Malnutrición emerge silenciosa en Papúa Nueva Guinea

"Mejorar la nutrición de niños y niñas es fundamental para que Papúa Nueva Guinea logre avances hacia la concreción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible". Crédito: Catherine Wilson/IPS.
"Mejorar la nutrición de niños y niñas es fundamental para que Papúa Nueva Guinea logre avances hacia la concreción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible". Crédito: Catherine Wilson/IPS.

En lo alto de las montañas interiores de Papúa Nueva Guinea, el estado insular más poblado del océano Pacífico con 7,3 millones de habitantes, las comunidades campesinas realizan un trabajo agotador laborando la tierra agreste casi sin servicios básicos, lo que le pasa la factura a su salud.

Más de 80 por ciento de la población practica una agricultura de subsistencia y las huertas comunitarias son una característica visible del paisaje; sin embargo, la malnutrición está generalizada, en especial en niñas y niños, y es evidente.

En 2014, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) declaró que ese problema de salud, responsable de casi la mitad de las internaciones hospitalarias, era una “emergencia silenciosa” en ese país.[pullquote]3[/pullquote]

Pero el problema no es la cantidad de alimentos, puntualizó la pediatra Fiona Kupe, quien trabaja en los servicios de salud del distrito capitalino e integra la Asociación de Médicas de Papúa Nueva Guinea.

“La falta de información de las madres sobre cuestiones de nutrición durante el embarazo y los primeros seis meses del bebé, cuando es mejor amamantar, y sobre la alimentación complementaria a partir de esa edad son elementos fundamentales del inicio de la malnutrición en recién nacidos y bebés”, explicó Kupe a IPS.

La lactancia materna en Papúa Nueva Guinea cae de forma drástica de 80 por ciento, cuando el bebé tiene un mes, a 20 por ciento, cuando tiene seis, según el Banco Mundial.

“También hace falta planificación familiar. La mayoría de los menores de dos años con problemas de malnutrición que vemos en la clínica tienen madres que ya están en la mitad de otro embarazo”, detalló al explicar las exigencias que recaen sobre las madres y las fuentes de sustento en familias extensas en un país que tiene una tasa de fertilidad de 3,8 hijos por mujer.

La malnutrición aparece cuando no se consumen los nutrientes necesarios y se compromete el funcionamiento saludable de los órganos del cuerpo.

Los síntomas van desde bajo peso, retraso en el crecimiento, pasando por pérdida muscular y hasta menor capacidad de concentración y mayor vulnerabilidad frente a enfermedades como neumonia y diarrea, la principal causa subyacente de la mortalidad en menores de cinco años, la que asciende a 63 cada 1.000 nacidos vivos, muy por encima del promedio mundial de 43.

“La malnutrición es muy común y está directamente relacionada con la lejanía de la comunidad”, explicó a IPS el superintendente médico del Hospital Rural de Kompiam, del Servicio de Salud Baptista de Enga, David Mills.

Es una “provincia rural y es de esperar un mayor número de casos de malnutrición, lo que se relaciona más con la falta de educación que con menos comida. La proximidad a la educación es la clave, según mi experiencia”, explicó Mills.

Alrededor de 35 por ciento de la población de la provincia de Enga sabe leer y escribir, y la mortalidad infantil, de 97 fallecidos cada 1.000 nacidos vivos, es mayor al promedio nacional.

“El acceso a alimentos no suele ser un problema para la mayoría de los papúes, salvo en tiempos de sequía. Lo que incide es el tipo de alimentos y tiende a relacionarse con la educación”, precisó Mills.

“La dieta tradicional consiste en boniato, en el altiplano, y en taro y sagú en las zonas bajas, alimentos con un alto contenido de almidón y poca proteína. El taro tiene particularmente pocas proteínas; el contenido de estas es suficiente para adultos, pero no para niños en crecimiento”, detalló.

Gerard Saleu, del Instituto Nacional de Investigación Médica de Goroka, en la región de las Tierras Altas, coincidió, y agregó que la desigualdad de género también incide en el acceso a la comida.

“El padre ingiere la mayor cantidad de proteínas y porciones más grandes, mientras la madre y la hija se quedan con una pequeña parte o nada después de que se sirvió todo el resto”, explicó.

La deficiencia de nutrientes tiene un impacto generalizado en la sociedad, con una asombrosa prevalencia de 55 por ciento en el quintil más pobre y 36 por ciento en el más acomodado, según un informe de este año del Banco Mundial.

“La malnutrición en los sectores más acomodados se asocia a la obesidad y se debe principalmente al exceso de alimentos por ingerir comida chatarra, y no nutritiva”, explicó Saleu.[related_articles]

La Asociación de Médicas de Papúa Nueva Guinea y el Instituto de Investigación Médica abogan por que la educación también se concentre en reducir la elevada fertilidad característica de este país.

“El tamaño de las familias debe reducirse de un máximo de 14 hijos a uno de cuatro en toda Papúa para mejorar la nutrición y el orden”, sostuvo Saleu, al enfocarse en cómo la calidad de la alimentación, el cuidado parental y los resultados educativos afectan seriamente el futuro de los niños.

Para ello, sostienen los especialistas, es necesario ampliar los servicios de salud rural, deteriorados en la última década.

Hay alrededor de 0,5 médicos cada 10.000 personas en ese país, y más de 80 por ciento trabajan en las ciudades

El Instituto Nacional de Investigación detalló que 67 por ciento de las clínicas necesitan reformas edilicias o mantenimiento y que las consultas de médicos y de pacientes disminuyeron 42 por ciento y 19 por ciento respectivamente desde 2002.

La malnutrición persistente es una paradoja en la economía de mayor crecimiento de las islas del Pacífico, lo que subraya la necesidad de que los crecientes ingresos del Estado se traduzcan en resultados en lo que respecta al desarrollo humano.

Todavía está por verse el argumento del Banco Mundial de que la pobreza y el retraso en el crecimiento infantil disminuye con un crecimiento económico positivo.

El producto interno bruto de Papúa Nueva Guinea creció entre dos y 10 por ciento este siglo, pero el retraso en el crecimiento infantil prácticamente permaneció incambiado, de 46 por ciento, en 1983, al actual 45 por ciento.

Los avances en ese dinámico país insular del Pacífico hacia la concreción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aprobados en septiembre por la Organización de las Naciones Unidas, dependen en gran medida de mejorar la nutrición, el puntapié inicial para conseguir logros en salud, educación, igualdad y prosperidad de la población, en especial la de áreas rurales.

Traducido por Verónica Firme

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