Imagine que debe escapar de su casa porque lo o la amenazan quienes, por ley, deben garantizar su protección. Y cuando finalmente encuentra un lugar seguro, esas personas convencen a sus benefactores de que los dejen regresar porque, en realidad, no tienen nada que temer.
Esa es la situación de unas 5.800 personas procedentes de Mozambique que encontraron refugio en Malawi.[pullquote]3[/pullquote]
Cientos de hombres y mujeres, y hasta de menores sin un acompañante adulto, huyen desde el año pasado de la provincia mozambiqueña de Tete, en la frontera con Malawi, tras la reanudación de los enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y combatientes de Renamo.
Esa provincia mozambiqueña se considera un bastión de Renamo, y las personas escapan de los ataques de las fuerzas regulares que los acusan de apoyar a la organización rebelde, según denuncian. Se refugiaron en la aldea malauí de Kapise, en el sureño distrito de Mwanza, a 300 metros de la frontera con Mozambique.
Alrededor de dos de cada tres refugiados son mujeres y menores de cinco años, así como ancianos; cada día son más, viven en situación crítica en un campamento y compiten por recursos básicos con las 150 familias locales que residen allí.
Un comunicado de Médicos sin Fronteras (MSF) señala que los refugiados no tienen suficiente agua ni servicios de saneamiento, viviendas defectuosas y corren el riesgo de contraer enfermedades. Además, temen ataques de soldados mozambiqueños.
Un bebé de dos meses murió por diarrea en el campamento en enero. Y solo en la tercera semana de este mes, MSF, que montó una clínica allí, atendió más de 380 casos de malaria (paludismo).
Por su parte, el gobierno de Malawi sufre la presión de Maputo para que no reconozca a esas personas como refugiados, denunció MSF, que aseguró que Mozambique envió varios representantes al campamento para tratar de convencerlos de regresar con el argumento de que no había ningún conflicto en su país.
Sin embargo, los medios mozambiqueños denuncian que los enfrentamientos aumentaron en las últimas semanas en las provincias de Tete, Zambezia y Sofala, donde hay ataques y se escuchan disparos a diario.
MSF, que trabaja allí desde noviembre de 2015, ha pedido al gobierno de Malawi que traslade a esas personas a un campamento más grande, a 50 kilómetros de Kapise y más lejos de la frontera, como lo estipulan las normas humanitarias internacionales.
El excampamento de refugiados Luwani es una mejor opción porque tiene más espacio, una escuela, una clínica y mejores caminos. Además, el traslado permitirá que otras organizaciones humanitarias como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) dispongan los servicios apropiados para cubrir las necesidades básicas.
En su última conferencia de prensa, el jefe de la misión de MSF, Maury Gregoire, dijo en Blantyre que su organización atiende a unas 159 personas a diario, la mitad de las cuales tienen malaria y el resto infecciones respiratorias y dolores corporales.
También detalló que solo hay 14 retretes, cuando las normas humanitarias indican que como mínimo deben haber uno cada 20 personas o, en el peor de los casos, uno cada 50.
Además, los refugiados solo cuentan con dos perforaciones de agua para uso doméstico y general.
“Cada persona cuenta en promedio con ocho litros de agua al día, apenas suficiente para beber y cocinar y muy por debajo del mínimo de 15 a 20 litros recomendados para contextos de emergencias humanitarias”, precisó Gregoire.[related_articles]
MSF también alertó sobre la presión que soportan los refugiados, lo que podría causar tensiones con las familias locales, en especial por el acceso al agua. Pero las autoridades de Malawi todavía no se deciden a trasladarlos ni a repatriarlos.
El secretario principal del Ministerio del Interior, Beston Chisamile, dijo al diario The Nation que todavía discutían la situación con las autoridades mozambiqueñas.
“Nuestros amigos de Mozambique quieren que estas personas regresen, así que en cuanto ambas partes tomen una decisión que les permita quedarse en Malawi podremos comenzar a pensar en trasladarlas a otro lugar”, precisó.
La representante de Acnur en Malawi, Monique Ekoko, llamó a los donantes y a organizaciones humanitarias a contribuir con más fondos para los refugiados. No es la primera vez que este país ofrece asilo a ciudadanos mozambiqueños.
El campamento Luwani alojó a un millón de refugiados mozambiqueños que huyeron de su país durante los 16 años de guerra civil (1977-1992).
Además, Malawi atraviesa una difícil situación económica por la inflación y el aumento de las tasas de interés, que dejaron a muchas personas con dificultades para subsistir. Se estima que unos 2,8 millones de malauíes necesitan asistencia alimentaria tras la última sequía y las posteriores inundaciones.
Un informe del Comité de Evaluación de Vulnerabilidad de Malawi indicó que se necesitan unos 23.000 kwachas malauíes (unos 18 millones de dólares) para alimentar a toda esa gente hasta la próxima cosecha.
Traducido por Verónica Firme