Las cifras de reducción de la mortalidad infantil en América Latina son puestas como un ejemplo por organismos internacionales y la región cumplió ya con el cuarto Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de disminuir en dos terceras partes este flagelo.
Pero detrás de las cifras persisten grandes diferencias en la situación entre países de la región y dentro de ellos.
“En América Latina y el Caribe ha habido enormes avances en reducción de la mortalidad de la niñez”, destacó Luisa Brumana, asesora regional de Salud del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
“Sin embargo, este crecimiento no ha beneficiado a todos por igual”, indicó en diálogo con IPS, desde la Oficina Regional Para América Latina y El Caribe de Unicef, en Ciudad de Panamá.[pullquote]3[/pullquote]
A juicio de Brumana, “esta desigualdad ha dado lugar a grandes variaciones en los indicadores de salud, tanto entre los países como dentro de ellos, con resultados generalmente basados en la riqueza, la educación, la ubicación geográfica, y/o el origen étnico”.
Y es que, tras los promedios de los países, que en algunos casos son buenos, se esconden grandes desigualdades que mantienen el desafío de la equidad para la región.
La chilena Mónica lucha desde hace tres años por mantener vivo a su cuarto hijo, que nació con problemas cerebrales y malformaciones. Pide mantener el resto de su identidad bajo anonimato, porque el tema es sensible a nivel familiar y también personal.
“Ha sido una lucha incansable, pero hoy mi hijo es un sobreviviente”, contó a IPS. “Hemos gastado mucha plata (dinero), lo hemos atendido con los mejores doctores. Yo estoy dedicada 100 por ciento a su recuperación. Y está cada día mejor, se comunica, paseamos, jugamos”, comentó emocionada.
Sin embargo, Mónica reconoció que los contrastes persisten pese a los avances que ha experimentado la tecnología en los últimos años.
En Chile, donde el producto interno bruto supera los 277.000 millones de dólares, los ingresos de un niño que vive en un hogar rico son 8.000 por ciento más altos que los de un niño que pertenece a un hogar pobre, según datos de la Fundación Sol, en una situación que más allá del porcentaje se repite en la considerada región más desigual del mundo.
Esto se refleja en ámbitos tan indispensables como la Educación y la Salud.
El año 2002, por ejemplo, cinco lactantes prematuros de familias de escasos recursos murieron por shock séptico en un hospital público de la ciudad de Viña del Mar, 140 kilómetros al noreste de Santiago, tras recibir alimentación parenteral contaminada con aguas servidas que cayeron desde un piso superior.
“Las desigualdades persisten y yo sé que si no tuviéramos los medios, la salud de nuestro hijo estaría mucho más deteriorada. Es terrible, pero es así”, reconoció Mónica.
De acuerdo a cifras de Unicef, entre los años 1990 y 2013, la mortalidad de menores de cinco años (medida por cada 1.000 nacidos vivos) se redujo en 67 por ciento y, en comparación, con el resto del mundo, la región ha sido una de las que más destaca en este progreso, junto a Asia Oriental y el Pacifico, que registra el mismo porcentaje de reducción.
Según la tabla de progresos de los ODM la región alcanzó la meta de reducción de la mortalidad infantil en dos terceras partes, al bajar de 54 a 19 los niños menores de cinco años muertos por cada 1.000 nacidos vivos, entre 1990 y 2013.
Estos avances están relacionados, entre otros factores, con el crecimiento económico de la región, que en la última década permitió a unas 70 millones de personas salir de la pobreza, según datos difundidos el 28 de mayo en esta capital chilena por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Las muertes prevenibles son las principales causas de mortalidad infantil en el mundo, pero en la región, están principalmente marcadas por la persistencia de desigualdades causadas por factores diversos, como el nivel de ingresos de las familias, el grupo de población al que pertenecen, la localización geográfica, el nivel educativo de los padres, entre otros.
“Por ejemplo, para una familia que vive alejada de un centro de salud en una zona rural, el acceso se hace más complicado y esto puede afectar la salud del niño, pongamos por caso, a la hora de cumplir con su calendario de vacunación”, explicó Brumana.[related_articles]
“También afectaría un alto costo médico para una familia de bajos ingresos, en un país que no cuenta con un sistema de protección social; o la calidad del servicio de salud, que es fundamental para poder garantizar el cuidado de la niñez”, añadió.
“No menos importante es que los servicios tengan en cuenta las diferencias culturales de cada región y puedan ofrecer servicios adaptados a las diferentes costumbres”, aseveró la experta.
Según el Informe de Progreso 2014: Una Promesa Renovada, de Unicef, los cinco países que más sobresalen en la región son Cuba, Chile, Antigua y Barbuda, Costa Rica y San Cristóbal y Nieves, que registran menos de 10 muertes por 1.000 nacidos vivos.
Los cinco países que pese a sus progresos tienen desafíos mayores son Haití, Bolivia, Guyana, Guatemala y República Dominicana, por ese orden. En el caso de Haití, en 2013 murieron 73 niños por 1.000 nacidos vivos.
“Existen grandes desigualdades dentro de los mismos países”, aseveró Brumana, y agregó que si bien hay ciertos factores que influyen más que otros, “no podemos generalizar sobre cuáles influyen más”.
“Solemos pensar que los niños en zonas rurales tienen peores condiciones, pero recientemente, en las migraciones a grandes ciudades y las malas condiciones que hay en áreas suburbanas, se ve que son igualmente limitadas”, explicó.
Un ejemplo es Colombia donde los promedios nacionales son buenos, pero en el interior del país se observan grandes desigualdades entre sus departamentos.
Así, por ejemplo, explicó la especialista, el noroccidental departamento de Chocó tiene un índice de mortalidad infantil de menores de cinco años tres veces más alto que el de Bogotá, de 30,5 y 13,77 respectivamente, según datos de 2011.
“La prioridad ahora es dar un mejor acceso a los grupos de población más marginados, que generalmente son los que viven en zonas rurales alejadas o grupos de población indígena y afrodescendiente”, destacó Brumana.
Añadió que existen iniciativas regionales que están trabajando para lograr avances en este sentido.
Una de ellas es el movimiento regional Una Promesa Renovada para las Américas, cuyo objetivo es reducir la profundas inequidades en salud reproductiva, materna, neonatal, de la niñez y del adolescente por medio del apoyo político y técnico a los países en el desarrollo de la detección de las inequidades, la generación de conciencia, uniendo a los actores clave y promoviendo el intercambio de buenas prácticas.
Otro desafío apunta a la reducción de los índices de mortalidad neonatal, una de las etapas más críticas en el desarrollo, que abarca los primeros 28 días de vida.
Al año, 2,8 millones de bebés mueren en esta etapa en el mundo. Un millón ni siquiera llega al segundo día.
Lo importante ahora es mantener las políticas públicas orientadas a mejorar el acceso a la salud y a la descentralización de las políticas de salud, según el movimiento regional.
Y como siempre, garantizar la educación, un factor que contribuye a reducir la mortalidad infantil.
Editado por Estrella Gutiérrez