Estados Unidos reitera su interés por comprar alimentos orgánicos cubanos en cuanto el acercamiento entre los dos países lo permita. Cuando ese día llegue, el sector agroecológico en la isla podría no estar preparado, alertan sus protagonistas.
“El impacto estará condicionado por varios factores, entre ellos, la capacidad de los agricultores de diseñar, implementar y evaluar modelos de negocios agroecológicos que respondan a un mercado nacional e internacional”, valoró a IPS uno de los fundadores del movimiento verde en el agro cubano, Humberto Ríos.
La posible oportunidad en el gran y exigente mercado estadounidense pondrá a prueba la capacidad de respuesta de los cultivos orgánicos en el país.
“Los agricultores saben producir sin agroquímicos, sin embargo esto no es suficiente para el desarrollo de la agroecología”, explicó por correo electrónico el investigador, que actualmente trabaja en España, en el Centro Internacional para la Investigación Agropecuaria Orientada al Desarrollo.
Cuba necesita “una política clara para el crecimiento económico del sector privado y cooperativo interesado en ofrecer productos y servicios agroecológicos”, valoró el ganador en 2010 del Premio Ambiental Goldman, conocido como el Nobel Verde.
Ríos fue galardonado por su labor en el Proyecto de Innovación Agropecuaria Local (PIAL) que, desde 2000 y con la cooperación internacional, ha enseñado el mejoramiento participativo de semillas y otras técnicas ecológicas a 50.000 personas en 45 de los 168 municipios cubanos.
Ríos también recordó la teoría de que la actual apertura económica de Cuba puede tener un impacto positivo o devastador. Voces especializadas califican a la agroecología cubana de “hija de la necesidad”, porque nació cuando en 1991 desaparecieron los insumos que hasta entonces garantizaban los países del extinto bloque soviético.
Si no se toman medidas y se resuelven asuntos pendientes, “probablemente la invasión de la agricultura convencional y sus productos se tragarán los más de 25 años de agroecología”, alertó Ríos.
Ya ha habido variadas iniciativas desde Estados Unidos para impulsar una apertura bilateral en el sector agropecuario, desde que comenzó el deshielo entre los dos países en diciembre de 2014, y se espera que estas se multipliquen con la histórica visita que los días 21 y 22 realizará a La Habana el presidente Barack Obama.
El ejemplo de La Palma
En el municipio montañoso de La Palma, donde el entonces joven Ríos comenzó a trabajar con un puñado de campesinos en la localidad de la provincia de Pinar del Río, en el extremo occidental del país, ahora los activistas del cultivo verde ya perciben algunas de las amenazas anunciadas.
“El auge de los cultivos potencializados son una debilidad”, indicó Elsa Dávalos, que pertenece a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños de La Palma y coordina el movimiento agroecológico en la localidad, donde 500 de un total de 1.127 fincas obtienen alimentos sin el uso de productos químicos. [pullquote]1[/pullquote]
Dávalos detalló que se les llama “potencializados” a cultivos priorizados por el ramo agrícola que vienen junto con un paquete tecnológico químico, como por ejemplo, maíz, malanga y frijol. “Muchos productores optan por ellos para obtener grandes cosechas sin tanto trabajo”, lamentó, en su diálogo con IPS en el municipio.
Esa opción creció en el agro cubano después que el gobierno de Raúl Castro comenzó en 2008 una reforma económica, con el acento puesto en la producción agrícola para reducir la factura anual de 2.000 millones de dólares por importación de alimentos.
Hasta ahora las medidas aplicadas como la entrega de tierras en usufructo arrojaron crecimientos modestos en la agricultura, de 3,1 por ciento en 2015, que se consideran insuficientes para satisfacer la demanda interna y disminuir los elevados precios de los alimentos, que se ha hecho indetenible.
