e informal, de altos cargos, otorgando al secretario general cierta flexibilidad para elegir al personal en función de la “competencia y la integridad” del candidato o candidata.
Otro aspecto negativo del proceso de selección de cargos en la ONU, por no hablar solo de los altos cargos, es la presión de los donantes, tanto los tradicionales como los nuevos, para garantizar la elección de funcionarios y consultores, en general mediante recursos extrapresupuestarios u otras formas de aportes económicos.
Eso tiene serias consecuencias para los objetivos, así como para las misiones políticas y para la dirección de las actividades de la ONU, opinó.
“Ningún secretario general estará dispuesto o tendría el apoyo del resto del sistema de la ONU para emprender una reforma drástica del proceso de contratación tanto en los altos cargos como en otro nivel”, se lamentó Chowdhury.
“Al final, tendrá que vérselas con los Estados miembro en la Asamblea General para que aprueben las reformas”, acotó.
Traducido por Verónica Firme