El marfileño Albert Kanga Azaguie ya no se considera un pequeño agricultor. Aprendió a analizar la oferta y la demanda de uno de los productos básicos de Costa de Marfil, el plátano, y se lanzó a producir fuera de temporada para vender a un mejor precio.
“Ahora soy un gran agricultor. La lógica es simple. Cuando casi no hay plátano en el mercado, el mío está listo para vender a un precio mayor”, explicó, Kanga, dueño de 15 hectáreas a 30 kilómetros de esta capital marfileña.
Con 12 toneladas por hectáreas, Kanka es uno de los pocos productores que reescribe la historia de la agricultura africana, desafiando la retórica habitual de una región pobre, con hambre y con inseguridad alimentaria, con más de 232 millones de personas subalimentadas, aproximadamente una cada cuatro.
Para los especialistas es irónico que este continente haya importado unos 35.400 millones de dólares en alimentos en 2015, porque tiene 60 por ciento de las tierras cultivables del mundo y porque 60 por ciento de la fuerza laboral está empleada en la agricultura, lo que representa alrededor de una tercera parte del producto interno bruto.
Las razones son varias, desde desafíos estructurales por la mala infraestructura y gobernanza, y un mercado con una pobre cadena de valor, lo que deriva en una baja productividad.
Además, las mujeres son el sostén del trabajo agrícola, pero son sistemáticamente discriminadas en lo que respecta a la propiedad de la tierra y a recibir otros incentivos como créditos e insumos, lo que limita sus posibilidades de sacar provecho de la cadena de valor en este sector.
“Las mujeres solo poseen uno por ciento de la tierra en África, reciben uno por ciento del crédito para la agricultura y, sin embargo, constituyen la mayoría de la fuerza laboral del sector”, remarcó Buba Jan, oficial de programa de ActionAid.
Jan cree que África no logrará alcanzar la seguridad alimentaria, cuanto menos la soberanía, si las mujeres siguen marginadas en lo que respecto al derecho a la tierra, y la Agenda del Banco Mundial para el Sistema Global de Alimentos está a favor cerrar la brecha de género.
Según ese manual, si las mujeres acceden a los mismos bienes, insumos y servicios que los hombres en la agricultura, la producción podría aumentar entre 20 y 30 por ciento y el número de personas que pasan hambre, disminuir de 12 a 17 por ciento.
El empoderamiento de las mujeres es uno de los factores clave del rompecabezas. El otro es hacer frente a los desafíos estructurales profundamente arraigados, que requieren ambición e inversión, según la agenda Alimentando a África, del Banco de Desarrollo Africano.
Transformar la cadena de valor en la agricultura requerirá entre 280.000 y 340.000 millones de dólares en la próxima década, según esa institución, lo que creará un mercado de entre 55.000 y 65.000 millones de dólares al año para 2025.
El Banco de Desarrollo Africano prevé cuadriplicar sus inversiones, de los 612 millones de dólares actuales a unos 2.400 millones de dólares, para alcanzar ese objetivo ambicioso.
“Nuestro objetivo es claro, lograr la autosuficiencia alimentaria de África en 10 años, eliminar la malnutrición y el hambre y ubicar a este continente en lo alto de la cadena de valor en la agricultura, así como acelerar el acceso al agua potable y al saneamiento”, detalló Akinwumi Adesina, presidente del Banco de Desarrollo Africano, en las reuniones anuales.
La institución procura transformar la agricultura en un negocio para los productores. Pero aun con ese ambicioso objetivo y los enormes recursos económicos que están sobre la mesa, el cómo sigue siendo la cuestión fundamental.
El banco procura usar la agricultura como punto de partida para la industrialización a través de intervenciones multisectoriales en infraestructura, del uso intensivo de insumos agrícolas, de la mecanización, de mejoras en la oferta crediticia y de mejores sistemas de tenencia de la tierra.
Sin embargo, todavía se necesitan compensaciones para equilibrar ambos sistemas teniendo en cuenta el desafío del cambio climático, que ya causa estragos en la agricultura.
Las dos escuelas en materia de desarrollo agrícola, la intensificación, más producción por unidad mediante prácticas intensivas, y la extensificación, aumentar la tierra cultivada, requieren un equilibrio.
“La agricultura es importante para el desarrollo de África, es la principal fuente de ingresos, de alimentos y seguridad del mercado, y también es la principal fuente de empleo. Pero el sector debe hacer frente a desafíos enormes, el más urgente es el del cambio climático y tiene que actuar. Pero hay compensaciones para ambos enfoques de ampliación”, explicó Sarwat Hussein, responsable de comunicaciones de Práctica Global Agrícola del Banco Mundial.
“Por ejemplo, la extensificación requiere talar más bosques y, en algunos casos, desplazar poblaciones, ambas medidas tienen un impacto negativo en el papel de la agricultura en la mitigación del cambio climático”, observó Hussein.
“El énfasis debe estar puesto en que las inversiones agrícolas sean sensibles al clima para ofrecer oportunidades, en especial a los jóvenes africanos, y evitar que crucen el mar Mediterráneo en busca de oportunidades económicas”, subrayó el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural de Costa de Marfil, Mamadou Coulibaly Sangafowa.[related_articles]
“Los agricultores necesitan información sobre la última tecnología, pero no les llega cuando más la necesitan”, observó Coulibaly, también presidente de la Conferencia Africana de Ministros de Agricultura, al señalar la necesidad de mejorar la comunicación en materia agrícola.
El Banco Mundial y la African Media Initiative (AMI) también observaron la necesidad de atender la falta de información en cuestiones agrícolas en este continente.
La agricultura concentra 60 por ciento de la actividad económica nacional y de los ingresos de África, pero recibe una cobertura desproporcionadamente baja en los medios, ocupando menos de 10 por ciento de las declaraciones políticas y económicas.
La falta de interés de los medios deriva en la falta de conocimiento público sobre lo que ocurre con la agricultura, pero también malentendidos sobre su lugar en la economía nacional y regional, subraya un análisis del Banco Mundial y AMI.
Sea cual sea el camino que siga África para alcanzar su objetivo de ser autosuficiente en materia alimentaria y convertirse en un exportador neto de alimentos para 2025, el agricultor marfileño Albert Kanga ya comenzó su transformación, gracias al Programa de Productividad Agrícola en África occidental (WAPP), respaldado por el Banco Mundial, que lo capacitó en técnicas de producción fuera de temporada.
“Cuando comenzamos en 2007, había un enorme déficit de alimentos en África occidental, con una productividad de 20 por ciento, pero ahora está en 30 por ciento, tras lo cual se lanzaron otros dos programas similares en África oriental y austral,” relató Abdoulaye Toure, especialista en economía agrícola del Banco Mundial, al destacar los logros del programa.
Algunos de los elementos clave del programa son investigación, capacitación de científicos jóvenes para reemplazar a la generación mayor y diseminación de tecnologías mejoradas para los agricultores. Con la creación de centros de investigación creados en función del potencial particular de cada país, se mejoró el intercambio de información sobre las mejores prácticas.
Kanga, quien bautizó su terreno con el nombre de su hermano Dougba, fallecido, no solo es proveedor de los grandes supermercados, sino que también exporta a los mercados internacionales, como Italia.
La agenda para alimentar a África se propone suministrar alimentos a 150 millones de personas y sacar de la pobreza a 100 millones más para 2025. Kanga es un ejemplo de que es factible.
Traducido por Verónica Firme