El sector productivo se queja, entre otros puntos, de la carencia de insumos como fertilizantes, maquinaria y sistemas de riego, la escasez de fuerza de trabajo, poco acceso a servicios complementarios, trabas burocráticas y débil industrialización para aprovechar mermas y excedentes en conservas.
Las fincas ecológicas bracean en medio de estas dificultades generales y las propias de este tipo de agricultura más exigente.
“Es muy difícil que el campesino atienda todas sus funciones y además saque tiempo para producir los insumos ecológicos necesarios”, planteó Yoan Rodríguez, coordinador de PIAL en La Palma, sobre una realidad que sortean las parcelas de producción orgánica.
Para elevar los rendimientos, “algunas personas deben especializarse en obtener solo los insumos como microorganismos eficientes, compost y humus de lombriz”, amplió a IPS el investigador que impulsa la mejora de los servicios agroecológicos en la localidad, para apoyar y atraer a los productores.
“Hay una cierta apertura de Cuba hacia el mundo y más con las negociaciones con Estados Unidos. De alguna manera llegarán también los insumos químicos que saturan el mercado agrícola global”, reflexionó. “Va a ser bien difícil mantener el trabajo logrado durante tantos años”, pronosticó.
Otros factores que desalientan al movimiento en el país son la casi nula certificación de los productos agroecológicos y la ausencia de precios diferenciados y competitivos para los alimentos orgánicos en las empresas estatales, a las que cooperativas y campesinos independientes están obligados a vender gran parte de su producción.
No obstante, PIAL y otras iniciativas trazan nuevas estrategias para aprovechar también las oportunidades que se abren con la reforma y la reinserción internacional.
Con una posición privilegiada entre la capital y la Zona Especial de Desarrollo Mariel, la finca Marta, situada en la también occidental provincia de Artemisa, produce sin uso de químicos vegetales y hortalizas que vende, entre otros, a 25 restaurantes de lujo en La Habana.
“Tenemos buena conexión con los mercados y vendemos suficiente para valorizar lo que hacemos”, contó Fernando Funes-Monzote, otro fundador del movimiento agroecológico en el país, que en 2011 inició este proyecto, donde actualmente trabajan 16 personas.
“La apuesta era demostrar que es posible desarrollar aquí un proyecto familiar ecológicamente sustentable, socialmente justo y económicamente factible”, compartió con IPS.
Empujan apertura desde Estados Unidos
Mientras eso sucede, el interés por la agricultura ecológica cubana se ha reiterado en las visitas a la nación caribeña de empresarios y funcionarios estadounidenses del sector, que destacan entre los promotores más activos de que se consolide la normalización de las relaciones entre los países separados solo por 90 millas náuticas. [related_articles]
El máximo ejemplo son las 30 compañías del sector que conforman la Coalición Agrícola Estadounidense por Cuba (Usacc, en inglés), que nació en enero de 2015 para contribuir a anular el embargo que su país mantiene contra esta nación insular desde 1962.
Incluso el Departamento de Agricultura de Estados Unidos pidió al Congreso legislativo financiamiento para que cinco funcionarios trabajen a tiempo completo en suelo cubano, de manera que allanen el camino y el comercio e inversiones arranquen en cuanto desaparezcan las restricciones actuales.
También es significativo que la primera fábrica estadounidense que se instalará en Cuba en más de medio siglo, tras recibir la aprobación de su gobierno en febrero, será una planta para ensamblar 1.000 tractores anuales, destinados a agricultores independientes, que operará en la zona de Mariel.
Por una excepción al embargo de 2000, Cuba puede adquirir en efectivo alimentos y medicinas a Estados Unidos, que en los últimos años decayeron porque la isla encontró facilidades de crédito en otros mercados.
En 2015 las compras de alimentos sumaron solo 120 millones de dólares contra los 291 millones erogados en 2014, según el Consejo Económico y Comercial EEUU-Cuba.
Con los aportes de Patricia Grogg desde La Habana.
Editado por Estrella Gutiérrez