¿Cómo podemos brindarles alimentos sanos a todos, sin poner en peligro la supervivencia de nuestro planeta? Ese es el asunto primordial de la Exposición Internacional de 2015 (Expo 2015), cuyo tema central, “Alimentar el planeta, energía para la vida”, es un enorme reto para las ciudades.
Más de 50 por ciento de la población mundial vive actualmente en zonas urbanas y se prevé que esa proporción aumente a 66 por ciento para 2050. Garantizar el derecho a la alimentación de todas y todos los ciudadanos, especialmente de la población pobre y urbana, es clave para promover el desarrollo sostenible y equitativo.[pullquote]3[/pullquote]
Como la ciudad anfitriona de la Expo 2015, Milán tiene una gran visibilidad y una oportunidad política extraordinaria para trabajar por la construcción de sistemas alimentarios urbanos más resistentes.
Esta es una visión que el ayuntamiento decidió llevar a cabo mediante la formulación de su propia política alimentaria y la adhesión de tantas ciudades como fuera posible al Pacto sobre Políticas Alimentarias Urbanas, un compromiso mundial para “alimentar a las ciudades” de una manera más justa y sostenible.
La política alimentaria que será implementada por el gobierno de Milán en los próximos cinco años se está elaborando mediante un amplio proceso participativo, a partir de la evaluación de las fortalezas y debilidades del sistema actual de la ciudad.
Este es un panorama complejo, con algunas luces y sombras que ponen de relieve varias áreas temáticas que la política alimentaria debe tener en cuenta, como el acceso a los alimentos, el impacto socioambiental de su producción y distribución, los residuos alimentarios y la educación.
Milán tiene más de 1,3 millones de habitantes, pero casi dos millones de personas van todos los días a la ciudad septentrional italiana para trabajar, estudiar, divertirse o recibir atención médica.
Con su empresa pública de alimentación, Milano Ristorazione, la ciudad prepara y distribuye más de 80.000 comidas diarias a escuelas, residencias de ancianos y centros de alojamiento. Por lo tanto, hay mucho que la ciudad puede hacer para mejorar y difundir las buenas prácticas, por ejemplo, al abordar el problema de los residuos y mejorar la sostenibilidad de la cadena alimentaria.
Muchos proyectos ya están en marcha. Más de un tercio de las frutas y verduras que sirve Milano Ristorazione es orgánica, 57 por ciento tiene su origen en lugares cercanos, y a los escolares se les exhorta que lleven a sus casas las sobras de los alimentos no perecederos.
Cada año, las familias de Milán desperdician alimentos equivalentes a un mes de consumo, pero varias organizaciones sin fines de lucro guardan los excedentes de los supermercados y las cafeterías y los entregan a más de un centenar de organizaciones benéficas en la ciudad.
Mientras tanto, dado que la pobreza va en aumento como consecuencia de la prolongada crisis económica, la sociedad civil y las instituciones públicas trabajan activamente para ayudar a los necesitados. Los comedores populares ofrecen unos dos millones de comidas al año y el propio municipio de Milán entrega casi 250.000 comidas a las personas ancianas y discapacitadas.
En la actualidad, la alcaldía consulta a ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil, académicos, empresarios y cocineros innovadores, entre otros, para saber su opinión sobre los temas que debería abordar la política alimentaria de la ciudad. El objetivo es elaborar un documento estratégico que se discutirá en un consejo municipal en mayo, cuando comenzarán a trabajar varias mesas de planificación, cuya tarea será convertir esos lineamientos en proyectos piloto.
El proceso culminará con la adopción de la política alimentaria por el ayuntamiento de Milán y el lanzamiento de una serie de proyectos piloto que abordarán algunos de los temas expuestos en la política alimentaria en los próximos años.[related_articles]
Mientras tanto, el Pacto de Política Alimentaria Urbana avanza a buen ritmo. La idea de un protocolo internacional sobre las políticas alimentarias locales la propuso en febrero de 2014 el alcalde milanés, Giuliano Pisapia, en la cumbre del Grupo de Liderazgo Climático, conocido como C40, en Johannesburgo.
Unos meses más tarde, Milán y más de 30 ciudades de todo el mundo comenzaron a analizar el Pacto, mediante el intercambio de datos, metas y mejores prácticas a través de seminarios por Internet realizados en el marco del proyecto Ciudades con Inteligencia Alimentaria por el Desarrollo, financiado por el programa Desarrollo, Educación y Sensibilización (DEAR, en inglés), de la Unión Europea.
Emociona ver cómo áreas urbanas muy diferentes, como Nueva York, Sao Paulo, Gante, Daegu, Abidjan y Melbourne comparten proyectos, ideas, problemas y soluciones con un objetivo en común, la construcción de una red de ciudades decididas a a trabajar juntos para transformar su futuro, con el tema de la comida como una prioridad de la agenda política.
Un grupo de expertos internacionales se encuentra trabajando en un proyecto de protocolo del Pacto que será sometido a un consejo asesor y a las ciudades. La tarea del consejo, integrado por organizaciones internacionales como la Organización para la Alimentación y la Agricultura, la Organización Mundial de la Salud, el Programa Mundial de Alimentos y la Comisión Europea, es revisar el pacto y asegurarse de que sea compatible con otras iniciativas internacionales sobre temas similares.
Muchas ciudades expresaron interés en suscribirse al Pacto de Política Alimentaria Urbana, que se firmará en octubre con motivo del Día Mundial de la Alimentación, y sus defensores esperan que sea uno de los legados más importantes de la Expo 2015.
En el futuro próximo, el Pacto también estará presente en la Conferencia de Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas que se celebrará en París en diciembre.
La agricultura y la producción de alimentos son los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero, y el cambio climático afectará de gran manera nuestra capacidad productiva. La construcción de un mundo más resistente, donde se garantice el derecho de todos y todas a la alimentación, es un proceso que tiene que empezar desde las ciudades y desde su capacidad para desarrollar políticas sostenibles.
Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga