Las vitrinas del Colegio Nacional Rafael Hernández, en la ciudad argentina de La Plata, cuentan el pasado de un adusto edificio neoclásico. Pero sus aulas reflejan la era digital, gracias a las computadoras de un programa gubernamental de inclusión social para el alumnado de centros públicos.
Hay alegría y bullicio durante la clase de primer año sobre formación visual, aunque los estudiantes estén concentrados en la realización de un cortometraje computarizado que, nacido a partir de las majestuosas escaleras del colegio, busca reflexionar sobre la habitualmente traumática experiencia de pasar de la escuela primaria a la secundaria.
“Aquí confluyen chicos de muchas escuelas primarias diferentes. Lo que enfaticé es como acompañarlos mediante la imagen y la metáfora que el arte puede propiciar, en la transformación que están viviendo”, explicó a IPS la profesora de la materia, Graciela Fernández Troiano.[pullquote]3[/pullquote]
“Cuando llegamos a esta escuela uno no conocía a nadie. Con este proyecto comenzamos a conocer gente, a tener amigos, porque trabajamos en grupo”, acotó el alumno Giancarlo Gravang.
Los alumnos de 12 y 13 años de esta clase sacaron fotos de pies y escaleras con sus computadoras portátiles o teléfonos celulares, las digitalizaron y animaron, gracias al programa Conectar Igualdad, coordinado por la Administración Nacional de Seguridad Social.
Desde 2010, se han distribuido 5,1 millones de notebooks (como comúnmente se llaman en el país las computadoras portátiles, también conocidas como laptops) a todos los alumnos y maestros de las escuelas secundarias, de educación especial y de los institutos estatales de formación docente.
Las computadoras, conectadas a Internet, se usan en todas las materias, en la escuela y en casa.
“Podés hacer mejor las tareas y buscar más cosas”, destacó la estudiante Lourdes Alano.
En el proyecto de “Escaleras transformadoras”, Fernández Troiano las vincula por ejemplo a obras de arte como las escaleras infinitas del pintor holandés Maurits Cornelis Escher, más conocido como M.C. Escher, o al cuento del argentino Julio Cortázar titulado “Instrucciones para subir una escalera”.
“El hecho de salir del aula, usar la computadora y estar en otro lugar del colegio, al contrario de lo que yo pensaba que hubiese sido un factor de distracción, los concentró en el trabajo. Rompió la rutina de estar sentados. La inclusión de la tecnología y del espacio hizo que trabajaran mucho más”, observó.
Iniciativas creativas como las de esta profesora, que integra disciplinas diversas, es un modelo para los gestores del programa de cómo el acceso a la computadora es una potente herramienta pedagógica, como comprobó IPS durante la jornada que pasó en la sede del colegio, construida en 1884, en esta ciudad a 52 kilómetros de Buenos Aires.
Silvina Gvirtz, directora ejecutiva de Conectar Igualdad, explicó a IPS que el programa nació por decisión de la presidenta Cristina Fernández, a partir de una política educativa integrada que desde en 2006 convirtió en obligatoria la educación secundaria, que concluye a los 18 años.
“Surge como una herramienta didáctica que permita mejorar la calidad de la enseñanza y por lo tanto de los aprendizajes”, precisó.
Pero el programa no se limita a distribuir portátiles.
“Lo que intenta es reducir la brecha digital entre quienes tienen acceso a la tecnología y no lo tienen, cumpliendo un primer objetivo de justicia social, y el segundo objetivo, igualmente o más importante, es mejorar la calidad educativa”, destacó Gvirtz.
“Todo adolescente tiene su computadora, no importa donde viva, de donde provenga, Además crea cambios en la familia, puede ser a veces la única computadora familiar, significa el acceso de todo su núcleo a la informática e Internet”, reflexionó para IPS el especialista en ciencias de la educación, Daniel Feldman.
“Solo ese hecho genera un efecto compensador”, dijo.
Para este profesor de didáctica y curriculum de la Universidad de Buenos Aires, las brechas están en otro lado, no se resuelven sólo con dar la computadora pero está claro que alivia las desigualdades”.
Desigualdades como la del estudiante Ezequiel Zanabria ahora “feliz” por tener una “computadora propia” con “todas mis cosas ahí”, o la de Esteban López que orgulloso le enseña a su mamá como usarla.
Es que, según Feldman, hay también efectos “subjetivos”: el reconocimiento de “un derecho y de un sentimiento de dignificación”, que a su vez “genera otros mecanismos de integración y participación social”.
“Es muy lindo ver a los chicos a la entrada de la escuela sentados en largas filas en las veredas todos con sus notebooks. No importa si están estudiando, jugando, chateando, pero están teniendo acceso a eso, que es un primer gran cambio”, destacó.[related_articles]
Cada unidad incluye contenidos y aplicaciones pedagógicas.
“En vez de los tradicionales dibujitos en el pizarrón, con un programa que desarrollamos, vemos como los átomos se entrelazan y se transforman en moléculas…. En una escuela de danza, algunas chicas filmaban con sus notebooks mientras bailaban, para analizar que errores habían cometido”, ilustró Gvirtz los muchos usos de la herramienta.
“La computadora no remplaza la experiencia directa de un museo, pero indirectamente permite el acceso a fuentes históricas, científicas, imágenes, películas, no solamente educativas sino con contenido educativo… basta con acceder a los canales comunes para tener una cantidad enorme de información”, aclaró Feldman.
Conectar Igualdad impulsó la industria informática nacional. Se abrieron 10 fábricas que producen las computadoras y en cada licitación se exige que haya más componentes nacionales y mejoras tecnológicas, como mayor memoria y definición de cámaras de video, destacó Gvirtz.
Huayra, el abierto sistema operativo basado en Linus que fue creado para el programa y está cargado en las computadoras junto a Windows de Microsoft, fue desarrollado localmente y a diferencia de los que son cerrados, se puede modificar y mejorar, señaló.
“Cuando se decía que cada alumno tendría su notebook, nadie lo creyó y dijeron que sería el día que las vacas vuelen”, recordó la alumna María Elena Davel.
Pero la vaca alada, hoy logotipo de Huayra, ya vuela y pretende volar más. El próximo paso es incorporar una materia de “programación” en las escuelas.
“Esto es clave porque nosotros queremos tender a la soberanía tecnológica”, enfatizó Gvirtz. “Queremos formar productores de tecnología y consumidores inteligentes de tecnología”, acotó.
La formación de esos nuevos consumidores, se promueve grupalmente y con acompañamiento del profesor, por ejemplo “filtrando” la información que circula en Internet, resaltó Feldman, al comparar ese proceso con el tradicional “cortar y pegar”.
Las computadoras se entregan a los alumnos mediante un contrato de comodato con sus padres y, definitivamente, cuando finalizan sus estudios.
Un desafío es capacitar y adaptar a los profesores a esta nueva cultura pedagógica digital, en este país de 42 millones de personas, donde según datos oficiales el sistema educativo brinda servicio a casi 12 millones de estudiantes.
“Es como pasar de la pizarra con tiza en manos de cada alumno al cuaderno escolar y lapicera. También hubo un cambio tecnológico escolar y hubo que adaptarse a eso…”, recordó Feldman.
“Esto llegó para quedarse. Todos vamos a tener que adaptarnos y aceptar que esto traerá cambios en los formatos pedagógicos”, sintetizó.
Editado por Estrella Gutiérrez