Iraida Semino parece una mujer como otra cualquiera: es divorciada, tiene dos hijos y su título de economía cuelga empolvado en una pared. Sin embargo, no resulta fácil dar con alguien como ella laborando en los campos de Cuba.
A sus 40 años, Semino tiene a su nombre el usufructo de 2,25 hectáreas de tierra, en la periferia occidental de la capital, en el municipio La Lisa. Ella misma dirige desde 2013 la finca que bautizó como La Maravilla, con la que garantiza el sustento de la familia a su cargo.
La jefa de un hogar compuesto por sus hijos, de 14 y 20 años, y sus padres adultos mayores, es una de las casi 17.000 mujeres usufructuarias de tierras ociosas en este país del Caribe insular, la medida más innovadora de la política de desarrollo agropecuario impulsada desde 2008 por el gobierno de Raúl Castro.
Por ese concepto, hasta enero el ramo agrícola registró 279.021 personas beneficiadas con terrenos productivos en usufructo, de las cuales las mujeres representaban menos de 10 por ciento.
La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), que agrupa a pequeños productores privados, reveló que 12.102 mujeres eran propietarias de tierras en 2012 y constituían 11 por ciento del total de dueños.
Cuba dispone de 6.240.263 hectáreas de superficie agrícola, de las cuales 30,5 por ciento están gestionadas por entidades estatales, 34,3 por ciento por cooperativas y el resto pertenece a pequeños agricultores independientes.
Especialistas alertan que campean las brechas de género cuando se analiza la tenencia de la tierra en Cuba, a pesar de que la población femenina tiene protegidos por la ley sus derechos para heredar terrenos (única vía para ser titular de tierras en el país) y pedir en usufructo terrenos ociosos.
Gracias a programas de género, la población femenina se incorpora al sector agropecuario y algunas se erigen como presidentas de cooperativas. Pero siguen sobrerrepresentadas en las labores peor pagadas y puestos de escaso poder de decisión.
“Vamos siendo unas cuantas en la cooperativa”, indicó Semino a IPS, sobre algunas emprendedoras que como ella son socias de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Roberto Negrín, una modalidad que reúne a campesinos propietarios de sus tierras y a la que los nuevos usufructuarios pueden adscribirse desde 2008.
“Llevamos comida a la mesa al igual que los hombres”, explicó la productora, que aún trabaja en el despegue de su parcela. “Por ahora la mayor parte de la comida de la familia sale de la finca y ya vendemos pequeñas producciones”, indicó.
En La Maravilla se cultivan hortalizas, legumbres y viandas (tubérculos propios de la dieta local), que Semino intercala entre árboles maderables y frutales. “Siempre tenemos varias cosas sembradas”, detalló. Además, crían bueyes, vacas, cerdos, cabras y gallinas, para el autoconsumo y laboreo.
“La finca me ha ayudado a fortalecerme y he sido capaz de formar mi casa en la equidad de género”, aseguró la madre de una joven y un adolescente, que luego de la escuela contribuyen con las labores. Semino y su padre dedican cada mañana a los cultivos y a veces reciben apoyo de un tío.
“Busqué en la tierra una alternativa después del divorcio”, contó la seguidora de la agroecología.
“Antes cosía para la calle (clientes de su barrio), algo que sigo haciendo por las tardes, pero no era suficiente para mantener la casa”, explicó la agricultora, que volvió a sus raíces campesinas en su provincia natal de Pinar del Río, en el extremo occidental de la isla.
La finca dispone de corrales con techo ligero para animales y la familia construye una vivienda, que está en proceso de legalización, y hasta que puedan trasladarse residen en un suburbio cercano, a unos cinco kilómetros, desde donde se movilizan cada día a la parcela.
“Mi objetivo es diseñar una finca 100 por ciento ecológica”, dijo determinada Semino, que se capacita para ello asistiendo a encuentros sobre agricultura.
Para enfrentar el duro reto, la productora recibe ayuda técnica de las no gubernamentales Asociación Cubana de Producción Animal y Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales.
En un anticipo sobre un estudio de campo en seis municipios cubanos, la socióloga Dayma Echevarría observó que “muchas de las usufructuarias, según la percepción de entrevistadas y entrevistados, han solicitado la tierra como extensión de la propiedad del esposo o para beneficiar a algún familiar masculino”.
“Ellas son las titulares del usufructo pero no están llevando adelante la explotación”, remarcó en la ponencia “Mujeres y trabajo: principales oportunidades y desafíos en el ámbito rural” presentada en febrero en la fundación cultural Casa de las Américas.
Alertó que, “en la práctica, las tierras que hoy se están ofertando en usufructo son las más alejadas y de baja calidad”, se requiere de capital y conocimientos para explotarlas. En Cuba, “la mujer históricamente ha estado alejada de la fuente de acumulación de capital y de conocimiento sobre agricultura”, remarcó.
Otros obstáculos identificados por Echevarría en la incorporación femenina son los estereotipos sexistas y que sobre ellas recaen las tareas del hogar, el cuidado de la descendencia, enfermos y el creciente número de adultos mayores. Realizamos la “ayuda familiar no remunerada”, lamentó. [related_articles]
No obstante, calificó el contexto de “favorable” porque la cartera agrícola y la ANAP tienen “diseñada una estrategia de género para la promoción de las mujeres”, que “favorece la toma de conciencia del rol femenino y su contribución al desarrollo territorial”.
Actualmente, más de 200.000 mujeres están vinculadas al sector agropecuario.
De ellas, más de 80.000 son socias de la Cooperativas de Producción Agropecuaria, surgidas en 1976 en tierras privadas que pasaron a ser de propiedad colectiva, y de las CCS.
La ANAP aspira a alcanzar en los próximos años la meta de 100.000 productoras.
Ahora, En las comunidades rurales, un alto porcentaje de mujeres no participa en el trabajo remunerado, aunque colabore en la actividad agrícola y pecuaria familiar.
“Se estima que por cada 100 hombres empleados en la zona rural, lo están 30 mujeres”, indicó la economista Blanca Munster en un artículo para IPS, titulado “La mujer rural en Cuba: un aporte a las políticas públicas”.
La especialista recomienda a las autoridades dejar a un lado el enfoque de desarrollo agropecuario por uno de desarrollo rural donde “las políticas públicas deben articular mejor las variables territorio, género y juventud”.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres producen casi la mitad de lo que comen los más de 600 millones de habitantes de América Latina, pero solo 30 por ciento de ellas posee tierras agrícolas.
La FAO estima que la equidad de género en el acceso a la tierra incrementaría la producción de alimentos de 20 a 30 por ciento en los países del Sur en desarrollo.
Editado por Estrella Gutiérrez